Espejo, Señor Espejo,
dime por qué debo sufrir esta tragedia. Nada malo he hecho para merecer este
castigo. Muchos han contado mi historia, pero ninguno de los finales era el
verdadero. No estoy muerta, pero mi espíritu
puede salir de mi cuerpo por poco tiempo para pedir ayuda, aunque es inútil,
nadie me escucha.
Veo en el castillo en el
que vivía maltratada a un príncipe, el joven que conocí antes de ser enviada al
sueño eterno, solo puedo rogarle sin respuesta: Por favor bésame y despiértame
de este sueño eterno y libérame de este cofre blanco de cristal en el que yazco
viva sin que nadie se dé cuenta.
Espejo, Señor Espejo, los
siete enanitos están aquí, su llanto me entristece, quiero que me escuchen pero
incluso los animales no se dan cuenta de que estoy frente a ellos. Ese engaño
fue mi ruina, un mordisco y esa manzana envenenada me hizo caer en la trampa de
la renina malvada.
El ruego se hace más
desesperado: Por favor, sácame de esta prisión y despiértame con tu beso, sino
me temo que voy a desaparecer de verdad, no me pregunte por qué estoy rogándote
a ti, porque no puedo responder eso.
Si tan solo pudieras
subir las escaleras y abrir la puerta, pero por mucho que rece mi príncipe no
está aquí. Maldita inocencia la mía, que solo dolor me ha causado. Si los
finales felices existieran el mundo no sería lo que es. Solo queda esperar a
que se acabe el aire de esta urna de cristal y desapareceré.
Mis labios se vuelven
blancos y mi pelo canoso, lo enanitos son ahora de porcelana y los animales se
han ido, alguien se acerca, es el príncipe, ahora rey con una bella esposa y
dos hijos de edad reducida. La espera a veces no es suficiente, si al menos
hubieran sabido que él me habría devuelto la vida.
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