Abaddón, es una tierra ignorada por el mundo
de los humanos por el miedo que les produce solamente pronunciar su nombre y lo
ello que significa: perdición, destrucción, muerte. En las Montañas
Altas de Abaddón existe un bosque denso, profundo, oscuro, pero a su vez
acogedor y mágico, aunque los humanos nunca llegarán a conocerlo pues su terror
al bosque les puede más que su curiosidad o ambición. En Abaddón, tierra de
agua y de conocimiento, el agua fluye por los arroyos, corre libremente sin obstáculos
en su camino. Los árboles centenarios que lo componen son de gran envergadura,
con ramas frondosas de hojas perennes, estos grandes centinelas protegen a sus
habitantes de la curiosidad destructiva del hombre y llevan escritos en su
corteza todo el conocimiento y sabiduría que los hace inmortales. En los claros
del bosque se asientan pequeños poblados con cabañas de madera, en cuyas
chimeneas siempre arde un fuego cálido e inagotable que forma parte del corazón
y el espíritu de sus moradores. Cada aldea está habitada por unos pequeños
seres únicos, extraordinarios y encantadores.
En una de estas aldeas, no importa el nombre,
en la Cabaña de los Dos Robles nació Karel, es de rostro afable, de mirada curiosa
y soñadora, pero lo que más llama la tención de su carácter es la
responsabilidad en el cuidado de su
hermana pequeña, Kira. Perdieron a sus padres hacía mucho tiempo, Karel no dudó
en convertirse en el protector de su hermana pequeña y en el vigilante del fuego de su hogar para que éste no se
agotase.
Era costumbre, en la mayoría de los poblados,
que los jóvenes cuando adquirían cierto grado de madurez y conocimiento, se
adentraran solos en el bosque para aprender todos los secretos, misterios y peligros
del gran coloso verde. Este viaje en soledad les ayudaría a conocer y amar al
bosque que los cobijaba y los protegía.
Karel
escondía un pequeño secreto que nadie conocía, cada vez que tenía un
sueño, dormido o despierto, lo transcribía en una hoja que enterraba al pie de
los Dos Robles, él creía que si los guardaba debajo de la tierra, sus sueños
tomarían la fuerza de los Dos Robles que protegían su cabaña y se harían realidad. Cuando no tenía que cuidar
de su hermana o realizar sus tareas
diarias, Karel disfrutaba de la soledad y el silencio, en ellos daba rienda
suelta a su imaginación y alimentaba su fantasía.
Una tarde después de dejar a su hermana en la
cabaña del Viejo Chamán, Karel bajó al
arroyo en busca de agua y soledad, se sentó encima de una piedra que usaba como
asiento, cerró los ojos para escuchar el silencio y fantasear, cuando llevaba
un rato concentrado se percató de que el silencio total no se percibía, prestó
oído atentamente y escuchó algo diferente a otros días, un murmullo muy suave.
Era un murmullo desconocido, no era el agua, ni
los pájaros, ni las hojas, ni siquiera era una voz. Era el susurro del
bosque. El bosque lo estaba llamando, lo invitaba a buscar sus sueños. Karel
atravesó el arroyo y comenzó a caminar hacia el rumor que no cesaba y que le
atraía con fuerza. Era consciente de que
aún no debía adentrarse en el
bosque. Su curiosidad aumentaba conforme se acercaba a los árboles, avanzaría
un poco, pero su atracción era más fuerte que su voluntad y su sensatez. Se
dirigió hacia la oscuridad del bosque, solo para asomarse, se dijo, pero no
pudo resistirse a la fuerza del susurro y adentró en el bosque. Se adentró sin más equipaje que sus propias
fantasías.
Cuando el sol ya había caído, Kira volvió a
su cabaña y observó que el fuego estaba agonizando en la chimenea, Karel no
estaba, lo llamó repetidas veces, pero no obtuvo respuesta. Antes de seguir la
búsqueda, echó algunas ramas al fuego para avivarlo, era hora de cenar y no
había nada en la marmita Kira se extrañó, pues su hermano era muy responsable y
nunca había olvidado sus obligaciones. Se dispuso a buscar a su hermano por la
aldea, llamó a todas las cabañas, fuera apenas había nadie pues era la hora de
cenar, cuando vio que nadie le daba una respuesta satisfactoria, se dirigió a la Cabaña del Viejo Chamán para
decirle que su hermano había ido al arroyo para recoger agua y no había vuelto
aún. El Viejo le dijo que se quedara con su mujer, él con otros Adultos lo
buscarían. Llegaron al arroyo y allí encontraron la vasija llena de agua y unas huellas que se dirigían al
arroyo, atravesaron el arroyo y vieron que las huellas continuaban hacia el
bosque. Ya de vuelta en el poblado, todos
decidieron esperar dos días, si Karel no había vuelto al tercer día, irían en
su busca.
Kira estaba muy preocupada, su hermano era su
única familia, sabía que no la dejaría sola, pero no imaginaba qué le podía haber ocurrido, se
preguntaba si el bosque lo protegería o lo pondría en peligro por haberse
adentrado cuando aún no le correspondía. Esa misma pregunta es la que se hacían
los Adultos de la aldea.
A la mañana siguiente, Kira volvió a su
cabaña para ver si su hermano había dejado alguna pista, ella lo había visto
escribir muchas veces, pero no encontró nada escrito en ningún lugar de la
cabaña. También recordó haber observado que su hermano siempre estaba con un
rastrillo alrededor de los Dos Robles, siempre que ella le preguntaba qué
hacía, él le decía que estaba quitando las
malas hierbas, pero ella nunca vio ninguna hierba. Se acercó a los árboles y
vio que la tierra estaba removida como siempre, busco la piedra donde tantas
veces su hermano se sentaba a pensar, miró hacia arriba para ver si los robles
le sugerían alguna idea. Sin darse cuenta comenzó a escarbar con la mano en la
tierra y topó con algo, tiró y sacó unas hojas dobladas y algo mohosas, en ellas
había algo escrito, como ella aún no conocía todos los entresijos de la
escritura de su aldea, decidió llevárselas al Viejo Chamán para que las
descifrara. En ellas, Karel se dirigía a
sus padres.
“En un principio nací hijo, luego mi
hicisteis hermano, pero cuando desaparecisteis de nuestras vidas, me
convertisteis en madre y padre de Kira. La quiero con todo el corazón, pero a
veces mi cabeza me susurra que he dejado de ser yo para convertirme en padre y
madre de ella. Según los Adultos, aún no estoy preparado para adentrarme en el
bosque, hay que ser maduro, autónomo y tener suficientes conocimientos para
sobrevivir solo. Y yo me pregunto, ¿no es eso lo que hago todos los días, desde
que vosotros no estáis? Yo necesito descubrir mi verdadera identidad, sueño e
imagino, pero siento que tengo que disfrutar, padecer y vivir de verdad mi propia vida. Lo único que
me ata a no adentrarme en el bosque, es
pensar en la soledad que sentirá Kira si me voy. Yo estoy preparado, pero ¿ella lo está?”
Cuando el Viejo Chamán leyó estas palabras a
los Adultos, todos decidieron que no saldrían a buscarlo, pues estaban seguros
que había sido el bosque quien había
llamado a Karel.
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