lunes, 4 de noviembre de 2013

Contracorriente, por José Manuel Rodríguez de Haro.


Soy Gregorio de Loors, y en el año 753 de Nuestro Señor, me he propuesto restaurar la latinidad. Fue en el mismo año, pero antes de Cristo, cuando se fundó Roma. Y una nueva Roma es la que me he propuesto fundar yo.

Estos bárbaros no respetan nada, ni siquiera lo más sagrado y antiguo. Movidos por la codicia, desatan guerras por doquier y felonías sin número.

La cabeza de mi más eficiente colaborador cuelga del poste de la plaza Mayor, como escarmiento para los clérigos más audaces. Mi amigo Bernard, que así se llamaba mi discípulo, descansa en paz, sin sufrimientos, sin todo el sufrimiento que horas antes había padecido en el potro de torturas. Afortunadamente, no le consiguieron sacar ni una sola palabra. Su boca estuvo sellada como las puertas del cielo lo están para Satanás.


Primero empezaron tirándole, literalmente, de la lengua, hasta que consiguieron arrancársela. Después, le sacaron los ojos. No podría leer más las Odas, los Epodos de Horacio. Por último, le cortaron las orejas. Murió desangrado. Separaron su cabeza de su cuerpo y la han expuesto para que sirva de ejemplo. Un combatiente menos en la estéril lucha por preservar la latinidad pura.


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