¿Qué hago aquí?
Esto es una locura, qué insensato, casi no puedo
respirar y las ampollas están a punto de reventar. Me duele…creo que me estoy
quemando la cara. Ay… pienso en mi preciosa Aida, descalza sobre la blanca sal
de nuestro lago rosado y en esa lágrima escapándose de la cárcel cristalina de
sus bellos ojos. Debo estar más perturbado de lo que creía al haberla dejado
allí. ¿Cuánto quedará aún hasta llegar al puerto? El ruido es espantoso, ruego a Alá que este trasto no se canse, que
llegue a Tánger de una vez. No puedo girarme para mirar mi muñeca y ver qué
hora es, aunque da igual, no podría rezar ni comer, debo estar quieto, lo único que puedo
hacer es pensar en lo que dejo atrás, mi madre, su oscura piel cuarteada por el
calor sofocante de la salina pero capaz todavía de infundir esperanza en las
almas de sus hijos. ¡Que Alá la proteja! ¿Volveré a sentarme alguna vez en torno a una
fuente de mafé con mis hermanos? El olor a carne cocida en aceite de cacahuete y
el arroz… Ojalá valga la pena todo esto.
El camión se ha parado. ¿Habremos llegado ya? Creo
que alguien se acerca, si, le pide la documentación al conductor, grita
demasiado, es la policía y estoy oyendo la palabra Tánger, hemos llegado a
Tánger, Alá es bondadoso, gracias Alá, por favor que no me encuentren.
Ha pasado ya un buen rato y nada se mueve, yo
tampoco podría moverme, parece que nunca podré ponerme en pie, mi corazón
galopa sin freno en mi pecho, el pánico se apodera de mí por eso creo que
gritaré, gritaré hasta que me oigan y me saquen de aquí antes de que muera,
pero…Veo el reflejo de una luz verde, debe ser la señal que autoriza el
embarque, me dijeron que sería así, la policía pediría los papeles,
registrarían el camión y luego si todo iba bien, el camión embarcaría rumbo a !Algeciras! Alá es grande!
Siento las olas meciendo el barco…Este barco será
enorme, no como los que pescan en el lago rosado. Una vez soñé con un barquito
sobre las aguas rosa brillante del lago. El barquito tenía pintados en la quilla
los nombres de Moussa y Aida, nuestros nombres, alguna vez puede que ese sueño
se cumpla, cuando vuelva a Senegal.
¿Estoy oyendo Algeciras? Sí, estamos aquí en la puerta de occidente, donde se cumplen los
sueños, donde se come todos los días tres veces, donde te curan si te pones
enfermo, donde puedes trabajar y mandar
dinero a tu familia, donde…¿Qué pasa?
A Mussa, le sacaron de los bajos del camión con las
rodillas y los codos agarrotados, la cara quemada y la desilusión ocupando la
nobleza de su mirada. Le dieron una manta roja, un paquete de galletas y lo
devolvieron a la desesperanza.
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