lunes, 3 de noviembre de 2014

Manzana de desesperación, por Samuel Lara



Espejo, Señor Espejo, dime por qué debo sufrir esta tragedia. Nada malo he hecho para merecer este castigo. Muchos han contado mi historia, pero ninguno de los finales era el verdadero. No  estoy muerta, pero mi espíritu puede salir de mi cuerpo por poco tiempo para pedir ayuda, aunque es inútil, nadie me escucha. 

Veo en el castillo en el que vivía maltratada a un príncipe, el joven que conocí antes de ser enviada al sueño eterno, solo puedo rogarle sin respuesta: Por favor bésame y despiértame de este sueño eterno y libérame de este cofre blanco de cristal en el que yazco viva sin que nadie se dé cuenta. 

Espejo, Señor Espejo, los siete enanitos están aquí, su llanto me entristece, quiero que me escuchen pero incluso los animales no se dan cuenta de que estoy frente a ellos. Ese engaño fue mi ruina, un mordisco y esa manzana envenenada me hizo caer en la trampa de la renina malvada. 

El ruego se hace más desesperado: Por favor, sácame de esta prisión y despiértame con tu beso, sino me temo que voy a desaparecer de verdad, no me pregunte por qué estoy rogándote a ti, porque no puedo responder eso.

Si tan solo pudieras subir las escaleras y abrir la puerta, pero por mucho que rece mi príncipe no está aquí. Maldita inocencia la mía, que solo dolor me ha causado. Si los finales felices existieran el mundo no sería lo que es. Solo queda esperar a que se acabe el aire de esta urna de cristal y desapareceré.

Mis labios se vuelven blancos y mi pelo canoso, lo enanitos son ahora de porcelana y los animales se han ido, alguien se acerca, es el príncipe, ahora rey con una bella esposa y dos hijos de edad reducida. La espera a veces no es suficiente, si al menos hubieran sabido que él me habría devuelto la vida.



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