miércoles, 3 de diciembre de 2014

Dead or alive, por José García



Henry era un joven generoso y sincero con una gran rapidez mental, sabía leer y escribir, era extrovertido, lo que unido a su carácter alegre caía bien a todos con los que trataba y que terminaba por contagiar con su estado emocional de júbilo. Creo que si hubiera que definir con una imagen la personalidad de Henry, ésta sería aquella que protagonizó al huir de la vigilancia de Pat Garrett, cuando montó de un salto al caballo que le tenían preparado, éste relinchó y se levantó sobre sus patas traseras, Henry le espoleó y salió rápido a todo galope, con la caballera al aire y blandiendo su sombrero con la mano derecha gritó en perfecto español ¡Gracias amigos! Se lo dedicaba a la comunidad hispana que le ayudaba a escapar de esa comprometida situación. Era un espíritu libre, indomable, lleno de fuerza y vida.   
 Henry Mc Carty era hijo de emigrantes irlandeses, que llegaron a EE.UU. huyendo de la hambruna en Europa, nació en un insalubre y violento barrio neoyorquino a finales de 1859. Buscando mejores oportunidades llegaron hasta Silver City (Nuevo México), una tosca ciudad, con una mezcolanza de anglosajones, hispanos e indios, todos atraídos por el resplandor de los yacimientos de plata. Pronto quedó huérfano, y junto a su hermano pequeño Joseph, tuvo que ganarse y abrirse paso en la vida. Abandonó la escuela aunque no perdía oportunidad de dedicar tiempo a la lectura de historias y aventuras de grandes guerreros y bandidos, le encantaba la música y la cultura hispana, de los que aprendió el español y jugar al monte. Al mismo tiempo era impulsivo y rebelde que no tenía miedo a enfrentarse a gentes más fuerte.  

Cumplido los dieciséis años su estado afectivo y sensitivo era de un joven inquieto y despierto, con gran procacidad y una aguda capacidad persuasiva, que acompañaba de una charla de vértigo. Cualidad de la que hizo gala para hacer amigos, pero también para salir airoso de situaciones comprometidas, como ocurrió en su fuga de la cárcel en Silver City, convenciendo al sheriff de la localidad para que le dejara limpiar un pasillo que conducía a su celda y aprovechando la situación para fugarse.

Llegó a Arizona donde estuvo trabajando en un rancho, aprendió a marcar reses, cabalgar y manejar el lazo, también se familiarizó con las armas, el revólver y el rifle, que manejaba con gran facilidad con ambas manos. Todo lo realizaba desarrollando una gran vitalidad y de forma pasional; Henry llegó a decir en alguna ocasión; “La vida es una aventura y la necesidad de sentir continuas y nuevas sensaciones, por lo que hay que vivirla con pasión”. Esta concepción, en maneras y sentimientos del estado de euforia, le ayudó a liberar tensiones y generar un ambiente más seductor y próximo, pero también le confirió la capacidad para soportar el dolor y las adversidades. 

Así congenió rápido con John Tunstall, hombre joven, animoso y soñador como él,  dándole la oportunidad de trabajar en su rancho, también consiguió ganarse a sus compañeros gracias a su sentido del humor y optimismo como por su abnegado esfuerzo en el trabajo, pues mientras otros bebían en el saloon, él continuaba su labor en los campos y cuidado de las reses. Al anochecer y alrededor de la hoguera compartía animadamente con los hispanos, pues hablaba fluidamente español, gustaba de su música y era un buen bailarín, por lo que tenía cierto éxito entre las chicas, así entre sonido mariachero de las rancheras y otras músicas populares se divertían antes de descansar la noche.

Pero con el mismo ímpetu y energía respondía a quien le agredía. No le tembló la mano cuando, en defensa propia, disparó por primera vez hiriendo de muerte a aquel herrero fornido que le insultaba y golpeaba. O cuando abatió a tiros en plena calle al corrupto sheriff Brady, o a los dos asesinos de su amigo John.

Henry jamás asaltó trenes ni bancos, él era un luchador en un tiempo y lugar en el que la violencia y las armas imponían su ley, no tardando en tomar partido del lado del oprimido combatiendo contra el malo y el corrupto. Tenía el cabello castaño claro, vivos y expresivos ojos azules, vestía ropa sencilla pero limpia, camisa blanca, levita negra, pantalones oscuros, botas y sombrero; aunque su escaza corpulencia, juventud y la ausencia casi total de barba le hicieron ganar el sobrenombre de “The Kid”. 

Buscando seguridad cruzó Rio Grande, durante el tiempo que estuvo allí tuvo la oportunidad de hacer realidad uno de sus sueños, enamorarse de una bella joven de grandes ojos negros, Paulita. Al cabo de unos meses ya esperaban un bebé, pero Pat Garrett, tras su fuga de Silver City, no había dado por terminada la partida, y esperaba paciente la oportunidad, como así fue. Cuando en una ocasión visitaban al hermano de Paulita al otro lado de Rio Grande, Garrett de forma traicionera, ocultándose en las sombras y oscuridad de la noche, acabó de un disparo con Henry.

Aquella noche Garrett, mató a un joven, tenia veintiún años, pero nació la leyenda de “Billy the Kid” y éstas nunca mueren. Siempre quedará el recuerdo de un joven sonriente, afectivo, cabalgando hacía un horizonte enrojecido, buscando nuevas rutas que le llevaran a nuevas aventuras donde hacer realidad sus sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario