jueves, 7 de noviembre de 2013

Vivero, por Carmen Gómez Barceló.


El “Estado Vivero” cumplía las normas dictadas. Era un lugar modélico, hermoso y tranquilo donde se podía vivir en paz y la amabilidad de su gente hacía que el visitante se encontrara mejor aún que en su propia casa.
Todo acontecía según lo previsto.Los niños se dirigían a sus aulas, cada uno al lugar que tenía asignado. Era realmente complicado que los chiquillos coincidieran con sus amigos en sus clases ya que una vez clasificados, eran separados y ubicados donde correspondía según la etiqueta que Isaac les había colocado. Esta situación que al principio les resultaba  bastante penosa, con el tiempo les iba pareciendo totalmente normal.

Isaac era conocido por su paciencia infinita y su capacidad de observación, dones que le habilitaban  para la misión que tenía encomendada, distribuir el material  humano  según lo establecido: Sujetos de clase “A”, los que hacen puzles, leen y escriben desde los 2 años. Sujetos de clase “B”, los inconscientes. Sujetos de clase “C”, los inadaptados.

Al cabo de los años el “Estado Vivero” inesperadamente perdió la armonía y la calma que le caracterizaba para convertirse en un país convulso donde el desorden y el caos campaban a sus anchas. El silencio dio paso a un ruido ensordecedor  que ocupaba el aire. Los rostros  amables y cordiales de los vivereños se tornaron  coléricos y exacerbados y la paz terminó.

Isaac no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Se encontraba inmóvil en el centro de la calle principal  haciendo su trabajo, observando todo lo que ocurría, cuando le pareció ver a un sujeto de clase “A” totalmente fuera de contexto entre la caterva. La visión impactó en su ordenado intelecto desorientándolo por unos segundos. Seguidamente ojeó la pulsera de grafeno incrustada en su muñeca donde la pictografía verde fosforescente daba cuenta de las catastróficas consecuencias económicas derivadas del error de seguridad del sistema.

Aunque no era normal en él, Isaac esbozó un amago de sonrisa, se desprendió de la pulsera y pensó, "El caos al fin."


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