Con doce años se acumula esa curiosidad innata de la niñez y
la efervescente energía de saber, de conocer, de experimentar, propia de la adolescencia.
Así era Julia, su cara redonda, cabellos negros recogidos en dos vistosas
trenzas, grandes y rasgados ojos negros tan vivos que hablaban sin necesidad de
decir nada, le daban un cierto aspecto pícaro y travieso, pero sobre todo, Julia era
habladora y alegre lo que le hacía, en conjunto, ser una linda personilla muy
sociable.
Quizás esta forma de ser le hizo acercarse a Jacinto un
espigado y flaco chico, compañero de clase en la escuela, él era retraído y
poco comunicativo, no participaba en juegos ni actividades “propias”, si de
convencionalismo hablamos, de los chicos de su edad, por lo que las relaciones
con los demás no eran nada fáciles, estas circunstancias facilitaron el
acercamiento de Julia que, por otra parte, pocas veces aceptaba un no por
respuesta cuando pretendía algo.
A pesar del dispar carácter de ambos congeniaron bastantes y
con el tiempo fue creciendo entre ellos una profunda amistad y una aun mayor
complicidad. Julia mostraba una seguridad en todo cuanto hacía y quería, con lo
que Jacinto se sentía cómodo dejándose llevar y dejándole a ella la iniciativa,
poco a poco fueron conformando y conociendo sus gustos, sus preferencias, sus
sueños y sobre todo algo muy importante en esta relación, el respeto a las
distintas formas de entender la sexualidad. Julia gustaba de vestir con cierta
informalidad, pero no exenta de la coquetería femenina, de mente abierta a la
hora de analizar o confrontar sus opiniones con los demás, socialmente
comprometida e independiente, se ilusionaba con ser periodista y viajar por
todo el mundo.
Jacinto también mostraba sus deseos de sentirse
autosuficiente e independiente, su preferencia en estudios era Filología
Francesa, pues era intención de residir en un futuro en París, pero más que por
recorrer mundo, por abandonar aquel que actualmente le resultaba en cierta
forma hostil, precisamente por su sexualidad ya que nunca se identificó con el
cuerpo que le había tocado vivir y necesitaba mostrar tal cual y en libertad
sus sentimientos. Su familia siempre negó tal condición, nunca quisieron hablar
ni aceptad una realidad tan natural como la propia vida, por lo que las
relaciones siempre fueron difíciles.
Tras concluir sus respectivos estudios universitarios el
destino les llevó por distintos derroteros, en un principio no perdieron la
comunicación pero esta poco a poco se fue difuminando perdiéndose finalmente la
pista.
Julia estaba realizando sus sueños, recorría el mundo
persiguiendo la noticia allá donde esta se encontrara y disfrutando con la
libertad de poder contarlo. Pero cuando se tienen sueños no se piensa que en
cualquier momento estos puedan convertirse en pesadillas, el ser humano es
capaz de lo mejor y de lo peor, por lo que también fue testigo de la calamidad
y la miseria que puede padecer la humanidad, del egoísmo que genera guerras,
hambre y desigualdades vergonzantes para todo ser humano.
Ella se sentía privilegiada por poder hacer aquello le
gustaba, en su ideal como periodista el poder un día dar la noticia que, “La paz
en el mundo es una realidad” o “Que el hambre y las desigualdades quedaban
eliminadas de la faz de la tierra”. En uno de sus trabajos como reportera le
tocó vivir momentos ciertamente complicados y difíciles junto al periodista grafico
que la acompañaba, Jean.
Fue a finales del año 1998 en la región Metohija de la
antigua Yugoslavia, durante la mal llamada Guerra de Independencia de Kosovo,
se vieron envuelto en una refriega y fueron retenidos por una fracción del
Ejercito de Liberación de Kosovo (ELK) o (UÇK) en sus iniciales en albanes,
llamados los Águilas Negras, estos eran realmente violentos, pudiendo comprobar
cómo tras esta guerra se encubría todo un comercio de órganos, armas, drogas,
una autentica mafia, silenciada internacionalmente ya que servía a otros
intereses de las grandes potencias. Afortunadamente las gestiones de organismos
internacionales lograron que pudieran salir ilesos de aquella situación. Durante
las horas que estuvieron retenidos sin saber que pudiera ocurrir, le afloraron
sentimientos y la necesidad de hablar, de expresarlos, Jean le hablo de su
amistad de su relación con una persona muy especial que se llamaba Julia como
ella, aunque se hacía llamar Juli, que precisamente por considerarla tan
especial, no había sido capaz hasta ahora de expresarles sus verdaderos
sentimientos, pero prometió que si salían bien de esta lo haría sin perjuicios
alguno. Julia, aparte de pensar en su familia, su memoria le trajo el recuerdo
de Jacinto, como habían perdido la comunicación y como le gustaría volver a
encontrarlo nuevamente y rememorar juntos la complicidad y confidencialidad que
compartieron en su etapa de adolescente, haciendo el firme propósito de
buscarlo si lograban superar la situación.
Julia y Jean tras abandonar la zona del conflicto se
dispusieron a tomar unos días de descanso para relajar la tensión de lo
sucedido. Para Julia fue infructuoso el intento de localizar a su amigo Jacinto
dejando prácticamente a un golpe del azar el poder volver a reencontrarse. Sin
embargo Jean si pudo cumplir lo prometido, una vez de regreso le manifestó sus
sentimientos a Juli, expresándole que al margen de cualquier convencionalismo quería
disfrutar y compartir su vida.
Al cabo de unos meses Julia recibió una llamada de teléfono
por parte de Jean, le interesaba sobre el Encuentro Internacional de Periodistas
que se celebraría en unas semanas en París, para saber si asistiría, pues tras
su relato a Juli de lo sucedido había mostrado mucho interés por conocerla. Con
alegría le respondió afirmativamente, pues esa era su intención, que allí se
volverían a ver tras experiencia pasada.
Julia viajó a París vestía elegante pero a su estilo, llegado
al lugar ojeó entre saludos hasta localizar a Jean, le acompañaba una joven alta
y bella, sería Juli pensó, mientras se acercaba
pudo observar con cierta sorpresa
que algo le resultaba familiar en ella, cuando detectaron la presencia de Julia
ya casi llegaba a su altura, Juli se volvió hacia ella sonriente y emotiva y
sin esperar presentación alguna dijo ¡Julia!
Julia no dijo nada, pero le delataban sus ojos.
Me gustaría tener la capacidad de contar cosas con tanta riqueza como las cuentas tú.Enhorabuena.
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