lunes, 22 de octubre de 2012

Una historia de ruidos y música, por José García.


Era una tarde del mes de diciembre algo fría y un tanto gris, la iluminación de las calles y el ambiente de las mismas detectaban la proximidad de las fiestas, paseábamos callados sintiendo el aire fresco pero al mismo tiempo agradable sobre el rostro, lo hacíamos observando con curiosidad luces, tenderetes y escaparates sobre los que los críos aplastaban sus rosados cachetes para observar todo lo cerca que pudieran los juguetes que en ellos se exhibían, gentes que hacían gala de sus habilidades, unos simulando inmóviles y marmoleas estatuas, otros con la música, interpretando, cantando o bailando, como reclamo monetario. De pronto, un grupo que bailaba a ritmo de rap distrajo nuestra atención, nos detuvimos y sí, efectivamente, la música que sonaba en el Compact-disc y que acompañaba a este grupo en su armoniosa y plástica forma de contorsionar el cuerpo era suya, de Mario, más conocido artísticamente como Nebel, la última vez que le vimos fue éste verano, en casa, vino a ver a la abuela, se mostraba feliz y realizado, su sueño de intérprete musical y compositor de letras era una realidad, su nuevo disco de Hip Hop fusionado con flamenco acababa de ver la luz y auguraba ser todo un éxito, así como la serie de conciertos o actuaciones que tenía programados para todo el verano, en cuanto a lo personal había adquirido madurez y denotaba el equilibrio que reporta saber lo que quieres y la satisfacción de  poder hacerlo, su vida estaba ordenada,  bueno todo lo ordenada que se le puede suponer a una persona joven de 34 años, eso sí, totalmente articulado con familia y amigos, hasta se atrevía ahora con los estudios, realizando en estos momentos 2º de Filosofía. No pudimos menos que disfrutar de su felicidad y congratularnos.
Nos miramos aún sin decir palabra, con el sonido de la música de rap de fondo, el frio gris de la noche empezaba a caer con una suave bruma que nos envolvía y nos dejamos sumergir en ese mar de recuerdos que es nuestra memoria y rememorar episodios de esta historia.

Mario (Nebel), nació en 1978 vivió su niñez y adolescencia en el barrio de Candelaria-Pajaritos en el seno de una familia de trabajadores, el padre dependiente de una conocida (por aquel entonces) cadena de  comercio en Sevilla, empezó a sufrir pronto la lacra de ésta sociedad, el paro, al cierre de estos comercios sin otro oficio al que recurrir queda sin trabajo, a duras pena alterna esta situación con periodos de trabajos de baja cualificación y remuneración, hasta que ciertos padecimientos físicos le apartan definitivamente de poder ejercer un trabajo, quedándole una escasa renta, la madre trata de aportar a la economía familiar con algunos trabajos de la misma índole, pero sus ganas y voluntad de hacer se complican con momentos y estados anímicos bajos, que no le permiten mantener una cierta continuidad laboral, por lo que la economía familiar nunca fue cómoda. Mario era un crio inquieto, despierto y listo al que gustaba soñar con la música, sus gentes, su padre, le repetía, “Mario céntrate en los estudio procúrate una base, después ya podrás pensar que es lo que quieres ser,” y él respondía “pero si ya lo sé, a mí lo que me gusta es la música”. Esta circunstancia y la marginalidad que empezaba a mostrar el barrio con una incipiente delincuencia y jóvenes malogrados, terminan suscitando su abandono de la escuela, lo que supuso una mayor exposición a la calle y a comportamientos nada recomendables de vicios, drogas y delincuencias, su abuela en un intento por apartarlo de todo esto, le costea, no sin esfuerzo, una “Academia” para obtener el título de Auxiliar Administrativo, que tampoco concluyó, en éste ambiente y relaciones donde una mal entendida rebeldía y camaradería se confunde con actitudes o comportamientos poco sociales, le llevan a un episodio crucial en su vida.

Tocaba a su fin el invierno de 1.999, cuando el padre de Mario al encontrarse con una de sus hermanas, como tantas otras veces,  y preguntarle esta cómo se encontraban, le comenta su preocupación “por lo del niño”, “que niño” “que ocurre”, pregunta la hermana, “es Mario” contesta el padre “tiene una citación judicial y le piden cárcel”, “como”, le enseñó la citación y el auto del juzgado, efectivamente así era, los hechos habían tenido lugar hacia algo más de un año, un día de diciembre de 1.997, un grupo de jóvenes entre los que se encontraba Mario y al menos dos menores, se dedicaron a intimidar físicamente a otros jóvenes cuando estos transitaban por el interior del Parque Amate , en concreto fueron cuatro, a los que le sustrajeron objetos de valor como el reloj o ropa de abrigo y alguna que otra moneda, según el Juzgado estos delitos y así lo reseñaba en el auto, estaban tipificados de “robo con violencia o intimidación”, por lo que procedería imponer al acusado, este caso a Mario como mayor de edad, pena de tres años por cada delito, lo que sumarian un total de doce años.

Mario aseguraba no haber intervenido directamente, es más que en algún momento trató de disuadir a los demás para que dejaran el tema, pero no lo consiguió, no obstante permaneció junto al grupo en el lugar de los hechos. La familia pudo reunir con premura la cantidad requerida para garantizar su defensa pero no para depositar la fianza solicitada por el juez, por lo que Mario iba vivir una dura experiencia, algo que nunca había imaginado, conocer como interno la cárcel, con 21 años ingresó en ella de forma preventiva, cada vez que se le visitaba pedía salir cuanto antes, diciendo tener la lección aprendida, pasado el tiempo en una entrevista publicada lo expresaba así, “en la adolescencia se es propenso a cometer travesuras, pero cuando estas travesuras, se convierten en una cierta crueldad, hay que intentar apartarse”. Y así fue, en el juicio la defensa consiguió que la declaración de algunos de los testigos, es decir de los propios afectados, certificaran la versión de los hechos declarada por Mario, quedando absuelto de delito alguno y libre. Una vez fuera puso mano a la obra, y nunca mejor dicho, trabajó en la construcción, repartiendo propaganda, en una empresa de mudanzas, en una tienda de deportes, pero sobre todo en la música, componiendo letras que hacen de Mario (Nebel), un moderno trovador de duras y difíciles historias de jóvenes “amigos”, algunos pese a la edad con un amplio historial delictivo, de pequeños robos, atracos o fugas de centros de menores, historia como la del joven vecino y conocido del barrio que por aquellas fechas murió por disparos de la Guardia Civil, tras perpetrar un atraco en un estanco blandiendo una pistola de fogueo, historias que significaban caminos de no retorno, caminos que se proponía no volver a pisar. En 2002 confeccionó una primera maqueta de la que llegó vender unas 400 copias, pero fue con la segunda donde se desató lo inesperado, llegando a vender más de 1.200 copias y arrasando en el “top-manta”, tanto fue el éxito, que en poco tiempo las discográficas se disputaban producirle el disco y no falto representante que se ofreciera.

El cuenta, “el tiempo no me cambió, mis canciones siguen siendo transparentes cuento lo que veo para hacer reflexionar a quienes se sientan aludidos”. Aunque espero que éstas historias hagan reflexionar a más gentes, a toda una sociedad necesitada de una mayor dosis de humanidad y solidaridad, cuya mejor medicina para lograrlo es la igualdad.

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