miércoles, 5 de marzo de 2014

Reencarnación, por Sonia Quiveu


-         - ¿Crees que volveremos a ver a papá otra vez?
-          -No lo sé.
-          -¿Sabes?, yo creo que cuando menos lo esperemos, él vendrá.

Nerea miró el perfil infantil de su hermano, solo unos años menor que ella. Su carita pálida, llena de pecas, estaba iluminada por la luz de la luna. Estaban sentados en la hierba, cerca de la casa. Eran más de las doce, y aunque corría un viento húmedo y cargado de rocío, no sentían frío ninguno.

-          -Mamá dice que en realidad viene a vernos siempre, y nos da un beso de buenas noches. -Nerea miró a su hermano con el ceño fruncido. -No deberías creer en esas cosas.-
-          -¡Pero es verdad, ella dice que...!-
-          -Ya basta.

La cara de su hermano se contrajo de pena. Había herido sus sentimientos.


-      - Escucha, no tendría nada en contra de que fuera verdad, yo también deseo volver a verlo, pero no fantaseo con una mentira.

El pequeño bajó la mirada y una pequeña gota brilló con el reflejo de la luz mientras resbalaba por su mejilla.
-       - Es que echo de menos a papá.
-      - Según mamá un día volveremos a estar los cuatro juntos, ¿no?, ¿no te dijo eso? - Intentó animarlo siguiéndole la corriente.

Él asintió con su sonrisa de niño, en sus ojos se veía la esperanza de que así fuera.


Braulio rezaba de rodillas, como todas las noches. Con la mano de Raquel, su mujer, en el hombro.
-       - Vamos, ven a la cama.

Puso la mano sobre la de ella y suspiró. Antes de levantarse dio los besos de costumbre a las dos figuritas de madera talladas que representaban a sus dos hijos.
-       - Es culpa mía que no estén aquí.
-        - No digas eso, no es culpa de nadie, Dios quiso llevárselos.
-      - Sí, pero no debí llevarlos conmigo a esa casa. De haber sabido que ese niño con quien jugaban estaba enfermo, no habría dejado que se acercasen a él.

Abrazó a la esposa y las lágrimas silenciosas mojaron el hombro de Raquel. Ella sabía algo que no podía decir.

Un mensajero le había traído la noticia de que ellos regresarían en un único nacimiento en los próximos meses. Solo debían ponerles sus nombres para reconocerlos en los nuevos rostros. Volverían a estar los cuatro juntos. Aunque ella debía guardar el secreto, igual que había guardado para sí las veces que pudo ver el fantasma del más pequeño de sus bebés vagar por la casa y aprovechar para prometerle que volverían a estar con su padre.

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