Todo el equipo de
estudiantes se dirigió hacia el sótano, donde estaban las habitaciones de
seguridad. Esta era la primera vez
que Marta hacía las prácticas en un psiquiátrico. Les habían preparado, a ella
y otros compañeros de la facultad un recorrido de visitas bajo la supervisión
de un médico. A última hora del medio
día, ya estaban haciendo el recorrido por la sub planta, donde las habitaciones
eran acolchadas. Allí alojaban a los pacientes cuyo grado de demencia alcanzaba
la categoría de peligroso.
Marta estaba sobrecogida
por el procedimiento de los celadores para mantener controlados a algunos
pacientes. Usaban la fuerza bruta.
Ver cómo forcejeaban con
los enfermos hasta conseguir reducirlos en la cama para obligarlos a tomar la
medicación, y que ellos pidieran ayuda al grupo de estudiantes al mismo tiempo
que lanzaban a los médicos acusaciones que ponían los vellos de punta, le
revolvió el estómago a Marta. Para evitar un desastre y no vomitar delante de
todos se quedó en la retaguardia del grupo, intentando ver lo menos posible.
La ronda fue traumática
no solo para ella, algunos de sus compañeros estaban soltando algún que otro
gemido de angustia. Aquello casi rozaba la violencia, pero el médico les
aseguraba que no había otro modo de hacer que se tomasen la medicación.
Su estómago no pudo
soportar más de seis visitas y tuvo que correr por el pasillo en busca de un
baño para echar el desayuno. Algunos compañeros la siguieron con el mismo
propósito, jurando que en cuanto salieran de los servicios se largaban de allí.
Ella quiso ser valiente y volver para terminar la ronda, pero cuando los
alcanzó ya estaban en la última habitación.
Con el médico sólo habían
quedado dos de sus compañeros, Adrián y Loles, y los dos expresaban
abiertamente su desacuerdo sobre el procedimiento que se empleaba en el
psiquiátrico. Adrián se despidió por los tres cuando Loles formuló otra
pregunta, siendo el primero en salir al pasillo, Marta lo siguió hasta los
ascensores, dejando a Loles discutiendo con el médico. No quería pasar allí más
tiempo del necesario.
-
Hola gatita, ¿Ya estás mejor? – Su
compañero le sacudió la cabeza y rió – Si no tienes estómago para esto es mejor
que estudies otra carrera.
-
Ha sido horrible verlos sometidos de ese
modo. – Marta se detuvo junto a él cuando llegaron a los ascensores.
-
Sí, eso es cierto. Te propongo una cosa.
Ve a por Loles mientras saco el coche del aparcamiento. Os voy a llevar a tomar
algo para quitarnos este mal rato del cuerpo.
Marta sonrió y asintió
mientras Adrián se metía en el ascensor.
-
Vale.
Las puertas se cerraron y
Marta giró de vuelta a las habitaciones. Sus pasos se ralentizaron cuando una
de las pacientes gritaba y lloraba, pidiendo ayuda. Caminó despacio hasta la
habitación de donde procedían los gritos. Era una de las primeras habitaciones
que habían visitado. La paciente había gritado a voces que no iban a drogarla
más, que eran unos monstruos que querían aprovecharse de ella. Los celadores
tuvieron que reducirla con correas de contención. ¿Qué estaba pasando ahí
dentro?
Se pegó a la puerta y
puso la oreja. Los jadeos de un hombre se oían a través de la madera.
Temblando, pensó qué
debía hacer. Levantó la mano hacia el pomo, sin llegar a tocarlo. Debería abrir
la puerta e impedir aquello, pero solo pensar en afrentarse al violador la
hacía tambalearse. Retrocedió hacia los ascensores, podía pedir ayuda en
recepción, pero sabía que para cuando bajasen, la víctima estaría sola.
A la altura de los baños
chocó con su compañera de grupo.
-
¡Pero qué haces! ¡Vas sonámbula, tía! ¡Me
acabas de joder el móvil!
Marta miró al suelo, el
teléfono se había abierto con la caída y la batería había salido disparada.
-
¡Marta!
Loles la sacudió para que
saliera del estupor. Iba a decirle algo cuando un grito captó la atención de
las dos.
-
¿Qué está pasando?
-
Creo que abusan de los pacientes.
La otra chica no se lo
pensó, corrió todo lo que pudo hacia la habitación sin pensar en el riesgo de
ir sola.
-
¡Pide ayuda!
Marta recogió las piezas
del móvil y corrió hacia el ascensor, más dispuesta a buscar a Adrián que a
pedir ayuda a alguien del recinto.
Adrián reaccionó rápido.
Llamó a la policía, no confiando en los empleados del hospital, y dejó a Marta
a la espera de los agentes mientras él corría hacia la sub planta para ayudar a
Loles.
Cuando los vio de regreso
al coche, su corazón volvió a la normalidad. Loles tenía la cola desecha y una
uña rota de haber arañado al celador, y Adrián el labio partido de recibir un
derechazo de Loles, que no atinó bien con el puño. Pero para tranquilidad de
Marta los dos estaban bien.
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