miércoles, 26 de marzo de 2014

El pasajero al que ya nadie espera, por José García


Wang Li contaba los minutos que le faltaban para embarcar en el vuelo de la compañía Malaysia Airline que le llevaría a Pekín, le acompañaba Karen Kong, una linda joven que había conocido en Kuala Lumpur y con la que estaba prometido. Era la primera vez que visitaría a sus familiares desde hacía más de cinco años que había llegado a la capital de las Torres Petronas, los edificios gemelos más altos del mundo. Además Wang Li era un entusiasta de las aeronaves, conocedor de cuantos fabricantes y modelos de éstas, surcan los aires. A la vista de la aeronave le comentaba hilarante a Karen.

-Mira, ahí embarcaremos, es un Boeing 777 de largo alcance, el sistema de vuelo está controlado por una computadora y además es el primero en ser diseñado completamente por ordenador.

Es extraordinario, fíjate en los motores, son inmensos tienen 2`8 metros de diámetro, y el tren principal dos juegos de seis ruedas cada uno.

Interrumpió su animada charla  para acceder a su interior. A su izquierda tras una mampara, se podían observar varias filas de tres y tres asientos separados por un pasillo central (clase Business). La tripulación les indicó que continuara hacia la derecha, donde se encontraba la clase económica o turista. Eran muchas más filas, de tres, cuatro y tres asientos cada una, separados por dos pasillos. Wang observaba cada detalle de la cabina, sabía que la sección de ésta era totalmente circular y comprobaba que sus ventanillas eran algo más amplias que las de otras aeronaves. Una vez sentado deparó en los paneles curvos que conformaban el techo, eran como una onda o línea curva un tanto estilizada, aunque perfectamente reconocible su cadencia de dos crestas y un valle, que le daban una mayor capacidad para el equipaje.

De nuevo se vio interrumpido, ésta vez por la megafonía.

-Buenas tardes, les habla la contramaestre Suky Low, en nombre del comandante Ahaire Ibrahim. Les doy la bienvenida a bordo del B-777-200er en el vuelo MH370 con destino a Pekín. La duración del vuelo será aproximadamente de 6 horas. Durante el vuelo alcanzaremos una altura máxima de 10 mil metros y una velocidad de crucero 905 Km/h. Coloquen su asiento en posición vertical, abróchense los cinturones y permanezcan atentos a las señales luminosas y a la pantalla que tienen en el respaldo del asiento delantero. Muchas gracias y disfruten del vuelo.

Todo parecía desarrollarse con total normalidad, hasta pasada una hora de iniciado el vuelo. Cuando sobrevolaban el estrecho de Malaca, entre Indonesia y Malasia, Wang observó como parte de la tripulación se dirigía con cierta prisa hacia la parte delantera de la cabina. De manera intuitiva miró por la ventanilla, percibiendo que algo debía ocurrir. En el exterior se observaba una densa y oscura niebla que resultaba imposible evitar, con lo que ésta amenazaba con envolver a la aeronave.
Las señales luminosas se encendieron, recomendando al pasaje que permaneciesen sentados y con el cinturón abrochado, ya que cruzarían una zona de posibles turbulencias. Al penetrar en esa especie de neblina donde la oscuridad era densa, éstas no tardaron en aparecer. De pronto la aeronave se estremeció, dio varias sacudidas y se produjo una falta de gravidez, que de no llevar el cinturón abrochado, hubieran quedado en suspensión y golpeado contra el techo.

A través de la ventanilla observaron como una especie de energía luminosa de color azul-verdosa   envolvía toda la aeronave. Las sacudidas no cesaban las trampillas se abrieron dejando al descubierto las mascarillas de oxigeno, los compartimentos del equipaje se abrieron y estos caían sobre los pasajeros, así como se desprendieron algunos de los paneles del techo. El pánico se adueñaba de todos y las escenas de histerias se multiplicaban. En toda la cabina se originó un potente campo electromagnético, todos los elementos electrónicos como, ordenadores, tabletas, relojes y móviles de pronto quemaban en las manos, al rodearse de la misma luminosidad azul-verdosa. Se movían por si solos e incluso algunos se desmaterializaron para materializarse en otro lugar. Se generalizó un ataque de esquizofrenia colectiva con violentos desvanecimientos. Wang abrazó a Karen, pensaba que todo se acababa, era el fin. Cuando de nuevo la aeronave se estremeció violentamente, produciéndose la misma sensación de ingravidez. Al instante la neblina se disipó y la aeronave se estabilizó, volviendo a funcionar con normalidad. Todo había sucedido en dos escasos minutos, pero parecieron toda una eternidad.

La cabina quedó en completo desorden. Los efectos fisiológicos entre cuantos se encontraban a bordo eran evidentes, con mareos y vómitos, que poco apoco fueron superando. Aunque el ambiente continuó tenso y dentro de una extraña quietud durante todo el vuelo.

Cuando se acercaban a su destino, sucedió algo inesperado. Al entrar en el espacio aéreo y captar su señal el radar de la torre de control, lo identificó como un elemento desconocido. Por lo que comunicaron por radio al comandante de la aeronave que se identificase.

-¿Bromean? (respondió el comandante). Este es el vuelo MH370 procedente de Kuala Lumpur. En estos momentos íbamos a solicitar permiso de aterrizaje e iniciar la maniobra de acercamiento.

Al escuchar estas palabras todos en la torre quedaron atónitos, no daban crédito a lo que acababan de oír.

- ¡Es imposible!  Exclamaron al unísono.

-¿El vuelo MH370? No puede ser, hoy precisamente hace 30 años que desapareció incomprensiblemente y nadie supo jamás de él (continuó uno de los controladores).

Sin saberlo habían sido protagonista de un hecho, tan insólito como extraordinario. Al penetrar en aquella espesa neblina, las ondas electromagnéticas longitudinales y transversales, formaron un campo de tal potencia que en un momento les hizo desaparecer, y aunque volvieron a aparecer en sus coordenadas originales, habían deformado el espacio- tiempo y supuestamente habían sufrido un accidente de teletransportación.


Wang y Karen celebraban la llegada al aeropuerto de Pekín, sin saber que allí ya nadie les esperaba.

Nightmare por Samuel Lara


La cabeza me da vueltas. Me siento sin fuerzas. El avión está parado en el aire, sin embargo no caemos. Es como si el tiempo se hubiera parado. Los pasajeros están inconscientes, no parecen poder despertar y por sus rostros parece que tienen una pesadilla horrible.

El interior es oscuro, no hay nada que funcione, sin embargo los móviles dan señal, es como si estuviéramos en algún sitio pero nadie puede encontrarnos.

Miro por la ventana, estamos en un espacio extraño. Es un espacio de color fucsia con algunas especies de esferas moradas con espirales, solo eso, no hay nada más aparte de nosotros en el avión, pero ¿por qué soy el único que está despierto?

Pienso en salir, pero me da miedo lo que pueda encontrarme, podríamos estar en cualquier peligro. Entonces de mi bolsa cae un libro, el destino tiene puntería, en toda la cabeza. Es bastante grande, pero no pesado. Mi colgante del Ying y el Yang empieza a brillar y a elevarse. De repente empiezo a recordar, hice un hechizo para encontrar este avión, pero este sitio me ha hecho olvidar mi vida y recordar otra. Solo hay un lugar en el que esto ocurre, un mundo en el que no puedes salir a menos que tengas control sobre tu mente. Un mundo creado por dos organizaciones con la que luché hace tiempo, Eternal Nightmare, la pesadilla eterna. Cada esfera es un sueño que se convierte en pesadilla. Abro la puerta con mi telequinesis y salgo decidido. De un salto logro alcanzar una de las esferas y tele transportarme a uno de los sueños, la única forma de salir de aquí es llegar al anfitrión y derrotarle.

Estoy en una casa, oscura, parece un piso de los del pueblo de mi familia, uno de mis primos está allí, le sigo hasta la cocina, es grande, cuadrada, una ventana a la izquierda da bastante luz, pero no es tan grande como para dar una luz así. Miro a mi primo, pero ya no es él, es una especie de ser humanoide si conocimiento alguno. De repente estoy en una tienda, grande, con mucha luz, pero sigo sin poder distinguir los objetos, un sueño lúcido es así, tu parte creativa no funciona si no la obligas. El dependiente es un chico joven, por alguna razón me es familiar.

En todo sueño hay algo o alguien que te hace despertar, o en este caso, llegar al final del sueño, final que no existe si no sabes cómo va este mundo.

Ahora estoy en mi casa del pueblo, sin embargo no hay muebles, bajo al salón, pero solo hay un sillón que me da la espalda y un sofá de tres plazas, sin saber cómo, otro sillón aparece, pero con alguien sentado, es una mujer con un vestido de novia con el rostro tapado por el velo, intento gritar, pero no puedo, mi voz no está, me siento en el otro sillón, entonces miro arriba y veo el cielo nocturno, nublado, de arriba cae algo, un ser fantasmal, un dementor, un ser que no es de mi mundo, se forma una espiral de ellos y vuelvo a cambiar de sitio. De nuevo, estoy en la tienda, ahora sé que el  chico es la clave. Le cojo del brazo y este me lleva al final.

El espacio es negro, como de metal, al fondo de la sala está la anfitriona en un trono, el de hierro por si fuera poco. Ella es hermosa, de pelo largo y negro. Viste como una de las Pretty cure, pero no es una de ellas, y eso que son casi cuarenta.

Mi mente está lista, mi imaginación crea mi transformación más reciente, Cure Libra, un hilo de luz recorre cada centímetro de mi cuerpo, creando un traje negro, guantes y botas blancas, un cinturón cuya hebilla es como mi colgante, en el pelo mechas blancas y dos tatuajes uno negro y otro blanco en forma de llamas que salen de mis ojos hasta mis sienes. Mis ojos cambian y cogen el símbolo del ying y el yang.

La lucha empieza, ninguno de los dos nos rendimos, pero cada vez estoy más débil mi energía no puede conservar esta forma por sí sola. Escucho un grito, es del chico que le dice algo mi enemiga.

-¡Deje a mi padre en paz!- grita mientras su energía se concentra y estalla en la mujer.


Es Aiden, este mundo está conectado con todos los tiempos y mi hijo se quedó atrapado en el futuro. Juntos destruimos el espacio en el que nos encontramos y liberamos de la pesadilla a todos los pasajeros. El avión ha sido localizado.

jueves, 20 de marzo de 2014

El príncipe y la zorra, por María del Mar Quesada


Érase una vez, en cualquier país, un muchacho llamado Eduardo y una muchacha, digamos Sofía, decidieron casarse para ser felices y comer perdices. El día de la gran boda, cuando el juez de paz estaba comenzando la ceremonia, dos seres se distrajeron en sus pensamientos. Eran la bruja malvada y el hada buena.

El hada discurría alegremente:“¡Qué guapa está y que felices parecen! ¡Se nota que están enamorados! Mi hija Sofía no podría haber elegido un hombre mejor: es responsable, educado, trabajador y detallista, y además guapo. Todo el día pendiente de ella y del niño,  mi nieto... Mi niño estaba predestinado a criarse sin padre y rodeado de mujeres, y ahora, por fin, tendrá un referente masculino y de los buenos”

Por otro lado, la bruja, muerta de rabia por dentro, atormentaba su cabeza con diferentes pensamientos: “¡Mírala, la muy zorra! ¡Cómo ha engañado a mi Eduardo! ¡Llevo 34 años criándolo con todo mi amor para  que,  en diez meses, me lo vuelva como una tortilla!  ¡Encima lo ha convencido para que reconozca al hijo de otro!... ¡La muy.... lo habrá hecho como todas, abriéndose de piernas!... Pero bueno, un matrimonio de  todo un doctor y una simple auxiliar, por fuerza, tiene que acabar mal, ya verás”

Con el tiempo y pese a la maldición de la bruja, Eduardo, Sofía y el niño fueron felices por los siglos de los siglos. Evidentemente, los domingos comieron perdices y otros platos suculentos en casa del hada buena,  mientras en casa de la bruja malvada, comieron siempre puchero.

Colorín colorado, este eterno cuento se ha acabado.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Nacimiento de una estrella, por Samuel Lara


El brillo de una semilla estelar, viene determinado por la pureza del corazón, aunque el resplandor puede residir hasta en el más oscuro y malvado corazón.

Shiroi Isha era un doctor al que le gustaban las bromas, se le daba bien su profesión y tenía la particular costumbre de llevar al trabajo deportivas. Su actitud estaba llena de sarcasmos hacia los demás, algunos no lo soportaban, pero otros adoraban a ese hombre.

Llegó el día de la operación del señor Shi. Parecía que iba a salir todo como siempre, pero el paciente no estaba por la labor de seguir con vida. Después de una hora, el corazón se paró para siempre, pero entonces, algo salía de la frente del paciente, una flor que brillaba y expulsaba de su interior un pequeño cristal transparente un una esfera de luz en su interior.

El doctor Shiroi podía ver cosas que los demás no, aunque nunca había visto algo tan hermoso salir de una desgracia como pensaba que era la muerte. Una sombra se llevó el cristal.

Años después, el doctor estaba acostumbrado a ver la misma escena, hasta el doce de abril de dos mil trece, cuando un accidente sufrió un grave accidente. Le costaba respirar, la vista estaba borrosa, perdía mucha sangre. Entonces un chico se acercó, levantó las manos cerradas en puños en las que aparecieron dos brazaletes dorados con unas gemas de colores. Dos bolas de luz salieron de las gemas y se adentraron en el cuerpo del doctor, y así, quitarle su semilla estelar, la muerte estaba asegurada pero morir rápido y sin dolor era lo mejor. Su  semilla era blanca en vez de transparente y de ella se desplegaron dos alas.

Ese tipo de semillas existían en la gente que al morir tenía la misión de proteger a los vivos del mundo de la magia, brujas, magos, vampiros, licántropos e incluso las bestias, el híbrido más avanzado.


Ahora el doctor cuida de un grupo de chicos sin que ellos lo sepan proporcionándoles respuestas sobre su naturaleza de bestias.

martes, 18 de marzo de 2014

Hija única, por Maria del Carmen Vega


Era una tarde calurosa de verano, Martina una niña de 8 años, pelirroja, con dos colas bajas, pelo largo, llevaba siempre puesto un uniforme de minifalda y una camisa a cuadros de manga larga blanca que se movía con la brisa. Gafas, inteligente, labios rosas, nariz redonda, ojos celestes, delgada, zapatos negros, calcetines altos y que estudiaba en un instituto cerca de la casa de su abuela.

Era una chica lista, sonriente y siempre dispuesta a ayudar a los demás. También era pecosa y no quería tener novio.

Vivía con sus padres, su padre era electricista, ganaba un sueldo alto. Era delgado con el pelo negro corto, joven de unos 30 años, le gustaba cocinar, no comía mucho, tenía una nariz aguileña  larga, tenía gafas, iba siempre vestido de blanco, ojos marrones, le gustaba ir algunas veces maquillado, tenía los labios finos.

La madre tenía 20 años, era también pelirroja, pecosa y con la piel blanca. Flaca, llevaba pantalones piratas negros, los ojos celestes, llevaba siempre en la mano derecha su anillo de boda que a veces se resbalaba de sus dedos delgados. Era una joven oficinista que trabajaba de noche a día para sacar a su familia adelante y mantenerla.


Su casa era un chalet solitario. Alrededor no tenía vecinos. Tenía césped con plantas aromáticas, alguna que otra hierba alta, una piscina grande, ancha, de la que flotaba un flotador de Martina de cuando tenía 3 años, tenía mucho cloro y el agua siempre estaba limpia y transparente.

Tenía una cochera amplia con tres coches uno para Martina cuando sea más mayorcita, uno de su padre y otro de su madre. Tenía muchas margaritas, claveles, pinos, setos, arboles, higueras, también habían dos palmeras, había mucho césped.

Su casa por dentro tenía un salón amplio con una televisión de 40 pulgadas, cuatro sillones, un ordenador de marca cara de unos 8000 euros, también tenía en las paredes muchos cuadros con fotos de Martina de bebé y de sus padres con sus abuelos más jóvenes.

La cocina era también  amplia, de 70m cuadrados. Había una nevera repleta de carne, leche, huevos, pescado, bebidas alcohólicas, agua de una garrafa de 3L.

Debajo había un congelador, con helados, pescado, marisco, pizza, hamburguesa, un repollo, whisky.

El cuarto de Martina era chica, tenía una cama, un armario, una puerta de madera, en el armario tenía ropa, y también ropa interior guardada, el armario se cerraba con llave, esa llave era chica y se guardaba en una caja chica que estaba en la mesita de noche  guardada donde tenía los collares, las pulseras, los pendientes, etc.

El cuarto de la madre era grande con cortinas, una televisión, con las paredes pintadas de amarillo, una cama de matrimonio, un aire acondicionado, un armario amplio con ropa de mujer, un espejo, chaquetas, faldas, complementos de mujer. La cama de matrimonio tenía unas sábanas azules y una colcha que pesaba. También tenía una almohada visco elástica y una mesita de noche donde ella guardaba sus joyas.

Un día ella y su hija  salieron al parque. El parque era grande, tenía muchos árboles, cacharitos para jugar los niños, también tenía servicios, fuentes y una parte donde los adultos hacían ejercicio. También tenía montañas, y un lado con albero donde iban los perros y gatos a hacer sus necesidades, también tenía fuentes.

Y una parte para fumadores donde depositaban las colillas en una papelera especial.


Cuando Martina terminó de jugar con el niño rubio de ojos claros, con chándal negro y unos botines caros, se fue con su madre a casa.

lunes, 17 de marzo de 2014

Un caso nada fácil, por José García


John Mc Coy se encontraba sentado junto a la mesa, en medio del pequeño salón. Agitaba acompasadamente su vaso de whisky, haciendo tintinear los cubitos de hielo que había en su interior. Al tiempo que escuchaba la noticia que emitía la cadena de TV CNN. En ella se glosaba la puesta en libertad del magnate local, acusado de tráfico de armas, su defensa habría esgrimido supuestas irregularidades en su detención. En la cual, se había producido un tiroteo y fallecido a causa del mismo cuatro personas, entre ellas la inspectora de policía, Lisa Ridley, de 38 años. Mc Coy no quitaba la vista de su teléfono móvil, situado sobre la mesa, como si estuviera esperando que este fuera a sonar de un momento a otro. Efectivamente, solo tardó unos segundos que así sucediera. Mc Coy no se inmutó, con tranquilidad soltó el vaso sobre la mesa, apagó el televisor y cogió pausadamente el teléfono.


-Dime Will.

Su semblante no mostró contrariedad alguna, mientras escuchaba a su interlocutor. Al terminar éste se limitó a decir solamente.

-Bien, ahora mismo voy.

Se incorporó tranquilamente, al estirarse para desentumecer los músculos, dejó ver su corpulencia. Era alto, 43 años, piel morena y rasgos faciales algo toscos. Frente amplia, nariz ancha y mentón pronunciado. Barba, aparentemente descuidada, como si llevara varios días sin afeitar, aunque no muy cerrada. El cabello largo, recogido en una pequeña coleta. Se acomodó el arma que llevaba adosada a su costado izquierdo, guardó el teléfono y cogió su chaqueta. Saliendo sin prisas del departamento.

-Hola Will.

-Hola teniente, arriba en el dormitorio. Ha sido limpio, un solo disparo en la frente. Al parecer con silenciador, pues nadie escuchó nada. Quien quiera que haya sido sabía lo que hacía. O mucho me temo, o tenemos a la vista un caso complicado jefe.

-Un individuo así suele tener muchos enemigos, Will. A alguien no le ha sentado bien que quedara en libertad o ha considerado que puede ser peligroso que continúe con vida. Bien veamos que encontramos.

Subió las escaleras, deteniéndose justo en la entrada del dormitorio, el cadáver se encontraba atravesado y de espalda sobre la cama, con las piernas hacia fuera. Observó con detenimiento toda la estancia. Al mover la puerta, debajo de ésta, un pequeño destello llamó su atención. De manera casi inconsciente llevo su mano hasta el ovulo de su oreja izquierda, el pequeño piercing de brillante no estaba. Sin que nadie lo percibiera recogió el pequeño objeto brillante del suelo y lo guardo disimuladamente en el bolsillo de su chaqueta. Después, dirigiéndose a su compañero Will, le dijo.


-Creo que llevas razón, efectivamente esto no va a ser nada fácil. 

Una raya rosa, por Carmen Gómez Barceló


No se lo podía creer… Tantos años soñando con ese momento y por fin había llegado. Estaba allí, encima de la mesa blanca del salón, sin conciencia de lo que suponía para ella aquella imagen… una preciosa raya rosa.

-Es verdad, no me lo estoy inventando…- decía Mercedes una y otra vez mirando fijamente al pequeño artilugio de plástico.

Muchos aparatitos como ese habían hecho acto de presencia en esa casa, tantos como momentos de rabia y desesperación para ella. Conseguir la raya rosa se convirtió en una obsesión, por eso, su mesita de noche estaba llena de libros y revistas cuyo objetivo era encontrar el camino que le llevara hasta ella, y por fin lo había conseguido. El tiempo de llorar había concluido y comenzaba el de la felicidad, una vida nueva se abría paso ante ella y no estaba dispuesta a que nada ni nadie se lo arrebatara, le había costado demasiado.

Mercedes se vistió rápidamente, se pintó los labios, señal inequívoca de su alegría, se calzó los tacones rojos y se fue a la calle. Su destino era una tienda al otro lado de la ciudad. La trayectoria hacia ese lugar lo estuvo planificando muchas veces, dónde cogería el metro, en qué parada se bajaría, las calles que tendría que cruzar hasta llegar allí, y por último entrar en la tienda y adquirir todo lo necesario para arropar su más anhelado tesoro. Le daba igual comprar cositas rosas o azules, o mejor aún, blancas o amarillas, así seguro que no se equivocaría. Mercedes una vez en la calle comenzó su aventura.

La casa se había quedado vacía, las cortinas estaban echadas todas, menos la del salón. Cuando Fernando entró por la puerta no encontró nada nuevo. Buscó a Mercedes para avisarle de su llegada pero al no verla por allí, pensó que estaría en la calle comprando. Luego se quitó la chamarra marrón, la dejó en la entrada encima de una silla, seguidamente se deshizo del móvil y de las llaves depositándolas en una bandeja de piel puesta en la mesa de la entrada para este fin, y se dirigió al salón. En primer lugar encendió el ordenador, ese era el primer paso de su rutina diaria, después echó un vistazo a su alrededor para comprobar que todo estaba bien: efectivamente, los libros de zombies en su estantería, los videojuegos ordenados, las consolas con sus mandos dispuestos  para entrar en acción y las revistas de viajes amontonadas junto al navegador última generación.

-Todo bien, perfecto-dijo Fernando.
-Vaya, otra vez el Predíctor encima de la mesa, esta mujer es incansable por lo menos podía haberlo tirado a la basura.
Fernando se acercó a la mesa para recoger el aparato. Algo  en él le pareció distinto y se aproximó para observarlo mejor.
-¿Una raya rosa? ¡No puede ser, Dios mío!

El hombre miró una y otra vez el ingenio y no tuvo más remedio que creer lo que estaba viendo.

-Pero no puede ser, creía que estaba claro que era imposible, pero veo que no, lo ha conseguido. 

Me ha hundido- pensó-. Yo no quiero asumir esta carga, no quiero  trabas en mi camino y tener descendencia supone para mí una contrariedad inasumible. Tener que ocuparme de alguien que no sea yo, no entra en mis cálculos, acabaría con mi vida, perdería mi libertad, mis amigos, mis viajes, mi tiempo para jugar. Mi vida ya no sería mía, ni mi dinero, ni mi espacio. No, decididamente no puedo aceptar esta situación que supondría mi fin. Recogeré mis cosas y me iré. Quiero mucho a Mercedes, pero no tanto como para enfrentarme a esto, ya le dije que tener hijos no era para mí.


Fernando recogió sus cosas y antes de marcharse quiso escuchar un mensaje que parpadeaba en el contestador. Una voz de hombre  hacía una pregunta: “¿Te has hecho la prueba cariño?”.

jueves, 13 de marzo de 2014

Amor invisible: duelo real, por María del Mar Quesada


Ana no puede creer que  haya escupido todo lo que le llenaba el corazón. Lo ha expulsado como menos esperaba y en el momento menos indicado, pero, por fin, se  siente  libre. La intención de Ana era consolar a su amiga que acaba de enviudar. Llevaban tiempo sin verse porque últimamente habían discutido varias veces. La causa de esas discusiones era que las actitudes de Paloma desequilibraban la estabilidad de Ana.

Tumbada en el sofá de su casa con una infusión de tila alpina, rememora una y otra vez la conversación en casa de su amiga Paloma. Todo empezó cuando ésta le confesó que había sido una convalecencia muy larga, por fin se había acabado todo.

-          Paloma, ¿Cómo puedes decir que deseabas que muriera pronto?

-          ¡Estaba en fase terminal!  Iba a morir igualmente. ¿Por qué alargar su agonía y la mía? - masculló Paloma.

-          ¡Era tu marido! Hasta el último minuto no perdió la esperanza,... ni la sonrisa.- exclamó demasiado alto Ana, no era lo que pretendía.

-          ¡La sonrisa! ¡Eso era lo más irritante! ¡Siempre sonriendo, cuando yo tenía ganas de llorar y de gritar! Si, hasta cuando le diagnosticaron la enfermedad, decía que dormíamos tres en la  cama: él, el cáncer y yo.

Ana disimuladamente inspiró para serenarse, no quería discutir, así que con voz calmada le dijo:

-          Tu marido siempre ha sido una persona alegre y vital.  ¿Por qué iba a cambiar con su enfermedad? No entiendes que él pretendía que todo siguiera  normal.

-          ¿Normal? ¿Cómo va ser normal mi vida?

Paloma  quería que Ana la consolara por la situación que se le venía encima, no quería hablar de lo maravilloso que  era Adrián. Por otro lado, Ana intentaba, por todos los medios, no enfrascarse en una disputa, manteniendo a raya su creciente malestar,  seguía hablando de Adrián:

-          ¿Tú crees que él quería morirse? ¡Adrián era un enamorado de la vida!

-           ¿Y de qué sirve ahora?, si ya no está. De qué sirve toda esa alegría... Tengo un marido muerto, tres niños y una hipoteca que pagar con un solo sueldo. ¡Qué mierda de esperanza y normalidad es esa!

Ana cada vez se notaba más colorada la cara y el corazón le latía más rápido, pero continuaba su particular forma de hablar como si se dirigiera a una niña cabezota:

-          Paloma, ¿por qué siempre te quedas con lo negativo de todo? Has vivido una vida feliz con él y durante su enfermedad solo quiso que no sufrieras por él.

-          ¡Pues que hubiera empezado el tratamiento antes! Pero no,  él nunca iba ¿para qué?  Mira dónde está ahora, bajo tierra.

Paloma lo dijo de un modo despectivo, muy propio en ella. Esta forma de hablar refiriéndose  a  Adrián siempre sacaba de quicio a Ana.

-          ¡Paloma no te reconozco! ¡No tienes corazón!.... Has tenido a tu lado un hombre maravilloso, alegre, inteligente, cariñoso....

A Ana comienza a temblarle los labios y asomar lágrimas en sus ojos y Paloma se levanta y comienza a mirar su móvil.

-          ¡Dios mío,  Paloma!  ¿Cómo puedes ser tan egoísta...?

-          ¿Cómo?

-          Adrián se ha muerto  y tú...

-          ¿Y yo qué? Venga, dilo ya. – pregunta retándola.

-          ¡Tú...tú nunca has valorado a Adrián!... Cualquier mujer hubiera pagado por tener un hombre como él.

-          ¿Cualquier  mujer? Dime una.

Ana no puede más y comienza a llorar,  el dolor de sus lágrimas  le está desgarrando el alma.

-          ¡Yo, hubiera pagado con  mi alma!... Yo he amado a Adrián siempre. No me explico cómo no tienes el alma rota por su pérdida. Yo quiero morirme solo de  pensar que no volveré a verlo nunca, que no escucharé su risa, su voz grave,... sus manos... Tú sabes lo que yo hubiera dado porque sus manos acariciaran mi cuerpo, porque sus ojos se hubieran posado en mí,  por haber sido suya,... Sólo piensas en ti, eres una egoísta...

-          ¿Egoísta? – le interrumpió Paloma - Soy su mujer y tengo todo el derecho a estar enfadada con él  porque me ha dejado tirada...Ya sé que estabas enamorada de él,  pero, ¿sabes? Adrián era muy exquisito y adoraba la belleza física y... ¡tú nunca la has conocido!- Le grita en la cara a su amiga.

En ese momento Ana se levanta y grita con toda la fuerza:


-          ¡Paloma eres odiosa! ¡Eres despreciable! Mi dolor sí es  real, ¿te enteras?... ¡Ojalá te hubieras muerto tú!

Réplicas, por Samuel Lara


Desde hace siglos, un vampiro convertido por mi padre era el gobernante de Nueva Orleans, donde a día de hoy las brujas, vampiros y licántropos, viven en paz después de que yo, Nicholas Mikelson, hijo del híbrido original Niklaus Mikelson y una mujer lobo llamada Hayley, derrocara a Marsel, que había sido como un hijo para mi padre.

Ahora, con vente años, mi tío Eliah me ha contado algo de lo que ni él ni nadie pensaba que ocurriría. He viajado con mi familia excepto mi madre a Mistic Falls, un pueblo en el que hace años, las llamadas Réplicas deshicieron la maldición con la que la naturaleza castigó a los primeros inmortales. La historia de Ketsilla y Silas es muy conocida, sin embargo, un tercer ser inmortal fue afectado por la maldición. Cuando me enseñaba el pueblo, fuimos a un bosque en el que había una placa, flores y una foto de la fallecida encima de un tronco.

Era una bruja llamada Bonnie. Al tocar la foto, sentí como si viajara a otro lugar, era una visión del pasado. La vi a ella, y a mí. Llevo en  mi nuevo cuarto todo el día, mi padre y mis tíos Eliah y Rebeca están fuera esperando a que salga. Alguien llama a la puerta, mi madre. Al hablar de mis sentimientos con ella y después con mi padre, me reconforta el que ellos me quieran tanto. Siempre sentí que era diferente, aunque sea un híbrido, mis capacidades son mayores que las de mis padres, mis tíos. Creo que soy un brujo.

He encontrado un hechizo que me ayudará a saber más de mí. Pero no es como me lo imaginaba.

Cada vez que está conmigo mis poderes se hacen mayores, este chico tiene algo que me hace enloquecer. Aunque sienta cosas por los dos, sigue habiendo un claro vencedor. Después de perder parte de mí, tengo que comenzar a practicar de nuevo y Ryder es genial como profesor, pero ni uno de sus típicos besos en la mejilla hace que vuelva a hacer crecer un gran jardín como antes. Sin embargo cada vez que llega mi chico, mi felicidad hace que el descampado sea un jardín lleno de rosas azules, negras, rojas, blancas y de cristal.

Ya están de nuevo aquí, esta vez son más. Un hombre y una mujer que controlan el fuego seguidos de bolas ardientes con caras. Me transformo de nuevo en Cure Rose, aunque de repente sé que no es la forma más correcta de lucha, fuego contra plantas, ¿en serio? Logro esquivar todos los ataques, pero no sé qué hacer. En ese momento Diance, mi nueva compañera hace brillar su cuerpo de cristal rosa. En ese momento cambo a Cure Mirror, siento el poder de la luz y la oscuridad. Las bolas de fuego no son nada comparadas con el poder de mi Diamond no Kagami (espejo de diamantes).

La batalla ha terminado, aunque hay algo en el ambiente, todo se ha congelado, el tiempo no avanza. Las calles están vacías, noto una presencia, alguien de otro mundo y época, es algo diferente a cuando venían mis hijos del futuro.

Al fin veo lo que ocurre, sus ojos rojos pueden ver más que yo, sus colmillos junto a su boca están llenos de sangre, ¿de él? ¿De otros? Su mirada es pura furia, descontrol, pero lo más extraño es que es igual a mí. Es posible que yo no fuera la última réplica.


Sé lo que siente, yo también he tenido mis momentos de depredador. Dice que su nombre es Nicholas.

martes, 11 de marzo de 2014

Libre, por Carmen Gómez Barceló


-¿Otra vez?- preguntó la muchacha a su marido

-Esto no es lo que parece Natalia.

Esa frase había pasado de familiar a cansina para ella. Arturo, que así se llamaba él, se apresuró a cerrar el ordenador y se disponía a soltar de nuevo todo el repertorio de explicaciones, pero… no fue necesario. El cuerpo de Natalia aparecía ante él como nunca antes lo había visto. Parecía haber dejado su brío en cualquier esquina igual que un perro apaleado muchas veces, vencido y cansado.

-Natalia…escúchame por favor.

-Te escucho Arturo, pero por primera vez no te oigo, y es maravilloso. No siento nada, ni bueno ni malo, ni todo lo contrario. ¡Qué sensación!, es la indolencia total.

Arturo no estaba acostumbrado a esta nueva forma de respuesta por parte de Natalia, además ella no seguía preguntando y eso era algo que no entendía muy bien, es más, lo descolocaba bastante  ya que le desmontaba su estructurada batería de respuestas.

-Bueno cariño, será mejor que te tomes la medicación y te acuestes un ratito, está claro que no estás bien.

Natalia le miró tranquilamente y empezó a pasearse por la habitación. No hacía frio allí, o quizás ella no lo sentía, el caso era que nada de lo que  veía le alteraba lo más mínimo. La pantalla del ordenador que acababa de apagarse, le era indiferente, y el móvil…que ese pequeño aparato no le hiciese daño como antes, era toda una victoria. No tenía el más mínimo interés en ojear sus coloridas letras y eso le parecía perfecto. Mientras caminaba, deslizaba su mano sobre los muebles del despacho y  se topó por casualidad con la siempre custodiada agenda azul, y como era de esperar, sintió como la mano impetuosa de Arturo se la arrebataba.

-Perdona Natalia, pero es la agenda del trabajo, ya sabes, es muy importante para mí.

-Tu agenda…tu móvil…tu ordenador…yo… Tus cosas Arturo, tus cosas.

Arturo pensaba en lo complicadas que le parecían las mujeres. “Están locas.”Era lo que siempre decía cuando salía el tema en cualquier reunión. Cuanto más observaba a Natalia, más intranquilo se iba encontrando. Esto no era lo habitual en ella. Lo normal  en esta situación, era escuchar una serie de improperios lanzados en forma de preguntas insinuantes, adornados con gritos y llantos, además de algún lanzamiento de objetos al uso y terminaba con la ingesta de algo que pusiese fin al ataque de ansiedad correspondiente, que siempre era ella quién lo sufría. Pero esto…esto no tenía sentido y lo estaba confundiendo.

-¡Me estás poniendo nervioso Natalia!  ¿Quieres por favor irte a la cama?

-Ay Arturito, no sé qué me está pasando, pero es maravilloso. No sufro… Me importan  poco “tus cosas”.

-Pero Natalia…Ya no me quieres. Eso es lo que te pasa, que ya no me quieres.


-No lo sé. De lo que estoy segura es de que ya, no me “tienes”, y por eso estoy feliz.