Hoy el sol ha salido para
mí, solo para mí. Después de tantos días de lluvia y cielos nublados que lo
mantenían oculto, el sol brilla para mí. Cuando me he levantado de la cama al
pasar por el balcón para ir al baño, sus rayos han acariciado mi rostro y
entonces me ha dicho: toda mi energía hoy es tuya, solo tuya.
En un plis-plas he preparado mi desayuno y me he vestido
con el traje de Maximo Dutti que me compré la semana pasada. A mi mujer le
pareció carísimo, pero cuando me lo vio puesto no pudo seguir insistiendo en lo
que me había costado. ¡Estoy como un pincel con él! Y eso que no le enseñé la
camisa a juego ni los zapatos ni el cinturón que le van perfectos y que también
me traje de la tienda. Eso se lo diré otro día, cuando ya se le hayan olvidado
los casi 500 euros que me gasté. Esta mujer siempre está pensando en lo mismo.
Menos mal que esta mañana se fue pronto. - Voy a la plaza a por unas cosillas,
cariño, espérame para desayunar que traeré pan tierno- me dijo con voz bajita.
Sin embargo, el sol me está llamando por los cristales de la habitación y voy a
salir ya. "María, me ha llamado mi hermano para que le eche una mano con
la puerta de un armario que se le ha descolgado. Para el almuerzo estoy aquí.
¿Vas a sorprenderme con el menú de hoy? Mira que es nuestro aniversario....hasta
luego amor" le he escrito en un trozo de papel que le he dejado en el mueble del recibidor.
Mis recién estrenados zapatos de cuero se han detenido
delante del lujoso espectáculo de la joyería Suárez. Una nueva colección de
joyas con diamantes luce esplendorosa en el cubículo principal sobre un tapete
de terciopelo verde. Anillos a juego con pendientes, collares y colgantes de
distintos modelos en armoniosa combinación con piedras preciosas, brillan con
el gigante astro que en este día maravilloso los ilumina intensamente. En esta
joyería siempre han tenido un gusto exquisito, como yo. Por eso, aquí he
realizado muchas compras, tengo confianza en el dueño, don Román que nos trata
siempre con gran cortesía y hasta podría decir con afecto.
- Buenos días señor
Beltrán! Elegante traje lleva usted esta mañana- dice don Román.
- Buenos días! Mire
Román, ese juego de diamantes que tiene en el escaparate, el de la piedra más
grande rodeado de rubíes, en oro blanco, se lo voy a regalar hoy a mi mujer. ¿Cree
usted que le gustará?
- ¿Se refiere usted al
juego de pendientes y sortija? Es precioso, desde luego. Es imposible que no le
guste a María.
- Si, ese. Pero también
me llevo el colgante para que tenga el conjunto completo- le indico.
- Ha hecho usted una
elección perfecta. María va a estar muy elegante con el juego. Entonces, ¿se lleva las tres piezas? Insiste
Román.
- Si, si. Póngales un
bonito estuche, hoy es nuestro aniversario y quiero sorprenderla.
Román me ha felicitado y mientras preparaba el paquete
con esmero, me he paseado con lentitud por el interior del establecimiento
repleto de piezas de gran hermosura hechas con todos los materiales nobles y
piedras preciosas que uno puede imaginar. En la estantería de la derecha del mostrador estaban los relojes de caballero y
aunque tengo uno nuevo que me regaló mi madre por mi cumpleaños, curioseé un poco por si veía alguno que me gustara. Siempre
viene bien tener varios relojes y para este traje nuevo no tengo ninguno a
juego. Y lo había, desde luego. Era un precioso reloj de la marca Tous con
pulsera negra y esfera decorada en oro oscuro que le daba cierto aspecto de
antiguo . No me lo he pensado.
- Envuélveme también este
reloj, Román- le he dicho sin más. Y
también el modelo de señora, ¡vaya a ser que a María le de envidia!
Román me ha mirado de una forma extraña. El rostro estaba
rígido y su cuerpo quieto tras el mostrador, como una estatua. Yo a veces no
entiendo a los comerciantes, si en estas fechas no se alegran por vender, ¿cuándo
van a estar contentos?. Con la vista hacia el exterior del comercio observando
cómo había aumentado el bullicio en los 15 minutos que llevaba dentro, extraje la
chequera del bolsillo interior de la chaqueta y con rapidez he escrito los
cinco dígitos del total, lo he firmado y me he despedido del comerciante con un
simple ¡adiós!
Rodeado de gente continué mi paseo disfrutando del
ambiente agradable y al llegar a la esquina del banco Popular crucé para acercarme
a la licorería. Hoy es un gran día, me he dicho. He comprado tres botellas de
vino, de clases distintas porque no sabía lo que habría preparado María para
almorzar y dos de champagne Billecart Salmón Brut Rosé, que está buenísimo, una
para tomar con el postre y la otra para
cualquier otra ocasión.
Con agilidad he subido las escaleras de dos en dos,
sonriendo, imaginando la cara de María cuando viera los regalos y todo lo
demás. ¡Qué buen día nos espera! Pensaba. En nuestro rellano había un olor dulzón
como de asado de Navidad, mezclado con aroma de canela. Seguro que María ha
comprado esos dulces que tanto me gustan en la pastelería de la plaza mayor- me
he dicho. Abrazando la bolsa de las bebidas con una mano y los dos preciosos
paquetes de la joyería colgando de la otra, he entrado en el salón de puntillas
para sorprenderla. Pero no estaba allí. Ni siquiera estaba la mesa puesta y curiosamente
las sensaciones que embriagaron mi olfato en la puerta del piso habían
desaparecido.
- Hola.-He escuchado que
María decía con frialdad a mi espalda. He vuelto muy pronto de la compra, pero
con las manos vacías. Cuando he intentado pagar, la tarjeta de crédito estaba
bloqueada- ¿Tú sabes por qué, Beltrán?
No hay comentarios:
Publicar un comentario