Correr es una pasión reciente. La descubrí hace pocos años,
cuando decidí dar un giro a mi vida y desterrar la obesidad para siempre.
Este fin de semana, por ejemplo, quedé con unos amigos en
Guillena, para recorrer la Ruta del Agua. A ellos los conocí hace tiempo en una
comunidad virtual de corredores. Ellos me recuerdan bien porque tengo la
particularidad de correr en chanclas.
La aventura de éste sábado constaba de casi treinta kilómetros
por senderos y caminos forestales bordeando el embalse del Jergal. A los que
nunca han practicado este deporte, resulta difícil explicarles dónde puede
encontrarse la satisfacción al trotar durante mas de tres horas por un paraje
solitario y bajo un calor intenso. Ni se trata de masoquismo, ni de superarse a
uno mismo. Para mí lo es todo: la charla con los compañeros de rodaje, los
aromas y ruidos de la sierra, el sabor del agua helada cuando llegas al final…
Te sientes libre y nuevo, como si el sudor arrastrara todo lo malo que llevas
dentro, algo así como un bautismo.
Por eso me gusta tanto.
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