En el baño de un restaurante delante del gran espejo, hay una mujer lavándose las manos y otra
retocándose el maquillaje. La mujer que se lava las manos es una chica alta, joven
y va vestida informalmente. La mujer que se está mirando al espejo tiene 47
años lleva un vestido y un bolso
negro, hoy tiene su primera cita con un
hombre después de su separación. Cuando van a salir la puerta del baño no se abre, lo intentan
otra vez, pero la puerta no cede. La chica joven cuando ve que está
encerrada comienza a reírse:
-
“¡Vaya lo que me faltaba! Ahora
mis amigas creerán que me he puesto a hablar por el móvil”.
La mujer más nerviosa se vuelve
y empieza a tirar de la puerta, no se
puede creer que en su primera cita se quede encerrada en un
aseo por ir a retocarse. Su amiga se lo avisó: “Sé coqueta, pero no te pases,
si no él pensará que estás más preocupada porque tu aspecto dé una buena
impresión, que por conocerlo a él.”
Mientras la mujer empieza a dar
voces para que abran, la chica llama por
el móvil a sus amigas y les dice que avisen a un camarero que la puerta del
baño se ha atascado. La mujer deja de gritar y se da cuenta que en su bolso hay
más maquillaje que batería en el móvil. Cuando por fin abren la puerta, la
chica dice “Adiós” con una sonrisa y la
mujer madura solo “Gracias”.
Verónica llega hasta la mesa en
las que sus dos amigas están pendientes
de la mujer que sale detrás de ella. Con sus miradas interrogan a Verónica y
ella les comenta:
-
No he podido hablar mucho, se ha puesto nerviosa cuando la puerta no
abría. Bueno… tiene una voz dulce y buen
tipo para su edad. ¿No habréis cerrado vosotras la puerta, no?
-
Anda ya. Oye Verónica como veo que
hoy no vas a conseguir más información, pedimos los postres y no vamos a tomar unas copas.
-
No, guapa. Aquí hemos venido a lo que ya os explique, yo os invito a las
dos con la condición de que nos quedemos hasta que se vayan, ese era el trato.
-
Pero, ¿tú estás segura de que son ellos?
-
Si segura, ya lo he investigado casi todo sobre él, solo me falta ponerme frente a él.
Águeda se sienta
en la mesa frente a Vicente, su
cita. Le pide disculpas por la tardanza. Para ser una cita a ciegas no va nada mal,
excepto por los minutos pasados en el aseo. Vicente es un hombre de cincuenta y
dos años, alto, robusto, sin barriga, tiene una mirada dulce como sus
ojos color miel y es muy simpático,
además de estar divorciado dese hace años.
Águeda todavía no se atreve a hacer preguntas muy personales, no quiere que él piense que quiere
hacerle un cuestionario técnico. Ella ha accedido a salir con Vicente porque es
el vecino de su amiga y ésta le había
insistido en que es hombre muy agradable y servicial, además de profesor de
Sociología en la Universidad. Águeda se
relaja cuando Vicente le pregunta si tiene hijos, y comprueba que él no va hacer
ningún estudio sociológico con
ella, sencillamente quiere conocerla mientras disfrutan una estupenda cena.
Verónica y sus amigas han pedido
de postre un surtido de tartas a cual más dulce y apetitosa, lo acompañan con un licor. Realmente Verónica ni
ha probado las tartas, ni el licor, ni
el rollito de merluza con gambas que se
pidió, solo ha comido los panecillos con paté que le han puesto de aperitivo y
una botella de agua ella sola. Hoy
solo está cenando con su mirada, está
succionando todos los detalles del hombre que acompaña a la mujer del vestido
negro. Quiere saber cómo se comporta,
cómo es su voz, si mueve las manos al hablar, si tiene tics, cómo es su
sonrisa, su mirada. Tiene que anotarlo todo en su cabeza como si fuera un
cuaderno, igual que cuando hacía un
ejercicio práctico de Estadística. Ya conoce su estado civil, sus estudios, su
trabajo, dónde vive, dónde trabaja, su número teléfono, su e-mail, hasta su DNI. Pero ahora necesita saber qué tipo de hombre es, cuáles son sus
cualidades, su actitud ante la vida, sus
prioridades, sus pasiones, sus defectos. Esta noche Verónica tiene hambre de saber, de conocer todo del hombre que ha dado un
vuelco a su vida. Aunque él aún no lo
sepa.
-
¡Verónica,… Vero!
-
¿Qué?
-
Además de mirar ¿Vas hacer algo esta noche? ¿Vas a decirle algo hoy?
-
No lo sé. Es que no sé como
iniciar la conversación.
-
Pues tú verás, algún día tendrás que empezar.
-
Ya …
Como si tuviera un resorte automático,
pero con efecto retardado Verónica se levanta y se dirige hacia la mesa que ha
estado observando toda la velada y en ese corto trayecto su pensamiento, va a
la misma velocidad que los latidos de su
corazón, y se interroga a sí misma: “Cómo me presento, cómo le cuento que yo sé
una verdad que él desconoce, porque
alguien cercano se lo ocultó para no fastidiarle la vida, cómo le explico
que yo lo descubrí hace un año y medio y desde entonces
se ha convertido en una obsesión hasta que lo encontré”. Sin darse cuenta se
halla a un metro escaso de la pareja, cuando escucha a Vicente se despierta de su
ensimismamiento.
-
Me hubiera gustado tener hijos, pero el destino y mi ex mujer se
empeñaron en privarme de ellos.
Verónica sabe que si un matrimonio no tiene hijos, solo responde
a dos motivos: no se quieren tener o no se pueden tener. Así que al escuchar las palabras de Vicente
se le acaba de abrir el camino para a ser recibida gratamente, aunque sea 29
años tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario