John Mc Coy se
encontraba sentado junto a la mesa, en medio del pequeño salón. Agitaba
acompasadamente su vaso de whisky, haciendo tintinear los cubitos de hielo que
había en su interior. Al tiempo que escuchaba la noticia que emitía la cadena
de TV CNN. En ella se glosaba la puesta en libertad del magnate local, acusado
de tráfico de armas, su defensa habría esgrimido supuestas irregularidades en
su detención. En la cual, se había producido un tiroteo y fallecido a causa del
mismo cuatro personas, entre ellas la inspectora de policía, Lisa Ridley, de 38
años. Mc Coy no quitaba la vista de su teléfono móvil, situado sobre la mesa,
como si estuviera esperando que este fuera a sonar de un momento a otro. Efectivamente,
solo tardó unos segundos que así sucediera. Mc Coy no se inmutó, con
tranquilidad soltó el vaso sobre la mesa, apagó el televisor y cogió
pausadamente el teléfono.
-Dime Will.
Su semblante no mostró
contrariedad alguna, mientras escuchaba a su interlocutor. Al terminar éste se
limitó a decir solamente.
-Bien, ahora mismo voy.
Se incorporó
tranquilamente, al estirarse para desentumecer los músculos, dejó ver su
corpulencia. Era alto, 43 años, piel morena y rasgos faciales algo toscos.
Frente amplia, nariz ancha y mentón pronunciado. Barba, aparentemente
descuidada, como si llevara varios días sin afeitar, aunque no muy cerrada. El
cabello largo, recogido en una pequeña coleta. Se acomodó el arma que llevaba
adosada a su costado izquierdo, guardó el teléfono y cogió su chaqueta.
Saliendo sin prisas del departamento.
-Hola Will.
-Hola teniente, arriba en el dormitorio. Ha sido limpio, un solo disparo
en la frente. Al parecer con silenciador, pues nadie escuchó nada. Quien quiera
que haya sido sabía lo que hacía. O mucho me temo, o tenemos a la vista un caso
complicado jefe.
-Un individuo así suele tener muchos enemigos, Will. A alguien no le ha
sentado bien que quedara en libertad o ha considerado que puede ser peligroso
que continúe con vida. Bien veamos que encontramos.
Subió las escaleras,
deteniéndose justo en la entrada del dormitorio, el cadáver se encontraba
atravesado y de espalda sobre la cama, con las piernas hacia fuera. Observó con
detenimiento toda la estancia. Al mover la puerta, debajo de ésta, un pequeño
destello llamó su atención. De manera casi inconsciente llevo su mano hasta el
ovulo de su oreja izquierda, el pequeño piercing de brillante no estaba. Sin
que nadie lo percibiera recogió el pequeño objeto brillante del suelo y lo
guardo disimuladamente en el bolsillo de su chaqueta. Después, dirigiéndose a
su compañero Will, le dijo.
-Creo que llevas razón, efectivamente esto no va a ser nada fácil.
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