miércoles, 6 de noviembre de 2013

Un trocito pequeño y anónimo de historia, por José García.


Cae la tarde, desde hace unos minutos se siente una inquietante o tensa calma en todos los alrededores de la Macarena, cuando dan las ocho y como si de una sola persona se tratase, de todas las calles adyacentes fluye gentes, cercano a los dos centenares, y se agrupan al inicio de Resolana e inmediatamente se ponen en marcha, dirección Ronda de Capuchinos, a gritos de libertad, contra el régimen y a su estado policial. En el momento de agruparse, a los dos (a mi amigo y a mí), nos pilló de manera que nos encontramos al frente de la manifestación. Habíamos avanzado solamente unas decenas de metros, las manifestaciones solían durar como mucho unos minutos, cuando apareció con estruendo un autobús gris cruzándose en la calzada a la altura del vivero que hay junto a la muralla; del citado autobús comenzaron a bajar a toda prisa “grises” con porras en mano y casco, desde atrás nos animaban gritando “aguantad” “aguantad,” mientras veíamos venir hacia nosotros totalmente crispados a los “grises.” 

De pronto, y cuando ya llegaban a nuestra altura los primeros policías, todo quedó en silencio ya no se escuchaban los gritos animando a mantener la marcha, volvimos la cabeza y nadie quedaba tras de nosotros, solo tuvimos el tiempo justo de salir corriendo con la suerte de encontrarnos a la altura de uno de los postigos de la muralla y pudimos, a través de él, escapar, mi compañero, dos manifestantes más, un chico y una chica y yo, corrimos sin mirar atrás hasta meternos del tirón en una “taberna” que había en unas casas anexa a la muralla, cerca del Arco, estaba llena por lo que no solamente nosotros tuvimos la idea. Por un rato estuvimos temiendo que la policía entrara y desalojara la citada “taberna,” tomamos cerveza y caracoles esperando que se tranquilizara la situación en la calle. Pasado un rato salimos con cierta cautela y aunque todo parecía normal, en el suelo permanecían aun algunas de las octavillas que se habían tirado durante la corta manifestación y la vigilancia policial se mantenía en la zona, entre otras cuestiones, evitando que alguien pudiera coger alguna octavilla antes que las retiraran. Despacio y sin llamar la atención nos alejamos de la zona, quedando para  la mañana siguiente en el cementerio.

Es julio de 1968, el movimiento obrero va en auge y la negociación colectiva es un arma que en manos de los trabajadores está mejorando las condiciones de vida y trabajo de los trabajadores, se han producido paros y movilizaciones en la construcción de Sevilla, en el campo (zona del canal) en Rinconada y en empresas como CASA y SACA.

El lunes 15 en la factoría de FASA, ubicada en San Jerónimo, como todos los días a las 11 h (tiempo de descanso) se reunían para comentar como iban las negociaciones del Convenio Colectivo, un grupo de trabajadores amedrentados por la empresa trataron de romper abandonando la reunión, otros trataron de impedirlo y la policía siempre presente interviene deteniendo al trabajador que estaba informando al conjunto, pese al intento por impedirlo de los compañeros. Cuando todo se disuelve un trabajador se desvanece y muere en el instante de un infarto tenía 25 años.


Los dos centenares de la tarde anterior se habían convertido en varios miles las personas que esta mañana, desde el inicio de la calle Sánchez Pizjuán y por toda la alameda central acompañaron en silencio al trabajador fallecido y a sus compañeros, que lo portaron a hombros hasta el cementerio. Después de darle sepultura se pronunciaron palabras en su memoria, la respiración era entrecortada, la emoción contenida, solo rota por algún sentimiento imposible de sostener. La vuelta se desarrolló igual que la ida, varios miles de personas todas en silencio unidas por el dolor marchaban hacia la Macarena, la policía no se atrevió a intervenir, hasta llegar al inicio de la calle Sánchez Pizjuán, donde el teniente al frente y a través del megáfono comunicó que debíamos terminar y disolvernos, así lo hicimos en homenaje al compañero fallecido y convencidos que se estaba escribiendo una página de la historia del movimiento obrero en Sevilla y en el reconocimiento de los derechos humanos y democráticos. 

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