Adela es una mujer de
ochenta y cuatro años que vive en la misma residencia de ancianos que Rafael,
su marido.
La llegada de los dos a
este centro fue curiosa. Llegaron a un punto que estar los dos juntos demasiado
tiempo sólo llevaba a indirectas para resaltar el defecto del otro y a discusiones.
Rafael fue el primero
en irse a la residencia para no aguantar las refriegas de Adela. Pero la mujer
empezó a echar de menos a su marido cuando vio que no tenía con quién discutir,
y lo siguió al asilo.
Sus hijos se turnan
para ir a verlos, porque dicen que con tanta gente no oyen los "pildorazos" que
se tiran entre ellos. Como la vez que
Adela dijo que si volviera a tener veinte años y en esta época, aprovecharía
todos los pretendientes posibles antes de amarrarse a un hombre. Que así
hubiese sabido escoger mejor, o al menos habría tenido tiempo de mentalizarse
con lo que se quedaba antes de casarse. O eso, o hubiese escogido a otro. Pero
no, en su época se conformaban con la vista, porque era como comprar huevos, si
no los rompías no sabías si estaban buenos.
Rafael, le contestó
diciendo que daba igual, que de todas formas aunque uno estudie todos los
huevos se lleva siempre el que está podrido. Y si no, que se lo dijeran a él.
Eso era lo más bonito
que podían decirse, pero lo curioso era que se buscaban el uno al otro para
comer juntos en el comedor. Donde sacaban su guarnición de pastillas de varios
colores y miraban y contaban de reojo la del otro. Cuando uno tenía algún color
que el otro no llevaba empezaban las negociaciones. Adela siempre tenía más
pastillas que Rafael por lo que aquí la ventaja era de ella.
También intentaban
competir con el cariño de los bisnietos, pero eso tuvieron que dejar de hacerlo,
porque los dejaron de llevar cuando los chiquillos terminaban mareados sin
saber por quién decantarse y se ponían a llorar.
Adela y Rafael son uno
de los muchos matrimonios ancianos que, de profesarse un amor lleno de
carantoñas, mimos y palabras bonitas, han pasado a profesarse otro repleto de
manías, sermones y frases sarcásticas a cual más ocurrente y ofensiva al mismo
tiempo. Que por la costumbre de soltarlas termina convirtiéndose en una muestra
de afecto camuflada dentro de las palabras. Con lo cual y por retorcido que
parezca, no deja de significar un “te quiero”.da dentro de
las palabras. Con lo cual y por retorcido que parezca, no deja de significar un
“te quiero”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario