martes, 4 de noviembre de 2014

Esperanza indolente, por Carmen Gómez Barceló



Rosalim andaba algo nerviosa. Peter, su amigo y cuidador, no le miraba de frente ni le  llamaba “mi ratita preferida” como antes. Algo estaba pasando y por eso ella se pasaba el día atenta a todos los movimientos que Peter hacía y a las caras que ponía, pues eran muy expresivas. Aquella mañana, Rosalim se encontraba en su morada de metacrilato junto a sus nueve hijos albinos cuando sonó el teléfono.

-¿Tan pronto?- preguntó Peter mirando contrariado su móvil.

Rosalim, vigilante en todo momento, observó con preocupación un halo de tristeza en el rostro de su cuidador, lo que a partir de entonces le sumergió en una incertidumbre constante. Aque día, no quería dormirse y mantuvo sus rojos ojos abiertos todo lo que pudo, hasta que por unos instantes se les cerraron. Oyó un leve murmullo que le hizo despertar. Sus hijos, no habían oído nada y como siempre, empezó a contarlos…seis, siete, ocho y…ocho y…-¿ dónde estás neox?

Neox no estaba por ninguno de aquellos pasillos que conducían hasta la comida, ni en la rueda giratoria que Peter les había proporcionado, ni jugando con aquellos extraños cables de colores que a veces les hacía cosquillas. No, no estaba por ningún lado, pero Rosalim, acostumbrada a investigar todo lo que sucedía en su habitáculo, sabía que en uno de los conductos azules por los que Peter introducía sus suaves manos al cogerlos, había una pequeña grieta. Estuvo olisqueando por allí hasta que con su hocico y sus uñas, pudo hacer más grande la fisura y salir de allí.
  Bajó con relativa facilidad por la pata de la encimera que sostenía su morada y se encaminó hacia la puerta que estaba entreabierta. Empezó a caminar despacio por un pasillo interminable hasta que vio un lugar grande y transparente que le recordaba un poco a su casa pero en grande, dónde había mucha luz. Pudo observar a otros cuidadores con batas blancas como la de Peter lo que le animó a entrar –Si son como Peter, tienen que ser buenos cuidadores y habrán cuidado de mi travieso Neox- pensó Rosalim.

Le resultó un poco más difícil subir hasta las mesas donde estaban situadas otras viviendas como la suya y se paró en la primera para ver si se encontraba allí su hijito. Observó con tristeza que una rata blanca como ella yacía inerte. Unas enormes grapas de metal recorrían su cabeza.- Pobre, estaría enferma y ha muerto-pensó- pero no es Neox, menos mal. Continuó su busca pero la tranquilidad iba mermando conforme descubría nuevas imágenes cada vez más incompresibles para ella.-¡Ratas si pelo!, ¿cómo es posible?  ¡Ah!, ratas con luz, como las luciérnagas que vemos a través de los cristales. Rosalim empezó a correr por entre las jaulas, buscando desesperadamente a Neox y aunque todas las ratas que veía eran parecidas, ella conocía perfectamente los ojitos alegres de su hijo y una manchita negra minúscula que tenía en la pata izquierda. Neox era único.

Al llegar a la penúltima jaula, algo espantoso apareció ante sus ojos, era una rata blanca del mismo tamaño de su hijo a la que no comprendía por qué, le había crecido una gran oreja como la de un hombre. Rodeó la jaula despacio, buscando la pata izquierda del animalito y respiró aliviada cuando no encontró ninguna mancha negra en ella, pero prosiguió su batida hasta llegar al último cubículo y otra desgraciada rata aparecía muerta con el cuerpo lleno de asquerosos bultos deformes. Tampoco era Neox.

En ese momento oyó gritar a los cuidadores de bata blanca, que forcejeaban con Peter reclamándole algo que él protegía en su pecho.

-Por favor Peter, dánosla ya.- Decía uno de aquellos hombres.
-No, esta no- respondió él.
-¿Por qué? Le preguntaron.
-Porque Neox es mi esperanza. Podré ver a mi hijo un día corriendo por el parque. Las células mágicas que contiene, lo harán posible.
En ese momento, el grito de Rosalim alertó a los técnicos del laboratorio que la vieron y la atraparon de inmediato.-Pues esta misma nos vale- dijeron.

Rosalim miró a Peter y sintió como una punzante aguja le atravesaba su blanca cabeza. Ahora Neox viviría un poco más.

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