El joven Pablo tuvo suerte por
una vez en su vida. Encontró trabajo y
alquiló un pisito moderno y luminoso en un barrio nuevo de Sevilla: Los Bermejales. Claro que todo en esta
asquerosa vida dicen que tiene un pero, y en este caso era el transporte
público.
Pablo tenía que usar transporte público y
eso en Sevilla, y concretamente en ese barrio es “harina de otro costal”. ¡Pobre Pablo¡
-¡ Con lo bien que vivo aquí ¡ ¡Que
asco ¡ Tener que levantarme una hora antes por culpa de este maldito “34” ; - decía todos los días
mientras, todavía oscuro, esperaba esa “tortuga”, en la parada de comienzo del barrio.
- Esto no es un servicio público, -se
quejaba-, sino un autobús para turistas; ¡Malditas las vueltas que va dando
hasta llegar al final ¡ ¡jodidos políticos ¡
***
Pero, hasta a las cosas más
inconvenientes tienen su lado bueno. Pablo era un optimista biológico y encima
un gran lector; todavía mas: un
devorador de libros con ínfulas de escritor, y un observador de la vida; así
que esa hora diaria de lo que podía ser un suplicio, se convirtió para él en un
descubrimiento desde el día en que conoció a una chica que durante todo el trayecto miraba a los
viajeros con atención, pero con disimulo;
a veces, sonreía y después
anotaba algo en una pequeña libreta que siempre la acompañaba.
-¡Que interesante puede ser ¡
¡Mañana vendré preparado! – Y así, tan sencillamente,
Pablo decidió transformar el tiempo sicológicamente mortal
que perdía en el autobús en un “observatorio” del comportamiento humano, pues
esas mismas calles que recorría la tortuga, el mismo paisaje y hasta, casi
siempre, las mismas gentes se convirtieron para él en una gran aventura…
***
El pobre Pablo
desde el momento de su descubrimiento pasó a ser una especie de espía
vocacional en el 34. De la noche a la
mañana comenzó a engordar su “archivo” especial de frases, gestos,
conversaciones e infinidad de situaciones disparatadas; que hasta los fines de
semana le producían una especie de impaciencia por la significativa merma de
“actores” en su particular observatorio.
A veces
pensaba que el conductor X era el que le daba más “marcha”: - ¡Lo malvado que
puede ser un conductor de autobús ¡ - La alegría sádica de darte con la puerta
en las narices. Además esta, la 34, es una línea estudiantil de calibre, por
eso, también era muy interesante fijarse
en la cara del chófer: se le notaba la satisfacción que experimentaba al ver
como los jóvenes corrían para alcanzar
el vehículo y como él aceleraba. Los nervios de los que golpean la
puerta, ya cerrada, para intentar subir, o lo alucinante que le resultaba dejar
tirada en la parada a una viejecita cargada con bolsas del supermercado, e
impertérrito sonreía con malignidad sin atender las señales.
***
Poco a poco, para él, transcurrió su tiempo, pues le hubiera
gustado acelerarlo, ya que con sus anotaciones y su saber había preparado un
“relato corto”, pero denso en contenido y calidad. Eso es lo que iba diciendo a
todos sus amigos, familiares y compañeros de trabajo, ya que, todavía, faltaban cuarenta días para que se diera a
conocer el ganador del concurso sobre “experiencia en un autobús” que había
convocado TUSSAM.
Lo malo de
eso sería que los seis mil euros del premio. Esos seis mil que le iban a servir
para dar la entrada del “estudio” en el Centro, lo privarían de vivir en el
extrarradio y claro está: perdería el observatorio….
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