lunes, 3 de noviembre de 2014

Un día bajo el radiante sol de Grecia, por Luis Escalante

Quizas el azar hubiese queriso que viviese en otra epoca... Quizas hubiese sido un hoplita griego....Un arquero persa...
Un soldado renacentista...un nomada de las estepas... un gaucho fierro....Tal vez un ronin samurai...
De hecho a veces pienso que hay atomos en mis ser que ya vivieron alli...
Otros tal vez vinieron de las estrellas... y algunos habitaron la madre tierra en insondable forma...
Todos ellos te observan hoy como legion cerrada...
En busca de sensaciones aun no vividas........





Un resplandor metalico brillo por toda la linea cuando los hoplitas bajaron sus yelmos, levantaron sus escudos y se pusieron al hombro sus lanzas. Cada miembro de la falange se encontraba embriagado y aterradoramente aislado visual y sonoramente, sus sentidos estaban tan mermados que apenas podia ver al compañero, o al enemigo, u oir las trompetas que llamaban al avance de lucha.

Era la hora de la verdad..el momento en el que no habia marcha atras ni lugar para dar cavida al peor enemigo de un guerrero en formacion de lucha, el panico.

Debia de prevalecer el orgullo de un solo y poderoso cuerpo de hombres armados y nacidos libres. Esa era la conciencia de la Falange, la esencia de la fuerza de lucha de aquellos hombres, los ciudadanos soldados. ¿ Como si no, se habria atrevido un ateniense a hacer lo que todos hicieron ese amanecer de agosto: avanzar contra un enemigo que se suponia invencible, a traves de la llanura que , muchos temian, les traeria la muerte?

Fueron 10 eternos dias esperando aquel momento, viendo los movimientos  de tropas del inmeso ejercito persa, temblando ante el pavoneo de su caballeria alla distante en la llanura junto al mar. de su interminable flota. Aquel espectaculo sin duda, era para helar la sangre del hombre mas templado. Pero No habia lugar para pensar en la derrota, porque ella solo traeria la muerte, y tras la muerte, nada.


Quizas mas tarde, se contarian historias extraordinarias, como que aquella hermosa mañana de primavera, diez mil soldados en formacion habian atravesado corriendo la distancia completa hasta el choque con el enemigo, unos 2 km, y tener despues la energia de luchar cuerpo a cuerpo, con eficacia. Despliegue atletico sobrehumano a ojos de cualquiera, teniendo en cuenta que la panoplia, la armadura completa de un hoplita, eran 25 kg. de cuero, madera y bronce.


Aceleraron el paso, diez mil pares de pies levantando una inmensa polvareda que se mezclaba con el sudor, el olor de dias sin higiene, de esfinteres incontrolables por el miedo, solo hacia arder sus gargantas y sus ojos. Solo aquel pensamiento de ser uno, con el compañero, el vecino, el familiar, les hacia fuertes, invencibles en su mas profundo sentir. En ese primitivo instante, no luchaban ya por un trozo de tierra, luchaban por algo tan primario como seguir viviendo.
 
Comenzaron a llover flechas y piedras, elevaron sus pesados escudos y solo entonces comenzaron a correr, en direccion a la certera muerte. La falange en perfecta formacion era una maquina de querra imponente, que los atenienses habian perfeccionado, capaz de arrasar a un enemigo que les triplicaba. Era el autentico carro de combate griego, cuyo prefeccionamiento daria despues un enorme imperio a Alejandro Magno, y siglos de supremacia militar sobre el mundo conocido, al Imperio romano. Ironia de la historia, cuando su origen estuvo en una formacion de lucha creada por ciudadanos y campesiona de las polis para defender su ciudad y su estatus social, del enemigo.


El enemigo, ante el inminente choque solo podia observar como aquella lluvia de flechas y piedras no dañaba ni mermaba lo mas minimo la formacion ateniense. Por primera vez, el panico comenzo a apoderarse de la infanteria del mayor ejercito de la antiguedad. El avance de la marea ateniense, sus escudos sus lanzas, clavandose en la carne, machacando huesos, aplastando cuerpos.


El impacto fue brutal, devastador... Cuero , metal, y el grito de guerra de quienes se sentian seguros en su formacion de lucha, arrollo al enemigo, destripando cualquier defensa posible y sembrando de miedo, de panico, de muerte, el campo de batalla.

Aquel dia, los persas obtuvieron una de las mas humillantes derrotas de su historia. Sus huestes huyeron despavoridas en estampida, hasta tal punto, que la marisma que les cerraba por detras se cobro mas vicitimas que el propio choque de la batalla. Los atenienese les fustigaron hasta la misma linea de playa, donde fueron contenidos a duras penas, mientas el enemigo persa se embarcaba para completar su huida.

Aquello fue sin duda uno de los momentos mas epicos de la grecia antigua, un momento que la historia paso de puntillas, como una simple escaramuza fronteriza entre el imperio Persa y las polis griegas, pero sin duda fue algo mucho mas decisivo para la historia.


Quizas sin saberlo, Atenas freno en aquella llanura perdida, el avance imparable de Dario el Grande hacia Europa y con ello impuso su manera de ver el mundo, semilla del que hoy conocemos, de hombres libres que deseaban gobernarse no mas alla de donde alcanzaban sus ojos, el limite de sus polis, frente a otra sencillamente diferente, el Imperio, alla donde alcanzaban sus huestes en un afan conquistador sin limites, el que hoy padecemos.

Aquello fue mas grande que Salamina  o Khadesh, mas heroico que las Termopilas o Zama. Y quizas, si alguien quiere achacar fallos a la historia que hemos vivido en Europa, de esencia grecorromana, deberia de mirar aquel dia, en aquella llanura, ante aquellos hombres......Milciades el joven, Temistocles,el heroe de Salamina, Filipides el atleta, Calimaco; Esquilo el dramaturgo,..los heroes atenienses, los maratonomacos...

Hoy, aquel lugar, en honor de aquel dia, habita en el Olimpo, para placer de los Dioses, cuando quieren ver correr a los humanos, distancias que les lleven hasta la extenuacion.


Hoy, el sol aun brilla radiante, en la llanura de Marathon.

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