Todos estaban mirando al cielo: hacía tres meses que
no llovía. Y todos dependían del agua para explotar sus cultivos. Eran
campesinos y no sabían hacer otra cosa que sacarle el fruto a sus tierras. Pero
no siempre las circunstancias climatológicas lo propiciaban.
En
aquella zona de Sichuán no estaban acostumbrados a nadar en la abundancia, y
la hambruna empezaba a ser más una realidad que una amenaza.
La
delgadez de los delicados cuerpos de un grupo de niños se dibujaba en el horizonte.
Venían de pasar la tarde con sus correrías infantiles, ajenos en cierto modo a
la desdicha de sus mayores.
También
se fijaron ellos en la nube negra que pendía del cielo, esperando que se
deshiciese en cualquier momento. Pero nada parecía pasar, como de costumbre.
De
pronto se abrió la nube y se dejó ver una luz intensa e intermitente. Quedaron
cegados. Un artefacto desplegaba unas palas que giraban en círculo. Una escala
se deslizó por una compuerta. Algo que parecía humano empezó a descender. Iba
envuelto en un azul que parecía agua…
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