lunes, 18 de noviembre de 2013

El Viaje, por Carmen Gómez Barceló


¿Qué hago aquí?

Esto es una locura, qué insensato, casi no puedo respirar y las ampollas están a punto de reventar. Me duele…creo que me estoy quemando la cara. Ay… pienso en mi preciosa Aida, descalza sobre la blanca sal de nuestro lago rosado y en esa lágrima escapándose de la cárcel cristalina de sus bellos ojos. Debo estar más perturbado de lo que creía al haberla dejado allí. ¿Cuánto quedará aún hasta llegar al puerto? El ruido es espantoso,  ruego a Alá que este trasto no se canse, que llegue a Tánger de una vez. No puedo girarme para mirar mi muñeca y ver qué hora es, aunque da igual, no podría rezar ni  comer, debo estar quieto, lo único que puedo hacer es pensar en lo que dejo atrás, mi madre, su oscura piel cuarteada por el calor sofocante de la salina pero capaz todavía de infundir esperanza en las almas de sus hijos. ¡Que Alá la proteja!  ¿Volveré a sentarme alguna vez en torno a una fuente de mafé  con mis hermanos? El  olor a carne cocida en aceite de cacahuete y el arroz… Ojalá valga la pena todo esto.

El camión se ha parado. ¿Habremos llegado ya? Creo que alguien se acerca, si, le pide la documentación al conductor, grita demasiado, es la policía y estoy oyendo la palabra Tánger, hemos llegado a Tánger, Alá es bondadoso, gracias Alá, por favor que no me encuentren.

Ha pasado ya un buen rato y nada se mueve, yo tampoco podría moverme, parece que nunca podré ponerme en pie, mi corazón galopa sin freno en mi pecho, el pánico se apodera de mí por eso creo que gritaré, gritaré hasta que me oigan y me saquen de aquí antes de que muera, pero…Veo el reflejo de una luz verde, debe ser la señal que autoriza el embarque, me dijeron que sería así, la policía pediría los papeles, registrarían el camión y luego si todo iba bien, el camión embarcaría rumbo a !Algeciras! Alá es grande!

Siento las olas meciendo el barco…Este barco será enorme, no como los que pescan en el lago rosado. Una vez soñé con un barquito sobre las aguas rosa brillante del lago. El barquito tenía pintados en la quilla los nombres de Moussa y Aida, nuestros nombres, alguna vez puede que ese sueño se cumpla, cuando vuelva a Senegal.

¿Estoy oyendo Algeciras?  Sí, estamos aquí en  la puerta de occidente, donde se cumplen los sueños, donde se come todos los días tres veces, donde te curan si te pones enfermo, donde puedes trabajar y  mandar dinero a tu familia, donde…¿Qué pasa?


A Mussa, le sacaron de los bajos del camión con las rodillas y los codos agarrotados, la cara quemada y la desilusión ocupando la nobleza de su mirada. Le dieron una manta roja, un paquete de galletas y lo devolvieron a la desesperanza.

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