domingo, 18 de noviembre de 2012

Abaddón, por María del Mar Quesada.


Abaddón, es una tierra ignorada por el mundo de los humanos por el miedo que les produce solamente pronunciar su nombre y lo ello que significa: perdición, destrucción, muerte. En las  Montañas  Altas de Abaddón existe un bosque denso, profundo, oscuro, pero a su vez acogedor y mágico, aunque los humanos nunca llegarán a conocerlo pues su terror al bosque les puede más que su curiosidad o ambición. En Abaddón, tierra de agua y de conocimiento, el agua fluye por los arroyos, corre libremente sin obstáculos en su camino. Los árboles centenarios que lo componen son de gran envergadura, con ramas frondosas de hojas perennes, estos grandes centinelas protegen a sus habitantes de la curiosidad destructiva del hombre y llevan escritos en su corteza todo el conocimiento y sabiduría que los hace inmortales. En los claros del bosque se asientan pequeños poblados con cabañas de madera, en cuyas chimeneas siempre arde un fuego cálido e inagotable que forma parte del corazón y el espíritu de sus moradores. Cada aldea está habitada por unos pequeños seres únicos, extraordinarios y encantadores.

En una de estas aldeas, no importa el nombre, en la Cabaña de los Dos Robles nació Karel, es de rostro afable, de mirada curiosa y soñadora, pero lo que más llama la tención de su carácter es la responsabilidad en  el cuidado de su hermana pequeña, Kira. Perdieron a sus padres hacía mucho tiempo, Karel no dudó en convertirse en el protector de su hermana pequeña y en el vigilante  del fuego de su hogar para que éste no se agotase.

Era costumbre, en la mayoría de los poblados, que los jóvenes cuando adquirían cierto grado de madurez y conocimiento, se adentraran solos en el bosque para aprender todos los secretos, misterios y peligros del gran coloso verde. Este viaje en soledad les ayudaría a conocer y amar al bosque que los cobijaba y los protegía.

Karel  escondía un pequeño secreto que nadie conocía, cada vez que tenía un sueño, dormido o despierto, lo transcribía en una hoja que enterraba al pie de los Dos Robles, él creía que si los guardaba debajo de la tierra, sus sueños tomarían la fuerza de los Dos Robles que protegían su cabaña y se  harían realidad. Cuando no tenía que cuidar de su hermana o  realizar sus tareas diarias, Karel disfrutaba de la soledad y el silencio, en ellos daba rienda suelta a su imaginación y alimentaba su fantasía.

Una tarde después de dejar a su hermana en la cabaña del Viejo Chamán, Karel  bajó al arroyo en busca de agua y soledad, se sentó encima de una piedra que usaba como asiento, cerró los ojos para escuchar el silencio y fantasear, cuando llevaba un rato concentrado se percató de que el silencio total no se percibía, prestó oído atentamente y escuchó algo diferente a otros días, un murmullo muy suave. Era un murmullo desconocido, no era el agua, ni  los pájaros, ni las hojas,  ni  siquiera era una voz. Era el susurro del bosque. El bosque lo estaba llamando, lo invitaba a buscar sus sueños. Karel atravesó el arroyo y comenzó a caminar hacia el rumor que no cesaba y que le atraía con fuerza. Era consciente de que  aún no debía  adentrarse en el bosque. Su curiosidad aumentaba conforme se acercaba a los árboles, avanzaría un poco, pero su atracción era más fuerte que su voluntad y su sensatez. Se dirigió hacia la oscuridad del bosque, solo para asomarse, se dijo, pero no pudo resistirse a la fuerza del susurro y adentró en el bosque.  Se adentró sin más equipaje que sus propias fantasías.

Cuando el sol ya había caído, Kira volvió a su cabaña y observó que el fuego estaba agonizando en la chimenea, Karel no estaba, lo llamó repetidas veces, pero no obtuvo respuesta. Antes de seguir la búsqueda,  echó algunas ramas  al fuego para avivarlo, era hora de cenar y no había nada en la marmita Kira se extrañó, pues su hermano era muy responsable y nunca había olvidado sus obligaciones. Se dispuso a buscar a su hermano por la aldea, llamó a todas las cabañas, fuera apenas había nadie pues era la hora de cenar, cuando vio que nadie le daba una respuesta satisfactoria,  se dirigió a la Cabaña del Viejo Chamán para decirle que su hermano había ido al arroyo para recoger agua y no había vuelto aún. El Viejo le dijo que se quedara con su mujer, él con otros Adultos lo buscarían. Llegaron al arroyo y allí encontraron la vasija llena  de agua y unas huellas que se dirigían al arroyo, atravesaron el arroyo y vieron que las huellas continuaban hacia el bosque. Ya de vuelta  en el poblado, todos decidieron esperar dos días, si Karel no había vuelto al tercer día, irían en su busca.

Kira estaba muy preocupada, su hermano era su única familia, sabía que no la dejaría sola, pero no  imaginaba qué le podía haber ocurrido, se preguntaba si el bosque lo protegería o lo pondría en peligro por haberse adentrado cuando aún no le correspondía. Esa misma pregunta es la que se hacían los Adultos de la aldea.

A la mañana siguiente, Kira volvió a su cabaña para ver si su hermano había dejado alguna pista, ella lo había visto escribir muchas veces, pero no encontró nada escrito en ningún lugar de la cabaña. También recordó haber observado que su hermano siempre estaba con un rastrillo alrededor de los Dos Robles, siempre que ella le preguntaba qué hacía, él  le decía que estaba quitando las malas hierbas, pero ella nunca vio ninguna hierba. Se acercó a los árboles y vio que la tierra estaba removida como siempre, busco la piedra donde tantas veces su hermano se sentaba a pensar, miró hacia arriba para ver si los robles le sugerían alguna idea. Sin darse cuenta comenzó a escarbar con la mano en la tierra y topó con algo, tiró y sacó unas hojas dobladas y algo mohosas, en ellas había algo escrito, como ella aún no conocía todos los entresijos de la escritura de su aldea, decidió llevárselas al Viejo Chamán para que las descifrara.  En ellas, Karel se dirigía a sus padres.

“En un principio nací hijo, luego mi hicisteis hermano, pero cuando desaparecisteis de nuestras vidas, me convertisteis en madre y padre de Kira. La quiero con todo el corazón, pero a veces mi cabeza me susurra que he dejado de ser yo para convertirme en padre y madre de ella. Según los Adultos, aún no estoy preparado para adentrarme en el bosque, hay que ser maduro, autónomo y tener suficientes conocimientos para sobrevivir solo. Y yo me pregunto, ¿no es eso lo que hago todos los días, desde que vosotros no estáis? Yo necesito descubrir mi verdadera identidad, sueño e imagino,  pero siento que tengo que  disfrutar, padecer y  vivir de verdad mi propia vida. Lo único que me ata a no adentrarme en el bosque,  es pensar en la soledad que sentirá Kira si me voy. Yo estoy preparado, pero  ¿ella lo está?”

Cuando el Viejo Chamán leyó estas palabras a los Adultos, todos decidieron que no saldrían a buscarlo, pues estaban seguros que había sido el bosque  quien había llamado a Karel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario