sábado, 30 de noviembre de 2013

Duelo de titanes, por Matilde López de Garayo.


-Pero mamá es mío, ¿Porqué tengo que dárselo?- Refunfuña por enésima vez la cría de cinco años. Sus ojos negros y vivos expresan no sólo la contrariedad sino la rabia contenida.

 A Carmela está a punto de que se le salten las lágrimas. No comprende por que  tiene que desprenderse de uno de sus juguetes favoritos. Para ella, Puchi es su compañero de baño, con él juega hasta que se enfría el agua y empieza a tiritar. Al patito de plástico duro se le han borrado las línea negras que le señalaban las alas plegadas, el pico hace tiempo que dejó de ser naranja y el amarillo chillón se ha convertido en un amarillo apagado. Tiene un agujero en el fondo por donde le entra agua, Carmela lo pone boca abajo, lo aprieta y lo suelta, con una gran técnica adquirida de la experiencia hasta que se llena y después lo apretuja entre sus dos manos dirigiendo el chorrito a cualquier parte de su cuerpo.

Hoy se le ha antojado a Mª Mar, sobre todo desde que su prima le confesó que era uno de sus juguetes preferidos. No hay que decir que esta niña está un poco consentida y al ser dos años mayor que la pequeña  ejerce un poder sobre ella que ninguna de las madres respectivas se dan cuenta. Además la madre de Carmela se siente en deuda con su hermano, ya que le ha conseguido un trabajo a su marido. La prima mayor no desea para nada ese juguete descolorido, sólo le quiere hacer daño a Carmela. Todos sabemos lo crueles que pueden llegar a ser los niños.
Por su parte la dueña del patito se siente totalmente indefensa por todas las ocasiones en que se ha sentido tratada injustamente, pero esta vez se resiste.

 -Mamá le doy otro, pero a Puchi no, mamá, ¡Por favor!- Al fondo se oye  a su prima chillando despectivamente- ¡Me ha dicho que no lo quería!  y yo lo voy a tratar muy bien, no como ella- Y  se cruza de brazos poniendo cara de determinación. Piensa que se va a salir otra vez con la suya y se regodea de su futuro éxito.

-Carmela, no sea antojadiza, si sólo es un juguete viejo- Responde la madre
–¡No es viejo!- Chilla la niña como si le hubieran insultado y pone las manos en jarras intentando retar a la madre.
-Mira Carmela, se me está acabando la paciencia. ¡Haz el favor de dárselo! – Cuando ve que a su hija le empiezan a temblar los mofletes le chilla -¡Y no llores como una niña chica! ¡Dáselo ya! O te castigo

Mª del Mar se ha acercado a Carmela con cara de mosquita muerta y le tira de la manga exigiendo su trofeo. En esos momentos Carmela le tiraría de los rizos tan cursi, la pisotearía, pero gimoteando se dirige al cuarto de baño, donde se encuentra el culpable rodeado de jabones y esponjas. Delante va su prima que anda con paso marcial, incluso se vuelvela cara de desesperada de su prima. La pequeña está horrorizada pensando que le van a arrebatar a su compañero de juegos acuáticos y piensa que es el  momento de actuar ¡Ahora o nunca!. Se sube la manga, coge el patito, abre el retrete y lo tira, acto seguido lo recoge y chorreando se lo tiende a su prima.
-¿Qué  has hecho? ¡Cochina! Y retira la mano colocándosela detrás a modo de protección, se da media vuelta y corre a chivatearse, escandalizada.

-¡Máma!, ¡Titaaaaaaaaa!, lo ha tirado al retrete – E intenta llorar para que se le note el fingido dolor. Carmela rodea con cariño al pato con la toalla, lo seca con rapidez , y se dirige a la habitación donde se encuentran la madre y la tía intentando comprender lo que les quiere decir su prima lloriqueando con chilliditos histéricos más de rabia que de otra cosa.
-¡Carmela! ¿Has tirado el pato al retrete? –Pregunta la madre mirándole a  los ojos. La niña ve de reojo a su prima, que la encuentra feísima ya que está todo colorada y con la cara desencajada y le tiende la mano con el juguete  –Toma a Puchi. –  A la vez  que mira a la madre con cara de ángel, como si fuera el ángel más ángel del cielo y le contesta- ¡No! No mamá , eso es una cochinada.

-Cógelo Mar –le insta la tía a su hija. Mª del Mar, con cara de asco lo rechaza, ni osa tocarlo. La madre ha perdido la paciencia y le chilla –¡Qué lo cojas! -Ahora la niña si llora de verdad, y sale huyendo, con los rizos flotando al viento.

Las madres se miran extenuadas por la rabieta de las primas, mueven la cabeza de incomprensión y se encogen los hombros. Son cosas de niñas, y dan por terminada la discusión.

Carmela prudente y con voz baja se atreve a preguntar- ¿Me lo puedo llevar?
-Si hija llévatelo y no aparezcas por aquí en un rato. ¡Pues no me han dado dolor de cabeza!  -Le comenta a su cuñada.

Carmela se siente bien, no habrá ganado la guerra pero si esta batalla.

Cuando se acuesta se queda dormida con una sonrisa en los labios y esta noche  Puchi sin lavar ni nada, cambia la compañía de jabones y esponjas perdiéndose entre  las sábanas de la niña. 

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