Henry era un joven
generoso y sincero con una gran rapidez mental, sabía leer y escribir, era
extrovertido, lo que unido a su carácter alegre caía bien a todos con los que
trataba y que terminaba por contagiar con su estado emocional de júbilo. Creo
que si hubiera que definir con una imagen la personalidad de Henry, ésta sería
aquella que protagonizó al huir de la vigilancia de Pat Garrett, cuando montó
de un salto al caballo que le tenían preparado, éste relinchó y se levantó
sobre sus patas traseras, Henry le espoleó y salió rápido a todo galope, con la
caballera al aire y blandiendo su sombrero con la mano derecha gritó en
perfecto español ¡Gracias amigos! Se
lo dedicaba a la comunidad hispana que le ayudaba a escapar de esa comprometida
situación. Era un espíritu libre, indomable, lleno de fuerza y vida.
Henry Mc Carty era hijo
de emigrantes irlandeses, que llegaron a EE.UU. huyendo de la hambruna en
Europa, nació en un insalubre y violento barrio neoyorquino a finales de 1859.
Buscando mejores oportunidades llegaron hasta Silver City (Nuevo México), una
tosca ciudad, con una mezcolanza de anglosajones, hispanos e indios, todos
atraídos por el resplandor de los yacimientos de plata. Pronto quedó huérfano,
y junto a su hermano pequeño Joseph, tuvo que ganarse y abrirse paso en la vida.
Abandonó la escuela aunque no perdía oportunidad de dedicar tiempo a la lectura
de historias y aventuras de grandes guerreros y bandidos, le encantaba la
música y la cultura hispana, de los que aprendió el español y jugar al monte.
Al mismo tiempo era impulsivo y rebelde que no tenía miedo a enfrentarse a
gentes más fuerte.
Cumplido los dieciséis
años su estado afectivo y sensitivo era de un joven inquieto y despierto, con
gran procacidad y una aguda capacidad persuasiva, que acompañaba de una charla
de vértigo. Cualidad de la que hizo gala para hacer amigos, pero también para
salir airoso de situaciones comprometidas, como ocurrió en su fuga de la cárcel
en Silver City, convenciendo al sheriff de la localidad para que le dejara
limpiar un pasillo que conducía a su celda y aprovechando la situación para
fugarse.
Llegó a Arizona donde
estuvo trabajando en un rancho, aprendió a marcar reses, cabalgar y manejar el
lazo, también se familiarizó con las armas, el revólver y el rifle, que
manejaba con gran facilidad con ambas manos. Todo lo realizaba desarrollando
una gran vitalidad y de forma pasional; Henry llegó a decir en alguna ocasión; “La vida es una aventura y la necesidad de
sentir continuas y nuevas sensaciones, por lo que hay que vivirla con pasión”.
Esta concepción, en maneras y sentimientos del estado de euforia, le ayudó a
liberar tensiones y generar un ambiente más seductor y próximo, pero también le
confirió la capacidad para soportar el dolor y las adversidades.
Así congenió rápido con
John Tunstall, hombre joven, animoso y soñador como él, dándole la oportunidad de trabajar en su
rancho, también consiguió ganarse a sus compañeros gracias a su sentido del
humor y optimismo como por su abnegado esfuerzo en el trabajo, pues mientras
otros bebían en el saloon, él continuaba su labor en los campos y cuidado de
las reses. Al anochecer y alrededor de la hoguera compartía animadamente con
los hispanos, pues hablaba fluidamente español, gustaba de su música y era un
buen bailarín, por lo que tenía cierto éxito entre las chicas, así entre sonido
mariachero de las rancheras y otras músicas populares se divertían antes de
descansar la noche.
Pero con el mismo ímpetu
y energía respondía a quien le agredía. No le tembló la mano cuando, en defensa
propia, disparó por primera vez hiriendo de muerte a aquel herrero fornido que
le insultaba y golpeaba. O cuando abatió a tiros en plena calle al corrupto
sheriff Brady, o a los dos asesinos de su amigo John.
Henry jamás asaltó trenes
ni bancos, él era un luchador en un tiempo y lugar en el que la violencia y las
armas imponían su ley, no tardando en tomar partido del lado del oprimido
combatiendo contra el malo y el corrupto. Tenía el cabello castaño claro, vivos
y expresivos ojos azules, vestía ropa sencilla pero limpia, camisa blanca,
levita negra, pantalones oscuros, botas y sombrero; aunque su escaza
corpulencia, juventud y la ausencia casi total de barba le hicieron ganar el
sobrenombre de “The Kid”.
Buscando seguridad cruzó
Rio Grande, durante el tiempo que estuvo allí tuvo la oportunidad de hacer
realidad uno de sus sueños, enamorarse de una bella joven de grandes ojos
negros, Paulita. Al cabo de unos meses ya esperaban un bebé, pero Pat Garrett,
tras su fuga de Silver City, no había dado por terminada la partida, y esperaba
paciente la oportunidad, como así fue. Cuando en una ocasión visitaban al
hermano de Paulita al otro lado de Rio Grande, Garrett de forma traicionera,
ocultándose en las sombras y oscuridad de la noche, acabó de un disparo con
Henry.
Aquella noche Garrett,
mató a un joven, tenia veintiún años, pero nació la leyenda de “Billy the Kid”
y éstas nunca mueren. Siempre quedará el recuerdo de un joven sonriente,
afectivo, cabalgando hacía un horizonte enrojecido, buscando nuevas rutas que
le llevaran a nuevas aventuras donde hacer realidad sus sueños.
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