Me las prometía felices, tras una larga ausencia, por fin las
circunstancias personales permitían hacer realidad el sueño del esperado y
definitivo retorno a casa, a la tierra de la cual salí en busca de oportunidades,
una tierra que después de padecer la larga y oscura noche de la dictadura, se
decía disfrutar del mayor periodo democrático e inconvulso de su historia.
Atrás quedaban tiempos de exilios, emigración y silencios forzados, todo
parecía pertenecer al pasado, un pasado quizás demasiado silenciado en
detrimento de la historia. Tiempos cuyo escaso contacto con el exterior era a
través de la oleada de turistas que invadían nuestras playas, turistas que eran
agasajados constantemente sobre todo cuando parecía coincidir con un número determinado
y redondo de visitante, que curiosamente siempre llegaba en avión, pero que
servía para vender la imagen acogedora y apacible (en apariencia) de estas
tierras, de gentes tranquilas y sencillas llenas de tópicas y típicas
costumbres. Tiempos de “Ferias de Muestras” donde se mostraban las excelencias
de pequeños artilugios o “inventos” que harían las “delicias” de la mujer y la
convertiría en la “reina” del hogar.
Pero bien, todo esto parecía pertenecer al pasado, nuestras
gentes salían al exterior sin sentir la obligación de hacerlo, por propia
voluntad de conocer y disfrutar, la imagen del país ganaba enteros y la
inversión exterior parecía traer buenos augurios, mejoraban las
infraestructuras, las ciudades crecían en perímetro y altura, se construían Palacios
de Congresos, Aeropuertos, Parques Temáticos, Complejos Turísticos etc., que
nos abrirían más al mundo, nuestro gobernantes parecían estar satisfechos
repetían eufóricos, “este País va bien” o “estamos en la champions league de la
economía”.
Sin embargo, y pese a que todo fueron facilidades para
instalarme, pues las entidades bancarias rivalizaban en ofrecer servicios y
condiciones crediticias ante una amplia oferta inmobiliaria, mi vuelta no
parecía que fuera a ser todo lo apacible que deseaba o pronosticaba. Empezaban
a sonar voces críticas con este tipo de crecimiento, se construía en volumen
por encima de lo que lo hacían países vecinos juntos, nuestras costas
desaparecían bajo toneladas de cemento, perdían su carácter público con
urbanizaciones, complejos turísticos y campos de de golf, todo terreno era
objeto de especulación en detrimento del medio ambiente y del suelo verde o de
equipamiento en las ciudades, las entidades bancarias financiaban y
refinanciaban hipotecas e incluso a veces por encima del valor del inmueble
creando una espiral infernal en el valor inmobiliario, nadie parecía poner
freno a esta dinámica.
De pronto las
entidades bancarias cerraban el grifo del crédito, las empresas inmobiliarias y
constructoras sin considerar los pingües beneficios obtenidos en los años de bonanzas se apresuraron en cerrar y
presentar suspensiones de pagos, las grúas quedaban paradas simulando
gigantescos dinosaurios , grandes urbanizaciones parecían ciudades fantasmas y
abandonadas, el hormiguero fabril había desaparecido, ante las oficinas de
empleos crecían las colas, los despidos se multiplicaban y los cierres de
empresas se encadenaban, con el paso de los meses comenzarían los impagos las
gentes no solo perdían su trabajo sino también su casa, se sucedían los
desahucios, las entidades financieras acumulaban un activo de difícil liquidez,
pronto esta deuda y la de las empresas fue siendo asumida por el Estado, el
País se empobrecía teniendo que hacer frente al pago de la misma, pero lejos de
buscar recursos que generasen ingresos para mantener los servicios esenciales
del Estado recurrieron a los recortes en los gastos, sanidad, educación,
prestaciones, pensiones, servicios asistenciales y públicos, entre otras
razones porque la privatización parcial o total de estos supondrían golosos
negocios para los lobby o grupos de presión, para ello, los errores y
veleidades de personajes públicos se utilizaban para denigrar lo público, los
ciudadanos y ciudadanas asistían perplejos no daban crédito a cuanto estaba
sucediendo, los dirigentes utilizaban un lenguaje poco comprensible, “tenemos
que generar confianza en los mercados”, “tenemos que tranquilizar a los mercados”
o “no podemos gastar lo que no tenemos”, “hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”. Ante todo esto las gente joven, pese a su preparación,
comienzan a sentirse excluidos del
mercado laboral y es a través de las redes sociales en internet como surge la
coordinación de un movimiento ciudadano que zamarreó conciencias dormidas en
nuestra sociedad, y las gentes salieron a la calle exigiendo soluciones, se
hicieron asambleas y acampadas en las grandes ciudades en las que se debatían
alternativas, los sindicatos convocaban Huelga General, aunque nada parecía
detener el tsunami económico financiero que amenazaba con sumergirnos
irremediablemente.
Sin embargo de todos es sabido que el dinero no ha
desaparecido, que sabemos quién lo tiene y donde esta, sabemos que el 1% de la
población posee el 43% de las riquezas o lo que es lo mismo el 10% de la
población acapara el 83% de las riquezas del mundo, es decir ha habido una
polarización de las mismas aumentando las desigualdades, y precisamente esta es
la razón de existir de un Estado y de políticos que los gobiernen, la
distribución equitativas de las riquezas.
A todo esto se producen procesos electorales que modifican el
mapa político del País, pero los nuevos gobernantes en un flagrante fraude de
su programa electoral y justificándolo por la herencia recibida continúan con
la misma receta, es más aumentando la dosis, y como si de repente hubiéramos perdido
la “madurez” demostrada en su elección, nos tratan como niños, “que ahora no lo
entendemos pero que en el tiempo lo comprenderemos”, “que es el único camino”,
“que no hay dinero”.
Pero las gentes no se rinden siguen manifestando su
descontento, por aquello que alguien dijo, “si luchas por tus derechos habrá
esperanza”, son mil y una las formulas utilizadas para mostrar su rechazo a
estas políticas que son insolidarias y crean desigualdad, si algo queda claro
en todo este maremágnum de sufrimientos humanos es que los “mercados” o
“sistema de mercado” son el capitalismo de siempre, el capitalismo comercial,
el capitalismo industrial, el capitalismo financiero, ahora especulativo sin
escrúpulos, al que le han cambiado el nombre para que no resulte tan agresivo,
“El monstruo amable” del que habla Raffalle Simone.
De pronto tuve un tremendo sobresalto, nuestro gobernante
pronunciaba unas palabras en televisión “Mi mayor reconocimiento a la mayoría…
que no se manifiestan, que no salen en portadas de prensa y que no abren los
telediarios, están ahí pero no se les ve…”, me pareció estar en una película de
Amenábar, en dos mundos paralelos, tratando de discernir la realidad de la
ficción, tratando de dar sentido a las palabras que acababa de oír “…están ahí
pero no se les ve…”, pensé en “Los otros”. Sentí frio y tuve la necesidad de
salir, abrí la puerta y en ese momento recordé lo que escribió el poeta y
aposté porque cuanto está sucediendo nos sirva como puertas abiertas a nuestras
conciencias.
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