lunes, 11 de noviembre de 2013

La última cita, por Carmen García Vázquez



Hoy el encargo era una mujer de unos cuarenta y cinco años, soltera, cajera de un banco, atractiva pero con evidencias del paso del tiempo en su cuello y ojos con mirada profundamente triste.

El jefe le había dado instrucciones concretas, como siempre hacia, sobre la hora y lugar de encuentro. Justo en la esquina de la 42 con la 6ª a las 17:52.

Angie se alisó el vestido negro y se calzó los zapatos también negros. Consideraba muy atípico e incluso inapropiado ese uniforme pero había sido así desde que llegó. Sus compañeros masculinos vestían también de negro, con abrigos largos hasta los pies, daba igual la estación del año o el hemisferio en que se encontraran.

Emprendió el camino. Mientras se desplazaba no pensaba en nada sentía el viento en la cara y las voces que llenaban su mente, tenía la habilidad de oír los pensamientos de la gente pero todo muy ordenado uno detrás del otro,  había muchas personas que sufrían.

Ya era casi la hora, iba bien de tiempo, a lo lejos divisó a "la mujer" esperando en un paso de peatones a que cambiara el semáforo. Sabía lo justo de ella, lo prefería así, la falta de apego hacía las cosas más fáciles.

Hora punta el tráfico en el centro era caótico, tenía que estar en el momento justo y el lugar indicado eso era innegociable. Le resultaba más fácil hacer su trabajo en edificios y sitios cerrados.

"La mujer" había tenido un día normal como venían siendo sus días desde hacía años, pero hoy en su boca se dibujaba una sonrisa y cierto destello de ilusión en la mirada que incluso sus compañeros apreciaron y así se lo hicieron saber mientras se despedían en la puerta del banco. 

-Vaya Mary hoy estás muy guapa, esa mirada brillante…..¿hay algo que no nos has contado?
-Ya sabéis que mi vida es encefalograma plano, nada nuevo bajo el sol, chicos.

Mary se cerró el abrigo y se puso el sombrero de fieltro para protegerse del frío, ya habían caído unos copos de nieve y seguro que volvería a nevar en breve.

Empezó a caminar  pensando en su próxima cita, y se evadió de ese mundo gris y cetrino que le rodeaba. Cuantas cosas bonitas le había dicho, tan sensible, poético y apasionado. Casi había tirado la toalla cansada de tanta mediocridad cuando él con una frase en el chat logró captar su atención,

“Busco una sonrisa sincera y consecuente, de esas que te visten de los pies a la cabeza. Huyo de las princesas reencarnadas con sonrisa de plástico, escondidas tras recortes de revistas del corazón. Para avispadas y entendidas, no creo en el destino, ni tampoco en los cuentos de hadas......... cosas de caballeros de armadura usada.”

Llevaban 8 días exactamente chateando y aunque no habían hablado personalmente ya conocía el sonido de su voz porque le había enviado un mensaje de audio por whatsapp que le daba esperanzas:

“Se libre, vuela, despierta y deja tu pasado
Liberemos nuestro futuro, liberémoslo
Nadie puede imaginar  cuanto he esperado para poder conquistar tu corazón
Y ahora te digo no temas empezar una aventura con alguien más”

Tenían tantos gustos en común, la música de bandas sonoras, Lisboa, el senderismo, el vino…..Además era atractivo o eso parecía en las fotos y de brazos fuertes, añoraba tanto sentir un abrazo que le envolviera y le reconfortara. 

“Me gustan los hombres que huelen bien y abrazan fuerte, que ríen con ganas, generosos, que aprecian las pequeñas cosas y los detalles, sin complicaciones y con deseos de disfrutar, apasionados, cariñosos…”

Decía su presentación en el perfil de la página de contactos y parecía que el cumplía muchas de sus pretensiones.

Mary miro el reloj y aceleró el paso pues no quería ser impuntual. Llegó al semáforo de la 42 con la 6ª, habían quedado en Bryant Park estaba a solo una manzana. Apenas a 15 minutos de sentir ese abrazo fuerte que llevaba tanto esperando. 

Peatón en verde, por fin, empezó a cruzar, solo le dio tiempo a dar tres pasos zigzagueando evitando a la masa con la que se cruzaba cuando de pronto todo se convirtió en caos. Ruido ensordecedor de ruedas que derrapan en el asfalto, choque de metales, cristales rotos y gritos. Un fuerte golpe la tiró al suelo y sintió el frio y la dureza del asfalto en su cabeza, quería levantarse pero no podía algo la tenía atrapada, sabor a hierro en su boca.

 -Por favor déjenme salir llego tarde, me están esperando- nadie le oía

No sabía cuánto tiempo había transcurrido, escuchaba de fondo sirenas de ambulancias y policía que sonaban cada vez más lejana, como difuminadas.

Notaba el frescor de los copos de nieve que tocaban su cara, y el rostro de una mujer vestida de negro que se inclinó sobre ella con una expresión que le transmitió paz. Le acarició suavemente la cara y le dijo:

-Mary no temas ven conmigo todo irá bien. 

No sintió nada, ni alegría ni tristeza ni luz ni oscuridad, ni dolor ni alivio, nada, eso es la muerte......nada.

Angie, como siempre muy a su pesar, había cumplido su encargo.


Subió hasta el mirador del Top of the Rock, a casi 300 mts, como si de un ritual se tratase se descalzó y se sentó. Sentía el viento fresco en su cuerpo, miraba hacia abajo observando, sin emoción, a la muchedumbre que patinaba y se divertía, a los pies del gran árbol de Navidad del Rockefeller Center, esperando la próxima llamada del jefe.

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