El brillo de una
semilla estelar, viene determinado por la pureza del corazón, aunque el
resplandor puede residir hasta en el más oscuro y malvado corazón.
Shiroi Isha era un
doctor al que le gustaban las bromas, se le daba bien su profesión y tenía la
particular costumbre de llevar al trabajo deportivas. Su actitud estaba llena
de sarcasmos hacia los demás, algunos no lo soportaban, pero otros adoraban a
ese hombre.
Llegó el día de la
operación del señor Shi. Parecía que iba a salir todo como siempre, pero el
paciente no estaba por la labor de seguir con vida. Después de una hora, el
corazón se paró para siempre, pero entonces, algo salía de la frente del
paciente, una flor que brillaba y expulsaba de su interior un pequeño cristal
transparente un una esfera de luz en su interior.
El doctor Shiroi podía
ver cosas que los demás no, aunque nunca había visto algo tan hermoso salir de
una desgracia como pensaba que era la muerte. Una sombra se llevó el cristal.
Años después, el doctor
estaba acostumbrado a ver la misma escena, hasta el doce de abril de dos mil
trece, cuando un accidente sufrió un grave accidente. Le costaba respirar, la
vista estaba borrosa, perdía mucha sangre. Entonces un chico se acercó, levantó
las manos cerradas en puños en las que aparecieron dos brazaletes dorados con
unas gemas de colores. Dos bolas de luz salieron de las gemas y se adentraron
en el cuerpo del doctor, y así, quitarle su semilla estelar, la muerte estaba
asegurada pero morir rápido y sin dolor era lo mejor. Su semilla era blanca en vez de transparente y
de ella se desplegaron dos alas.
Ese tipo de semillas
existían en la gente que al morir tenía la misión de proteger a los vivos del
mundo de la magia, brujas, magos, vampiros, licántropos e incluso las bestias,
el híbrido más avanzado.
Ahora el doctor cuida
de un grupo de chicos sin que ellos lo sepan proporcionándoles respuestas sobre
su naturaleza de bestias.
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