domingo, 21 de octubre de 2012

Me las prometía felices, por José García.


Me las prometía felices, tras una larga ausencia, por fin las circunstancias personales permitían hacer realidad el sueño del esperado y definitivo retorno a casa, a la tierra de la cual salí en busca de oportunidades, una tierra que después de padecer la larga y oscura noche de la dictadura, se decía disfrutar del mayor periodo democrático e inconvulso de su historia. Atrás quedaban tiempos de exilios, emigración y silencios forzados, todo parecía pertenecer al pasado, un pasado quizás demasiado silenciado en detrimento de la historia. Tiempos cuyo escaso contacto con el exterior era a través de la oleada de turistas que invadían nuestras playas, turistas que eran agasajados constantemente sobre todo cuando parecía coincidir con un número determinado y redondo de visitante, que curiosamente siempre llegaba en avión, pero que servía para vender la imagen acogedora y apacible (en apariencia) de estas tierras, de gentes tranquilas y sencillas llenas de tópicas y típicas costumbres. Tiempos de “Ferias de Muestras” donde se mostraban las excelencias de pequeños artilugios o “inventos” que harían las “delicias” de la mujer y la convertiría en la “reina” del hogar.
Pero bien, todo esto parecía pertenecer al pasado, nuestras gentes salían al exterior sin sentir la obligación de hacerlo, por propia voluntad de conocer y disfrutar, la imagen del país ganaba enteros y la inversión exterior parecía traer buenos augurios, mejoraban las infraestructuras, las ciudades crecían en perímetro y altura, se construían Palacios de Congresos, Aeropuertos, Parques Temáticos, Complejos Turísticos etc., que nos abrirían más al mundo, nuestro gobernantes parecían estar satisfechos repetían eufóricos, “este País va bien” o “estamos en la champions league de la economía”.

Sin embargo, y pese a que todo fueron facilidades para instalarme, pues las entidades bancarias rivalizaban en ofrecer servicios y condiciones crediticias ante una amplia oferta inmobiliaria, mi vuelta no parecía que fuera a ser todo lo apacible que deseaba o pronosticaba. Empezaban a sonar voces críticas con este tipo de crecimiento, se construía en volumen por encima de lo que lo hacían países vecinos juntos, nuestras costas desaparecían bajo toneladas de cemento, perdían su carácter público con urbanizaciones, complejos turísticos y campos de de golf, todo terreno era objeto de especulación en detrimento del medio ambiente y del suelo verde o de equipamiento en las ciudades, las entidades bancarias financiaban y refinanciaban hipotecas e incluso a veces por encima del valor del inmueble creando una espiral infernal en el valor inmobiliario, nadie parecía poner freno a esta dinámica.

De pronto  las entidades bancarias cerraban el grifo del crédito, las empresas inmobiliarias y constructoras sin considerar los pingües beneficios obtenidos en los años  de bonanzas se apresuraron en cerrar y presentar suspensiones de pagos, las grúas quedaban paradas simulando gigantescos dinosaurios , grandes urbanizaciones parecían ciudades fantasmas y abandonadas, el hormiguero fabril había desaparecido, ante las oficinas de empleos crecían las colas, los despidos se multiplicaban y los cierres de empresas se encadenaban, con el paso de los meses comenzarían los impagos las gentes no solo perdían su trabajo sino también su casa, se sucedían los desahucios, las entidades financieras acumulaban un activo de difícil liquidez, pronto esta deuda y la de las empresas fue siendo asumida por el Estado, el País se empobrecía teniendo que hacer frente al pago de la misma, pero lejos de buscar recursos que generasen ingresos para mantener los servicios esenciales del Estado recurrieron a los recortes en los gastos, sanidad, educación, prestaciones, pensiones, servicios asistenciales y públicos, entre otras razones porque la privatización parcial o total de estos supondrían golosos negocios para los lobby o grupos de presión, para ello, los errores y veleidades de personajes públicos se utilizaban para denigrar lo público, los ciudadanos y ciudadanas asistían perplejos no daban crédito a cuanto estaba sucediendo, los dirigentes utilizaban un lenguaje poco comprensible, “tenemos que generar confianza en los mercados”, “tenemos que tranquilizar a los mercados” o “no podemos gastar lo que no tenemos”, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Ante todo esto las gente joven, pese a su preparación, comienzan a sentirse excluidos  del mercado laboral y es a través de las redes sociales en internet como surge la coordinación de un movimiento ciudadano que zamarreó conciencias dormidas en nuestra sociedad, y las gentes salieron a la calle exigiendo soluciones, se hicieron asambleas y acampadas en las grandes ciudades en las que se debatían alternativas, los sindicatos convocaban Huelga General, aunque nada parecía detener el tsunami económico financiero que amenazaba con sumergirnos irremediablemente.

Sin embargo de todos es sabido que el dinero no ha desaparecido, que sabemos quién lo tiene y donde esta, sabemos que el 1% de la población posee el 43% de las riquezas o lo que es lo mismo el 10% de la población acapara el 83% de las riquezas del mundo, es decir ha habido una polarización de las mismas aumentando las desigualdades, y precisamente esta es la razón de existir de un Estado y de políticos que los gobiernen, la distribución equitativas de las riquezas. 

A todo esto se producen procesos electorales que modifican el mapa político del País, pero los nuevos gobernantes en un flagrante fraude de su programa electoral y justificándolo por la herencia recibida continúan con la misma receta, es más aumentando la dosis, y como si de repente hubiéramos perdido la “madurez” demostrada en su elección, nos tratan como niños, “que ahora no lo entendemos pero que en el tiempo lo comprenderemos”, “que es el único camino”, “que no hay dinero”.

Pero las gentes no se rinden siguen manifestando su descontento, por aquello que alguien dijo, “si luchas por tus derechos habrá esperanza”, son mil y una las formulas utilizadas para mostrar su rechazo a estas políticas que son insolidarias y crean desigualdad, si algo queda claro en todo este maremágnum de sufrimientos humanos es que los “mercados” o “sistema de mercado” son el capitalismo de siempre, el capitalismo comercial, el capitalismo industrial, el capitalismo financiero, ahora especulativo sin escrúpulos, al que le han cambiado el nombre para que no resulte tan agresivo, “El monstruo amable” del que habla Raffalle Simone.

De pronto tuve un tremendo sobresalto, nuestro gobernante pronunciaba unas palabras en televisión “Mi mayor reconocimiento a la mayoría… que no se manifiestan, que no salen en portadas de prensa y que no abren los telediarios, están ahí pero no se les ve…”, me pareció estar en una película de Amenábar, en dos mundos paralelos, tratando de discernir la realidad de la ficción, tratando de dar sentido a las palabras que acababa de oír “…están ahí pero no se les ve…”, pensé en “Los otros”. Sentí frio y tuve la necesidad de salir, abrí la puerta y en ese momento recordé lo que escribió el poeta y aposté porque cuanto está sucediendo nos sirva como puertas abiertas a nuestras conciencias.    

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