Cae la tarde, desde
hace unos minutos se siente una inquietante o tensa calma en todos los
alrededores de la Macarena, cuando dan las ocho y como si de una sola persona
se tratase, de todas las calles adyacentes fluye gentes, cercano a los dos
centenares, y se agrupan al inicio de Resolana e inmediatamente se ponen en
marcha, dirección Ronda de Capuchinos, a gritos de libertad, contra el régimen
y a su estado policial. En el momento de agruparse, a los dos (a mi amigo y a
mí), nos pilló de manera que nos encontramos al frente de la manifestación.
Habíamos avanzado solamente unas decenas de metros, las manifestaciones solían
durar como mucho unos minutos, cuando apareció con estruendo un autobús gris
cruzándose en la calzada a la altura del vivero que hay junto a la muralla; del
citado autobús comenzaron a bajar a toda prisa “grises” con porras en mano y
casco, desde atrás nos animaban gritando “aguantad” “aguantad,” mientras
veíamos venir hacia nosotros totalmente crispados a los “grises.”
De pronto, y
cuando ya llegaban a nuestra altura los primeros policías, todo quedó en silencio
ya no se escuchaban los gritos animando a mantener la marcha, volvimos la
cabeza y nadie quedaba tras de nosotros, solo tuvimos el tiempo justo de salir
corriendo con la suerte de encontrarnos a la altura de uno de los postigos de
la muralla y pudimos, a través de él, escapar, mi compañero, dos manifestantes
más, un chico y una chica y yo, corrimos sin mirar atrás hasta meternos del
tirón en una “taberna” que había en unas casas anexa a la muralla, cerca del
Arco, estaba llena por lo que no solamente nosotros tuvimos la idea. Por un
rato estuvimos temiendo que la policía entrara y desalojara la citada “taberna,”
tomamos cerveza y caracoles esperando que se tranquilizara la situación en la
calle. Pasado un rato salimos con cierta cautela y aunque todo parecía normal,
en el suelo permanecían aun algunas de las octavillas que se habían tirado
durante la corta manifestación y la vigilancia policial se mantenía en la zona,
entre otras cuestiones, evitando que alguien pudiera coger alguna octavilla
antes que las retiraran. Despacio y sin llamar la atención nos alejamos de la
zona, quedando para la mañana siguiente
en el cementerio.
Es julio de 1968, el
movimiento obrero va en auge y la negociación colectiva es un arma que en manos
de los trabajadores está mejorando las condiciones de vida y trabajo de los
trabajadores, se han producido paros y movilizaciones en la construcción de
Sevilla, en el campo (zona del canal) en Rinconada y en empresas como CASA y
SACA.
El lunes 15 en la
factoría de FASA, ubicada en San Jerónimo, como todos los días a las 11 h
(tiempo de descanso) se reunían para comentar como iban las negociaciones del
Convenio Colectivo, un grupo de trabajadores amedrentados por la empresa
trataron de romper abandonando la reunión, otros trataron de impedirlo y la
policía siempre presente interviene deteniendo al trabajador que estaba
informando al conjunto, pese al intento por impedirlo de los compañeros. Cuando
todo se disuelve un trabajador se desvanece y muere en el instante de un
infarto tenía 25 años.
Los dos centenares de
la tarde anterior se habían convertido en varios miles las personas que esta
mañana, desde el inicio de la calle Sánchez Pizjuán y por toda la alameda
central acompañaron en silencio al trabajador fallecido y a sus compañeros, que
lo portaron a hombros hasta el cementerio. Después de darle sepultura se
pronunciaron palabras en su memoria, la respiración era entrecortada, la
emoción contenida, solo rota por algún sentimiento imposible de sostener. La
vuelta se desarrolló igual que la ida, varios miles de personas todas en
silencio unidas por el dolor marchaban hacia la Macarena, la policía no se
atrevió a intervenir, hasta llegar al inicio de la calle Sánchez Pizjuán, donde
el teniente al frente y a través del megáfono comunicó que debíamos terminar y
disolvernos, así lo hicimos en homenaje al compañero fallecido y convencidos
que se estaba escribiendo una página de la historia del movimiento obrero en
Sevilla y en el reconocimiento de los derechos humanos y democráticos.
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