miércoles, 21 de noviembre de 2012

El Pollogrino, por Víctor Varela.


“Cada vez que no haces la copia de seguridad Dios mata un gatito”
(Anónimo en Facebook)


Lo primero que ví fueron los dedos de mis patas. Las tenía justo delante de mis grandes ojos saltones, conformando una posición similar a la postura del Arado. Pero no sentía dolor alguno, los pollos de goma gozamos de una flexibilidad envidiable.

Me hallaba inmovilizado entre bloques de gomaespuma y apenas podía girar la cabeza hacia la delgada línea de luz blanca que dividía las paredes de la caja. Afortunadamente no era claustrofóbico. Mi compañero Damián, el técnico de bases de datos, sí lo era. El verano anterior me llevó a hacer el camino francés de Santiago, de ahí mi apodo. La primera noche se quedó encerrado sin papel en los toilletes del albergue. 

Por suerte -y por desconfianza- llevaba la mochila consigo, de modo que sacó el diccionario de francés y trató de buscar las palabras para pedir ayuda. Preso de un ataque de ansiedad, a los pocos minutos acabó utilizando el diccionario para otros menesteres. Yo no iba a perder los nervios de ese modo. Todos los pollos de goma dominamos las técnicas de meditación mediante el mantra OM. En la granja de mi mente no estaba secuestrado, y el tiempo podía comprimirse a voluntad.

Unos ruidos reclamaron mi atención. La línea de luz se redujo a la mitad y acabó por desaparecer. Luego se escucharon voces, pero no podía entender sus palabras. Tras unos instantes de intenso silencio, todo comenzó a moverse. Me estuve balanceando dentro de la caja unos minutos y luego sentí un golpe seco y volví a perder la conciencia.

Otro ruido, esta vez más cercano y metálico me despertó. La caja se abría. Me sentí cegado por las luces fluorescentes del techo. Al tiempo reconocí, aliviado, la cara de la administradora de sistemas. Estaba de vuelta en casa.

- Queda pues demostrado que no abren la maleta..- celebró Mila. Le encantaba tener razón. Sobre todo si podía demostrarlo.
- ¿Qué ocurre? - preguntó Damián con curiosidad
- Nada, que la copia que hacemos no la comprueba nadie. El viernes pasado, se me ocurrió la idea de meter al Pollogrino en lugar de la cinta de copia en el maletín de la empresa de seguridad.
- Me imagino sus caras al abrir el maletín... - dijo Damián entre risas
- Pues imaginas mal, amigo. El pollo ha vuelto en la misma posición en que se fué. Nadie comprueba si los datos están bien.
- Eso es grave ¿Se lo habéis dicho al jefe?
- ¿Estás loco? Si cambia de empresa tendríamos que hacer la copia de seguridad todas las semanas.

Me llaman Pollogrino y soy un pollo de goma dotado de una paciencia infinita. OM.

2 comentarios:

  1. Habría que meter muchos pollogrinos en muchas maletas. Sobre todo en los portafolios de los políticos par comprobar si han guardado nuestras peticiones. Me gusta el tono inteligente y desenfadado con el que cuentas este relato.

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