jueves, 4 de diciembre de 2014

Clon, por Samuel Lara



Lo primero que recuerdo es estar en una especie de cilindro de cristal lleno de un líquido extraño y con algunos cables y objetos conectados a mi cuerpo. Aunque esté despierto, esos científicos no hacen más que escribir y observar mi progreso. En una pantalla veo a una criatura pequeña y sus datos. Al parecer, hace tiempo fallaron al crear clones de ese pequeño ser, sin embargo la avaricia humana creó dos clones más fuertes que el original, ambos eran el mismo ser pero cada uno podía cambiar a una forma distinta.

Debo ser otro clon que quieren controlar, pero mi sistema nervioso funciona perfectamente. Algo en mi interior empieza a crecer, una fuerza psíquica que fluye por mi cuerpo. No soy el mismo que antes, la ira me invade y no deja que piense con claridad. Abro mis ojos más que nunca, mis pupilas se hacen más pequeñas y mi cerebro envía un impulso de vuelta a mi organismo. Entonces todo lo conectado a mi cuerpo acaba quemado, como si sufriera una sobrecarga. Desde mi interior una onda energética destruye todo a su paso. No caigo al suelo, sino que empiezo a levitar, esos tipos me han dado más de lo que le dieron a esos clones. Voy hacia los ordenadores, mientras miro con desprecio a los cuerpos de esos humanos que me han hecho esto.

Leo toda la investigación. Soy un huérfano al que raptaron para cambiar mi ADN por el de esa criatura. Entre las habilidades que puedo tener está la de cambiar de forma, pero a más de las que había. También puedo convertirme en cualquier ser y tomar su apariencia. A mi espalda descubro una cola morada que he desarrollado. La furia vuelve a invadir mi alma, que ya no existe.

Unos meses después de salir de aquella cuna, me puse a vivir como un humano, pero también me preparaba para la caza. Ahora controlo toda mi mente y la usaré para acabar con este mundo avaricioso y corrupto. Mi  primer objetivo es destruir a las organizaciones que han trabajado en la clonación de mi ahora progenitor. Me convierto en uno de sus soldados, boina negra y un traje negro con guantes  blancos y un R magenta en el pecho y unas botas blancas. El edificio también tiene la misma R como logotipo de la organización. No tengo interés en ver el lugar, voy directo al despacho del jefe, su nombre es Sakaki. Un hombre alto, corpulento, traje de empresario exitoso que siempre estaba  acariciando a una criatura que parece un felino con una semiesfera en la frente. La viva imagen de un villano, aunque han cambiado las tornas. Me transformo delante de él tomando la forma del ser que nunca atrapó ni logró recrear. Luego tomo la forma de su sucesor, quien le dejó y le odió para toda la eternidad.

Alzo una de mis manos y elevo con mi telequinesis su cuerpo, sin que pueda hacer nada rompo el cristal de su ventana en trozos afilados. Con la otra mano muevo los trozos y los introduzco en su cuerpo, los saco y le curo y repito el proceso varias veces hasta que me suplica que acabe con su vida. Es entonces cuando uso todos los trozos para decapitarle. Salgo del edificio y lo hago explotar, ahora toca la siguiente organización. Pero después quién sabe si tendré que asesinar a más gente, lo cierto es que me hace sentir eufórico.


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