miércoles, 5 de marzo de 2014

Cita con el destino, por José García


Adam consumía lentamente el café que le había servido la camarera, sentado en aquella cafetería alejada junto a la carretera. Cumpliría próximamente 50 años, sus cabellos ya pintaban canas. De mediana estatura, su rostro curtido y su cuerpo eran testigos de una vida de duro trabajo físico.  Tenía el semblante sombrío y parecía estar ajeno a cuanto sucedía a su alrededor. Metió su mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó la fotografía de una bella y alegre joven que representaba no más de 20 años.

En ese momento llamó su atención el Ford-Mustang del 96, que aparcaba junto a la puerta de la cafetería. Era el viejo auto de su amigo Scott, ex marine y de su misma edad, caucasiano y algo más alto que él. Este penetró en la cafetería. Donde se mezclaban los olores del beicon, huevo revuelto o perrito, que depositaban sobre la plancha, trató de orientarse recorriendo con la mirada el local. Adam le hizo una señal con la mano a la que Scott le respondió, dirigiéndose hacia la mesa del fondo donde se encontraba sentado.

-Hola Adam, como te encuentras.
-Siéntate Scott. Ni te imaginas el infierno que arde en mi interior. Desde la muerte de Ellen, su madre, Susan era cuanto me quedaba. La única razón por la que seguí viviendo y trabajando duro, con el objetivo de proporcionarle un futuro seguro.
-Debes pasar página Adam, no harás más que hacerte daño a ti mismo.
-No puedo. Me martillea una y otra vez en la cabeza el horror que tuvo que pasar mi hija, en manos de ese asesino sin escrúpulos. No puedo, sus ojos asustados me persiguen a todas horas. Y yo no pude ayudarla, no estaba allí. Le había prometido a Ellen que la cuidaría siempre.

Quedó pensativo, recordando lo que había sucedido tres meses antes. Susan le llamó aquella tarde para decirle que no la esperase para cenar, que lo haría con unas amigas. Poco podía sospechar que sería la última vez que escucharía su voz, alegre y confiada. Tras tres días desaparecida, su cuerpo se encontró semidesnudo, con signos de violencia y sin vida. Su asesino por “falta de evidencias” y de una defensa jurídica sin escrúpulos y bien pagada, quedaría hoy en libertad.

Scott le puso una mano sobre su hombro, mientras que con la otra le acercaba un paquete.

-Estás seguro de lo que vas hacer.
Adam le miró fijamente a los ojos.
-Jamás he estado tan seguro de algo en toda mi vida. Lo haré aunque sea lo último que haga. No te preocupes por mí. Ni te sientas culpable de nada. De una u otra forma la hubiera conseguido. Esto se lo debo a Susan y a Ellen.


Adam apuró su café, se levantó y dando un golpe en la espalda de Scott, salió despacio pero decidido de aquella cafetería. Tenía una cita con el destino y no estaba dispuesto a faltar a ella.


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