miércoles, 6 de noviembre de 2013

Lluvia, por José Manuel Rodríguez de Haro.



Todos estaban mirando al cielo: hacía tres meses que no llovía. Y todos de­pendían del agua para explotar sus cultivos. Eran campesinos y no sabían hacer otra cosa que sacarle el fruto a sus tierras. Pero no siempre las circunstancias climatológicas lo propiciaban.

En aquella zona de Sichuán no estaban acostumbrados a nadar en la abundan­cia, y la hambruna empezaba a ser más una realidad que una amenaza.

La delgadez de los delicados cuerpos de un grupo de niños se dibujaba en el horizonte. Venían de pasar la tarde con sus correrías infantiles, ajenos en cierto modo a la desdicha de sus mayores.

También se fijaron ellos en la nube negra que pendía del cielo, esperando que se deshiciese en cualquier momento. Pero nada parecía pasar, como de costumbre.


De pronto se abrió la nube y se dejó ver una luz intensa e intermitente. Queda­ron cegados. Un artefacto desplegaba unas palas que giraban en círculo. Una escala se deslizó por una compuerta. Algo que parecía humano empezó a descender. Iba en­vuelto en un azul que parecía agua…

No hay comentarios:

Publicar un comentario