-¡Maldito corrector!-
Rita señaló la palabra que el Word había cambiado y reescribió la correcta.
Llevaba una hora traduciendo un texto italiano para la próxima presentación. Si
al Word no le diera por querer modificar los nombres italianos por palabras españolas
habría terminado a tiempo para desayunar.
Oyó unos golpecitos en la
puerta y la cabecita menuda de su amiga Cristina asomó por un lado, ella
levantó la mirada del teclado y sonrió cuando la vio parpadear con esos
engañosos ojos de hada. Era guapa y pequeña, y los hombres sacaban fuera su
instinto protector sin que se dieran cuenta de que rían defender a un gigante
del resto. Era la abogada de la empresa, y por decirlo de alguna forma,
Cristina era el verdugo que cortaba cabezas en los juzgados. Y desde que Rita
entró a formar parte de la plantilla, no la había visto perder un caso. Nunca.
-¿Puedo pasar?
-Claro. ¿Por casualidad
no habrás ido a desayunar y te has acordado de traerme algo, verdad?
Cristina se sentó delante
de ella y negó con la cabeza.
Sacó un sobre del bolso,
deslizándolo por la mesa hasta ella. Rita lo miró con curiosidad.
-Son unas invitaciones,
para mí y mi acompañante.
-Ah- Abrió el sobre y
sacó las dos tarjetas. Una iba a nombre de su amiga, la otra venía en blanco.
-Sandro invita a una
barbacoa en su casa. ¿Me acompañarás?
Sandro era su jefe
temporal. Hasta que encontrasen una secretaria para él y ella pudiese volver a
su antiguo puesto, que era ser la administrativa de Cristina. Rita volvió a
meter las invitaciones dentro del sobre y se las devolvió.
-¿Vas a venir o no?
-No creo que él quiera
que vaya.
La puerta se abrió en ese
momento y Sandro entró como un adonis que ignora que lo es. Metió las manos en
los bolsillos y saludó a Cristina con todo ese encanto natural que poseía para
el resto del edificio.
Cristina no era inmune a
él, y le contestó con una sonrisa tonta que le duró varios segundos más de lo
que a Rita le hubiese gustado. Su amiga se aclaró la garganta al despertar de
su hechizo y le soltó la pregunta que hizo que Rita dejase de respirar hasta
que él contestase.
-Sandro, ¿Te importa si
llevo a Rita a la barbacoa?
Sandro miró con su
expresión de jefe y ella bajó la mirada al texto, perdiéndose la evolución de
una sonrisa.
-Claro que no. Os espero
allí el sábado. Por cierto, ya tengo secretaría, el lunes empieza, así que vas
a recuperar a la tuya.
Rita sintió un pálpito, a
partir del lunes... Ya no volvería a verlo, a no ser que fuera expresamente al
despacho de Cristina, y dudaba que lo hiciera alguna vez.
El golpe que dio Cristina
en la mesa la sobresaltó, haciendo que regresara su atención a ella.
-¡Estupendo! ¡Recupero a
mi Rita! Nos vemos mañana entonces- Cristina se levantó y salió de allí con un
tintineo de cascabeles. Sandro frunció el ceño y ladeó la cabeza.
-A veces pienso que es un
hada de verdad- Señaló el espacio vacío en la puerta y rió sorprendido -¿Ha
tintineado o es cosa mía?
-Son sus tacones. Tienen
unos cascabeles en la hebilla.- Él giró la cabeza con la boca abierta y ella
disimuló la su risa con una tos. Sandro parecía realmente desconcertado
-Por cierto ¿Crees que
puedes tener terminada la traducción antes de irte a comer? Tengo esta tarde una
reunión con D’Acquasparta y quiero que los de campaña lo vean primero.
-Está casi terminado. Lo
tendrás listo en media hora como muy tarde.
-Bien, gracias
Rita se quedó esperando
que dijera algo más, que le hiciera el favor de no ir a la barbacoa por
ejemplo, per Sandro se metió en su despacho y no lo volvió a ver en todo el
día.
El sábado llegó antes de
lo que ella hubiese querido. Cristina había tenido que convencerla varias veces
para conseguir que saliera de su casa, y un par de veces más para sacarla del
coche. Eran las tres de la tarde cuando llegaron, y Sandro las saludó al verlas
entrar.
Los hombres estaban
apelotonados junto a la barbacoa y con botellines de un tercio en las manos
mientras hablaban del partido que jugarían empleados contra directivos. Cristina,
que le gustaba el futbol y la acción, se acopló rápidamente al grupo de hombres. Rita, que era más de quedarse en
el banquillo, se fue a la mesa del porche, donde sus compañeras y las esposas
de algunos de sus compañeros, estaban sentadas comiendo y bebiendo mientras
hacían chistes de los chicos.
La comida entre mujeres
fue entretenida hasta que empezaron a hablar de su jefe, bueno, exjefe, el
lunes regresaba a su verdadero puesto. Eso le terminó de quitar las ganas de
estar allí.
Miró la hora, las cinco.
Era el momento perfecto para irse y tomar un café en el camino. Buscó a
Cristina con la mirada, pero no la veía por ningún sitio. Se levantó y fue
hasta los chicos, no estaba con ellos, tampoco Sandro. Algo se paralizó dentro
de ella, movió la mirada a todas partes, haciendo un repaso de las caras. No
los veía. Se alejó del resto para que no notasen lo alterada que empezaba a
sentirse y respiró hondo para tranquilizarse.
Aunque la razón le decía
que su Cristina no le haría algo así, no podía dejar de sumar dos más dos. Llegó a los setos que
separaban la piscina del porche y se permitió soltar el aire. A punto estuvo de
soltar un lamento cuando vio a Sandro sentado en el bordillo, con los vaqueros
remangados y los pies metidos en el agua. Y solo. Él sa miró y dio unos
golpecitos en el suelo para que se
sentase a su lado. La tristeza se fue y la sustituyó su preocupación por el
paradero de su amiga.
-Estoy buscando a
Cristina.
-No la busques durante un
rato, la he visto entrar en la casa con mi hermano.
¿Él tenía un hermano? No
había visto a nadie que no fuera de la oficina.
-Sí, tengo un hermano,-
Le contestó él, como si hubiese leído sus pensamientos -pero no pienso decirte
quién es, tiene por costumbre quitarme las chicas.
Antes de que Rita pudiera
procesar sus palabras se levantó y le cogió la mano.
-¿Por qué estás aquí?
-¿En la barbacoa?- Debía
sentirse dolida por la pregunta, pero su cerebro no era capaz de pensar bien
mientras sostuviera su mano.
-No, en la piscina.-
Sandro buscó su mirada, pero ella no apartaba los ojos de su agarre.
-Estaba buscando a
Cristina.
-Vaya, yo esperaba que me
buscases a mí.- Ahora sí que captó su atención.
-¿A ti?, ¿Por qué?
Él se encogió de hombros con
parsimonia, como si la respuesta fuera obvia.
-Porque estaba loco por
estar a solas un rato contigo.
Rita dio un paso atrás y
casi se soltó de su mano. Para su suerte no fue así, él había empezado a
acariciarle la muñeca con el pulgar y ya no quería moverla de allí.
-Pero si no me mirabas a
la cara.
-No, esa eras tú. Empecé
a creer que tenía la cara en el suelo, porque solo mirabas hacia abajo.
-No lo niegues, has
estado distante.
-¿Sabes lo que es tener
una relación dentro del trabajo?- Ella negó frunciendo el ceño. –Me ponías malo
cada vez que te veía con esos minivestidos que te pones…
-¡Eh! ¡Que los que huso
para trabajar me llegan a las rodillas!- Interrumpió ella
-…con esas piernas largas
que tienes- Le pasó la mano por el muslo y escuchó un “oh” tímido –se nota que
haces ejercicio.
-Ha...Hago bicicleta de
vez en cuando.- Balbuceó ella, incapaz de pensar en ese momento.
-Si te hubiese dicho
algo, y nos hubiésemos liado en el trabajo, tan cerca como estábamos, se habría
ido al garete la campaña. Estaba desesperado por contratar otra secretaria para
poder estar contigo como quiero- la agarró por la cintura y la atrajo a él para
que notara su erección –Ahora que estarás en otra planta, podre sorprenderte…-
Bajó al cuello de Rita y empezó a mordisquearlo, ella emitió un jadeo para su
satisfacción –y llevarte a los lavabos para enterrarme en ti cuando te eche de
menos.- Ella lo apartó un poco, mirándolo con el ceño fruncido, Sandro pensó
que quizás hacerlo en los servicios del trabajo era demasiado para ella –Bueno,
solo es una fantasía, no tiene que ser así necesariamente.
-¿No?- Preguntó ella con
cara de pena y algo desilusionada. Él le respondió con una sonrisa y la besó,
dejándola sin aliento.
El tacto de los labios de
Sandro, suaves, atrapando los suyos en blandos mordisquitos. Y el calor de sus
manos por la espalda, subiendo una por la columna hasta enredar los dedos en el
pelo, y bajando la otra hasta reposarla en la unión de sus nalgas, le tenían el
cerebro licuado, ahora mismo solo podía pensar en conseguir más.
-Otra fantasía es irnos
al cuartito de la piscina en este momento, y demostrarte cuánto te he deseado y
cómo me has tenido estas semanas por culpa de esas piernas tuyas.
Rita se apartó, sería y
pensativa, tiró de él y empezó a caminar en una dirección, bordeando la
piscina. Sandro se dejaba llevar, preguntándose si sus palabras la habían
molestado.
-¿A dónde vamos?
-Al cuartito de la
piscina- Contestó ella tajante, concentrada en encontrar el sitio.
Sandro soltó una
carcajada y tiró de ella.
-Es por el otro lado.
Será mejor que te lleve yo a ti, conozco el camino.
Sandro le guiñó un ojo y
sonrió con esa media sonrisa de chico malo que solía ponerle al principio de
conocerse. Había vuelto el chico que
hacía que le temblara todo y suspirara como una tonta. Y esta vez parecía no
querer irse.
No sabía si reír, llorar,
o pegar saltos y gritar que le había tocado el premio gordo. Lo que sí sabía
era que pensaba disfrutarlo al máximo. (Se relamió los labios adrede mientras
veía el culo de Sandro moverse con cada paso y un FIN imaginario tras ellos,
acompañado de una cancioncita y todo).
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