martes, 4 de noviembre de 2014

Un elemento desubicado, por Carmen Gómez Barceló



“No debería estar ahí” Eso era lo que yo pensaba cada vez que entraba en aquella habitación cuando visitaba a Paco. Echaba un vistazo a la gran estantería que cubría la pared del fondo de la estancia, allí descansaba una gran cantidad de libros que mi amigo ojeaba y consultaba constantemente por lo que el estado de los tomos, sobre todo los de ciencias, era lamentable. Tanto las cubiertas como las páginas de los ejemplares lucían ajadas y su emplazamiento resultaba totalmente caótico, aún así, mi amigo Paco sabía en todo momento la situación de cada uno de ellos y cuando necesitaba buscar alguno, lo encontraba sin el más mínimo esfuerzo.

Él ansiaba comprender todo lo que le rodeaba, desde  lo que sucedía dentro de su cuerpo, el origen de sus emociones, el porqué de una tormenta, qué elementos influían en las fluctuaciones de la bolsa, la diferencia entre creacionismo y evolución etc. Hasta la pregunta más elemental como es quién soy. 

Pretendía encontrar  allí, en aquellos estantes repletos de sapiencia, la respuesta a su insaciable sed de conocimiento. Por eso yo no comprendía qué pintaba ese libro entre todos los demás. Paco era un ser absolutamente racional y no admitía teoría alguna que no pudiera probarse empíricamente, algo que al mirar aquel texto, me descolocaba bastante  respecto a la idea que yo tenía sobre su persona.

Un día le pregunté- ¿Porqué ese libro ahí?

El me respondió- ¿Por qué no? 

-A ver Paco, hace años que vengo a verte porque me gusta estar contigo y escucharte, sobre todo eso, escucharte. Siempre dices que de lo que lees, sólo crees lo que se puede demostrar, y por eso no me explico el sentido de esa obra en tu estantería.

-Parece que no me conoces tan bien como crees- dijo Paco y continuó-.Verás, desde que nací, viví en un monasterio pues no tenía familia y allí es donde fui a parar. La vida monacal, cerrada a cal y canto organizó mi existencia y mi credo, pero un día tuve que salir de allí y enfrentarme al mundo. Aquello fue como una bofetada en plena cara que me despertó de golpe y me hizo cuestionármelo todo. Tenía miles de preguntas que no conseguía aclarar, esto era algo que quise solucionar con mis queridos libros. Y sí, he encontrado en ellos bastantes respuestas, pero todavía hay muchísimas dudas que aturden mi mente y no veo la forma de disiparlas, por eso ella está aquí. Es la Vulgata, la primera traducción de la Biblia del hebreo al latín. La cogí de la biblioteca del monasterio y me refugio en ella cuando tanta razón acobarda  mi espíritu. Razonablemente somos una mota de polvo en el universo. Quizás haya algo más que lo meramente razonable. Por eso está ahí y está bien

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