miércoles, 19 de marzo de 2014

Nacimiento de una estrella, por Samuel Lara


El brillo de una semilla estelar, viene determinado por la pureza del corazón, aunque el resplandor puede residir hasta en el más oscuro y malvado corazón.

Shiroi Isha era un doctor al que le gustaban las bromas, se le daba bien su profesión y tenía la particular costumbre de llevar al trabajo deportivas. Su actitud estaba llena de sarcasmos hacia los demás, algunos no lo soportaban, pero otros adoraban a ese hombre.

Llegó el día de la operación del señor Shi. Parecía que iba a salir todo como siempre, pero el paciente no estaba por la labor de seguir con vida. Después de una hora, el corazón se paró para siempre, pero entonces, algo salía de la frente del paciente, una flor que brillaba y expulsaba de su interior un pequeño cristal transparente un una esfera de luz en su interior.

El doctor Shiroi podía ver cosas que los demás no, aunque nunca había visto algo tan hermoso salir de una desgracia como pensaba que era la muerte. Una sombra se llevó el cristal.

Años después, el doctor estaba acostumbrado a ver la misma escena, hasta el doce de abril de dos mil trece, cuando un accidente sufrió un grave accidente. Le costaba respirar, la vista estaba borrosa, perdía mucha sangre. Entonces un chico se acercó, levantó las manos cerradas en puños en las que aparecieron dos brazaletes dorados con unas gemas de colores. Dos bolas de luz salieron de las gemas y se adentraron en el cuerpo del doctor, y así, quitarle su semilla estelar, la muerte estaba asegurada pero morir rápido y sin dolor era lo mejor. Su  semilla era blanca en vez de transparente y de ella se desplegaron dos alas.

Ese tipo de semillas existían en la gente que al morir tenía la misión de proteger a los vivos del mundo de la magia, brujas, magos, vampiros, licántropos e incluso las bestias, el híbrido más avanzado.


Ahora el doctor cuida de un grupo de chicos sin que ellos lo sepan proporcionándoles respuestas sobre su naturaleza de bestias.

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