lunes, 17 de marzo de 2014

Un caso nada fácil, por José García


John Mc Coy se encontraba sentado junto a la mesa, en medio del pequeño salón. Agitaba acompasadamente su vaso de whisky, haciendo tintinear los cubitos de hielo que había en su interior. Al tiempo que escuchaba la noticia que emitía la cadena de TV CNN. En ella se glosaba la puesta en libertad del magnate local, acusado de tráfico de armas, su defensa habría esgrimido supuestas irregularidades en su detención. En la cual, se había producido un tiroteo y fallecido a causa del mismo cuatro personas, entre ellas la inspectora de policía, Lisa Ridley, de 38 años. Mc Coy no quitaba la vista de su teléfono móvil, situado sobre la mesa, como si estuviera esperando que este fuera a sonar de un momento a otro. Efectivamente, solo tardó unos segundos que así sucediera. Mc Coy no se inmutó, con tranquilidad soltó el vaso sobre la mesa, apagó el televisor y cogió pausadamente el teléfono.


-Dime Will.

Su semblante no mostró contrariedad alguna, mientras escuchaba a su interlocutor. Al terminar éste se limitó a decir solamente.

-Bien, ahora mismo voy.

Se incorporó tranquilamente, al estirarse para desentumecer los músculos, dejó ver su corpulencia. Era alto, 43 años, piel morena y rasgos faciales algo toscos. Frente amplia, nariz ancha y mentón pronunciado. Barba, aparentemente descuidada, como si llevara varios días sin afeitar, aunque no muy cerrada. El cabello largo, recogido en una pequeña coleta. Se acomodó el arma que llevaba adosada a su costado izquierdo, guardó el teléfono y cogió su chaqueta. Saliendo sin prisas del departamento.

-Hola Will.

-Hola teniente, arriba en el dormitorio. Ha sido limpio, un solo disparo en la frente. Al parecer con silenciador, pues nadie escuchó nada. Quien quiera que haya sido sabía lo que hacía. O mucho me temo, o tenemos a la vista un caso complicado jefe.

-Un individuo así suele tener muchos enemigos, Will. A alguien no le ha sentado bien que quedara en libertad o ha considerado que puede ser peligroso que continúe con vida. Bien veamos que encontramos.

Subió las escaleras, deteniéndose justo en la entrada del dormitorio, el cadáver se encontraba atravesado y de espalda sobre la cama, con las piernas hacia fuera. Observó con detenimiento toda la estancia. Al mover la puerta, debajo de ésta, un pequeño destello llamó su atención. De manera casi inconsciente llevo su mano hasta el ovulo de su oreja izquierda, el pequeño piercing de brillante no estaba. Sin que nadie lo percibiera recogió el pequeño objeto brillante del suelo y lo guardo disimuladamente en el bolsillo de su chaqueta. Después, dirigiéndose a su compañero Will, le dijo.


-Creo que llevas razón, efectivamente esto no va a ser nada fácil. 

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