- ¿Que cómo
se lo ha tomado ella? Aún no se lo he dicho...
Llevaba
semanas intentando que diera aquel paso. Pero volvía a fallarme.
- ¿Y no crees
que deberías decírselo ya?
- Si, si, se
lo diré, pero tengo que encontrar el momento...
No era el
momento, sino el valor. Darío tenía miedo hasta de su sombra. Si no le
"ayudaba" la cosa iba para largo...
- No lo
retrases más. Será peor, hazme caso.
- ¿Quieres
hacerme sentir aún más culpable? ¡No es fácil plantarse delante de alguien y
destrozar una relación de tanto tiempo! ¡Yo soy el malo en todo este asunto!
Me sentí
insultado. Si él era el malo y ella la buena, a mí me tocaba ser el feo.
- ¿El malo?
¿Me tomas el pelo? ¿Es que te arrepientes a estas alturas?
- No... yo...
¡ojalá todo fuera más fácil!
En eso tenía
razón, ¡lo que me estaba costando convencerle!
- Darío,
parece que dudas... me estás preocupando.
- No lo
entiendes. He compartido con Gema muchos momentos... Y ahora la traiciono de
buenas a primeras. Ella no sabe nada. Marcelo, no es fácil... ¿No lo entiendes?
Lo entendía
perfectamente. Si daba aquel paso, no habría marcha atrás.
- Lo siento,
no quiero presionarte. Es solo que ya lo habíamos hablado, y te veía tan
seguro... Pero si sigues teniendo dudas...
- Necesito
que confíes en mí. Ten un poco de paciencia. Dame unos días.
Yo sabía que
si le concedía unos días podía pasar cualquier cosa.
- Llevamos
meses con esto, Darío.
- No me
presiones, Marcelo, por favor.
Si pensaba
que me iba a quedar sentado esperando que se decidiera, estaba muy equivocado.
Me jugaba demasiado.
- Darío,
llama a Gema y luego me cuentas. Yo no te puedo esperar eternamente.
- ¿Me estás
amenazando? Eso me ha sonado a ultimátum...
Lo que estaba
tratando por todos los medios era de arrancarle un compromiso.
- No. Pero
necesito estar seguro.
- Pues ni se
te ocurra, porque no eres el único gallo del gallinero... ¿sabes?
Eso explicaba
lo de aquella llamada que cortó nada más verme...
- ¿Ah, si?
Bien, bien, no pierdes el tiempo... Bueno, Darío, tengo cosas que hacer...
- Si...
bueno.. tienes razón... lo siento, Marcelo... Olvida lo último que te he dicho.
Estoy nervioso. Mira, voy a llamar a Gema ahora mismo.
Sabía que no
iba a ser capaz de contárselo a la cara. El teléfono es el recurso que suelen
utilizar los cobardes. Pero me daba igual, por fin iba a conseguirlo.
- Hasta
luego, Darío. No te preocupes. Todo irá bien.
---
Después de
hablar con Marcelo, Darío se quedó sentado en la cama con el móvil en la mano,
pensativo. J entró en la habitación, despacio, meneando en alto su larga cola
torcida. Saltó encima de la cama y le clavó sus grandes ojos azules, mientras
maullaba acusador. Respiró hondo y marcó un número de teléfono.
- Piiii...
Piiii... Ha llamado usted a una Oficina del Banco Pastor. En estos momentos no
podemos atenderle, espere unos instantes...
- Si, Banco
Pastor, ¿en que puedo ayudarle?
- Hola,
Julián. ¿Está Gema?
- Si, Señor
Gamboa.. creo que ya ha vuelto de desayunar. Un momento, por favor.
Gema estaba
sentada cómodamente en el sillón de su despacho de paredes de cristal,
revisando el pronóstico del tiempo para el fin de semana.
- Gema, te
llama tu galán - bromeó Julián
- ¿Que día es
hoy? A ver... no, nada especial... No sé, ¡pásamelo!
- ¡Darío!
¿Qué tal? ¿Todo bien?
- Bien, Gema,
todo bien. Te llamaba por un tema... verás...
La cuenta de
Darío Gamboa tenía quince años de antigüedad en el Banco Pastor. Un voluminoso
depósito a tres años lo convertían en cliente preferente.
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