martes, 18 de marzo de 2014

Hija única, por Maria del Carmen Vega


Era una tarde calurosa de verano, Martina una niña de 8 años, pelirroja, con dos colas bajas, pelo largo, llevaba siempre puesto un uniforme de minifalda y una camisa a cuadros de manga larga blanca que se movía con la brisa. Gafas, inteligente, labios rosas, nariz redonda, ojos celestes, delgada, zapatos negros, calcetines altos y que estudiaba en un instituto cerca de la casa de su abuela.

Era una chica lista, sonriente y siempre dispuesta a ayudar a los demás. También era pecosa y no quería tener novio.

Vivía con sus padres, su padre era electricista, ganaba un sueldo alto. Era delgado con el pelo negro corto, joven de unos 30 años, le gustaba cocinar, no comía mucho, tenía una nariz aguileña  larga, tenía gafas, iba siempre vestido de blanco, ojos marrones, le gustaba ir algunas veces maquillado, tenía los labios finos.

La madre tenía 20 años, era también pelirroja, pecosa y con la piel blanca. Flaca, llevaba pantalones piratas negros, los ojos celestes, llevaba siempre en la mano derecha su anillo de boda que a veces se resbalaba de sus dedos delgados. Era una joven oficinista que trabajaba de noche a día para sacar a su familia adelante y mantenerla.


Su casa era un chalet solitario. Alrededor no tenía vecinos. Tenía césped con plantas aromáticas, alguna que otra hierba alta, una piscina grande, ancha, de la que flotaba un flotador de Martina de cuando tenía 3 años, tenía mucho cloro y el agua siempre estaba limpia y transparente.

Tenía una cochera amplia con tres coches uno para Martina cuando sea más mayorcita, uno de su padre y otro de su madre. Tenía muchas margaritas, claveles, pinos, setos, arboles, higueras, también habían dos palmeras, había mucho césped.

Su casa por dentro tenía un salón amplio con una televisión de 40 pulgadas, cuatro sillones, un ordenador de marca cara de unos 8000 euros, también tenía en las paredes muchos cuadros con fotos de Martina de bebé y de sus padres con sus abuelos más jóvenes.

La cocina era también  amplia, de 70m cuadrados. Había una nevera repleta de carne, leche, huevos, pescado, bebidas alcohólicas, agua de una garrafa de 3L.

Debajo había un congelador, con helados, pescado, marisco, pizza, hamburguesa, un repollo, whisky.

El cuarto de Martina era chica, tenía una cama, un armario, una puerta de madera, en el armario tenía ropa, y también ropa interior guardada, el armario se cerraba con llave, esa llave era chica y se guardaba en una caja chica que estaba en la mesita de noche  guardada donde tenía los collares, las pulseras, los pendientes, etc.

El cuarto de la madre era grande con cortinas, una televisión, con las paredes pintadas de amarillo, una cama de matrimonio, un aire acondicionado, un armario amplio con ropa de mujer, un espejo, chaquetas, faldas, complementos de mujer. La cama de matrimonio tenía unas sábanas azules y una colcha que pesaba. También tenía una almohada visco elástica y una mesita de noche donde ella guardaba sus joyas.

Un día ella y su hija  salieron al parque. El parque era grande, tenía muchos árboles, cacharitos para jugar los niños, también tenía servicios, fuentes y una parte donde los adultos hacían ejercicio. También tenía montañas, y un lado con albero donde iban los perros y gatos a hacer sus necesidades, también tenía fuentes.

Y una parte para fumadores donde depositaban las colillas en una papelera especial.


Cuando Martina terminó de jugar con el niño rubio de ojos claros, con chándal negro y unos botines caros, se fue con su madre a casa.

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