Por fin podré pasar la Noche de Navidad con mi familia.
Mara, mi mujer vendrá cuando los médicos pasen la consulta, y me entregarán el deseado sobre con el alta
y el horario de la rehabilitación.
Tengo muchas ganas de abrazar a Santi y Susanita, mis hijos de 8 y 4 años y como no a mi Mara.
Sigo sin poder creer que los dolores de columna hayan
desaparecido y que pronto, incluso, podré practicar algún deporte. ¡Creo que
hoy no habrá nada ni nadie que me puedan estropear el día!
Estos eran los pensamientos que pasaban por mi cabeza,
eran las ocho de la mañana del 24 de diciembre. Pensamientos positivos,
optimistas, , hasta que diez minutos más tarde me trajeron a mi nuevo compañero
de habitación.
No me fijé en él, ya que los auxiliares me tapaban la
vista y enseguida corrieron la cortina, la verdad es que me daba un poco igual.
Cuando pasas unos días en el hospital o te haces el despagado o te conviertes
en un sensiblero de miedo, y yo ya había
pasado lo mío para ahora interesarme por el inquilino de al lado.
Los sanitarios se habían marchado sin acordarse de abrir
la cortina, ¡Mejor!, más intimidad. Al poco comencé a escuchar sollozos,
¿sollozos? ¿Qué había un hombre
llorando en la cama 406- B? ¿No me lo podía creer? Habría tenido alguna
desgracia más, además de estar en el hospital en estas fechas Y ahora ¿Qué hago? tengo que orinar y ando
todavía muy despacio e inseguro. Bueno, lo saludaré de pasada y miraré para el suelo.
-Buenos días- Saludo casi en un susurro Al tiempo que pienso,¡Bien,
no me responde, voy a pasar por su lado como si fuera invisible!, cuando un
suspiro tan hondo y desolado me obligan a mirarle. ¡OH!, ¡No!, Veo a un hombre
grueso, de unos sesenta años, con una pierna escayolada y colgada de una polea,
y lo reconozco, es el travesti, mi
vecino el travesti, ¿No hay más personas en el mundo, que se hayan podido
romper una pierna? Y ¿Por qué ha ido a
parar justo a la cama contigua?, ¡Menos mal que no viene hoy nadie de la
oficina!
Inmediatamente me encuentro incómodo, y antes de poder
entrar al refugio, me chilla con una voz
potente y quebrada – Del 7º B,¿Usted
vive en mi bloque ¿Verdad?- Me ha pillado, le hago un ademán de que necesito entrar urgentemente al baño, y cierro bien la
puerta, me bajo el pijama y cuando me la sostengo doy un respingo y pienso
¡Tranquilo, que no te va a violar! ¡Tranquilo, no te pongas histérico!
Y mientras permanezco encerrado, me doy cuenta que estoy
prejuzgando, sin ningún tipo de caridad, sin conocerle a priori, sin ser en
absoluto objetivo, más aún, yo que me considero devoto, creyente y practicante, no estoy siendo justo.
Mientras me lavo las manos tomo una determinación, tengo
que ser más comprensivo con mi vecino, y además hoy es Noche Buena.
-Álvaro
Santamaría – Me presento, él cambia de manos todos los clinex arrugados, su
apretón es fuerte, demuestra que a pesar de su aparente debilidad es seguro y
sincero consigo mismo, sensación que potencia cuando me mira directamente a los
ojos.
-Martín Donaire Montoya –y parece que da por terminado su llorera con un
suspiro profundo. Yo, una vez acostado le pregunto.
-¿Cómo se lo ha hecho?
-Vamos a tutearnos si no te
importa – Y sin que me dé tiempo a
replicarle continúa – Ayer, en mi última actuación, bajando hacia los
camerinos se rompió el tacón de uno de mis zapatos rojos. Mi madre me había
advertido que estaban despegados, que le comprara pegamento y me los arreglaba,
pero con esto de las fiestas no he
tenido tiempo. ¿Sabes?, Ella me repasa todo mi vestuario, yo le digo que no
hace falta, pero insiste, y además lo hace con tanto cariño que me resulta
imposible negárselo – Me cuesta relacionar a este hombre con el personaje que
muchas veces llega a las seis y media de la mañana, vestido como una imponente
mujer, imponete por su estatura, su volumen, supermaquillada, subido a esos
espectaculares tacones culpables de su accidente Me lo cruzo cuando saco a
Balton la mascota de la familia.
Ahora mi oído va más allá de sus
palabras y mis ojos más allá de sus gestos, me doy cuenta que lo estoy
analizando como si analizara un fenómeno que acabara de descubrir. Y parece que
he desaparecido de la estancia y que él ha aprovechado esta oportunidad para
abrirse, para desahogarse, y cuando me doy cuenta me está contando su vida.
Fue el último de cuatro
hermanos, su madre siempre le había
dicho que le estuvo esperando toda la
vida, y el paso de los años le había demostrado que era así. Sus hermanos se
independizaron pronto y no había vuelto a saber de ellos. –Calla durante
algunos momentos y proseguía- Su padre bebía, pasaba semanas sin aparecer por
la casa, y cuando se le acababa el dinero volvía a por más. Sui madre trabajaba
en una portería y los pocos ahorros que conseguía juntar el padre se los sacaba
a base de golpes, dejaba a su madre con moratones y algún hueso roto y volvía a
desaparecer.
Su semblante ha cambiado, ya no
veo al blandengue de hace una hora, sino a un hombre que ha debido sufrir
mucho. Continúa recordando. A sus catorce cumpleaños su madre le había hecho
una tarta y se disponían a cenar cuando llegó el padre, borracho como de
costumbre, su madre suplicó que los dejara tranquilos que estábamos celebrando
su cumpleaños, y entonces mi padre lo hizo, de un manotazo tiró al suelo la
tarta y las catorce velas que se fueron apagando a media que caían al suelo,
igual que su adolescencia estrenada, como me dijo..
Me cuenta que es el único ataque
de furia que ha tenido en su vida, con sus ochenta dos kilos y mi uno setenta y
ocho de estatura, que ya contaba, cargado de ira, arremetío contra su padre y
lo tumbó en el suelo, lo golpeaba sin piedad, y le hizo tragars toda la tarta
que consiguió alcanzar con las manos. Mientras le chillaba y le hacía jurar que
no volviera a aparecer por sus vidas, y así lo hizo hasta que le llamaron unos
cinco años después, para que le reconociera en el sanatorio, su madre nunca se
enteró, que murió atropellado.
Descansa para tomar aliento, y
quizás para ordenar sus pensamientos. Me cuenta que estudió teatro, que se le
daba bien, y de su afición a las varietés y
que para nada rechaza su sexo, ni sus genitales, sino que le gusta ser
flexible, y adoptar ambos géneros.
Que tiene un club nocturno y que
de allí viene todos los días cuando me lo encuentro paseando al perro.
Ahora su silencio se dilata en
el tiempo, con sus dedos regordetes no para de arrugar un pañuelo, y no se da
cuenta que lo está deshaciendo, me mira, ahora sus ojos denotan tristeza, y me
comenta.
-Siempre pongo el Belén con mi
madre, y comemos en el salón, con la vajilla que compré hace años, este día
cocino yo, y ella como una princesa me mira, y disfruta . Hoy lo va a pasar sola, la primera Navidad
que pasa sin mí, y María la muchacha que le cuida no puede quedarse, por eso
estaba tan mal cuando me trajeron- Se interrumpe cuando alguien pasa a la
habitación, es el médico.
Sentado en el coche, de vuelta a
casa, recapacito sobre estas dos horas, toso un poco y le digo a mi mujer: Mara
tenemos que hablar.
Realmente hoy no ha
habido nada ni nadie que me haya estropeado el día, todo lo contrario, y pienso en Martín, el pobre solo en la
habitación, pero quizás feliz de que su madre no pase esta noche sola. Mientras
que la miro me devuelve una mirada húmeda, pero llena de gratitud, sentada a mi
lado, agarrando mi mano que prácticamente no la ha soltado durante toda la
cena, mis ojos se tropiezan con los de Mara, le envío una mirada cómplice y le
lanzo un beso con los labios, después alzamos las copas y brindamos por la
Navidad.
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