Hace algo más de una
semana sentí algo extraño mientras dormía. Imaginé que mi hija se subía a la
cama, como acostumbraba a hacer. Me quise volver para decirle que su cuarto era
el de enfrente cuando la oí en su propia habitación, dándose la vuelta y
haciendo el ruido que suele provocar cuando se mueve de un lado a otro. Así que
supe que no era ella la que estaba colocando las rodillas sobre el colchón y se
aupaba para acostarse a mi lado. Pero tal como se acostó la sensación
desapareció.
Una semana y media
después volví a sentir lo mismo; sus rodillas sobre el colchón y su cuerpecito
deslizándose hasta acostarse tras de mí, cogiéndome la mano y llevándola hasta
ella.
Abrí los ojos para
decirle algo y caí inmediatamente en que mi hija no era. Mi mano estaba
suspendida en el aire, sujeta por algo o alguien, esa niña quizás. Y creo saber
de quién puede tratarse. De una pequeña que meses atrás vi a mi lado, horas
después de haberle dado el pésame a un abuelo por su nieta en mi lugar de
trabajo. Me pregunto si no se habrá venido conmigo, sintiéndose sola y perdida
en un mundo que no conoce, que cualquier pequeño desconocería y en el que se
sentiría aislado.
Desde el principio no
me ha importado que esté ahí el tiempo que necesite, no hace nada malo. Pero
como pequeña que es, también quiere jugar y siente curiosidad.
Días antes de que
cogiera mi mano, mi hija me miró mientras estábamos sentadas para decirme: - Mamá,
alguien me ha tocado el pie - No quise darle importancia, pero posteriormente
también lo hizo conmigo.
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