martes, 6 de noviembre de 2012

Una historia de amor, por Cristina Pérez Rodríguez.


Todos los días, Luca conseguía que los dos enamorados se encontraran en el mismo sitio y casi a la misma hora.

La relación entre los dos amados era idílica. Él, sin ella no era nada, y ella sin él tampoco.
Para propiciar los encuentros entre los dos inseparables enamorados, Luca planeaba a la perfección la escena. En su cabeza estaba todo diseñado  y solo necesitaba pensar bien los actos para que todo fluyera por sí solo.

La chispa entre ambos prendió una mañana cualquiera y rutinaria de Luca.

El celestino se despertó un día más, temprano. Se aseó y se vistió como todos los veranos para bajar al  pequeño bar de enfrente del portal de su  piso situado en las céntricas calles de Roma, y tras el cappuccino,  cremoso de siempre…volvió a su estudio, al sillón burdeo vintage situado junto al ventanal del salón y desde allí, comenzó todo.

Daba igual la hora que fuera, para Luca siempre existía unos minutos o incluso unas horas perfectas, para propiciar el encuentro entre sus dos amigos. No hacía falta mucho esfuerzo, pues ya, entre los dos protagonistas principales de esta historia, existía una atracción. Los dos necesitaban el uno del otro, pero Luca también necesitaba que aquella historia de amor fuera como el mejor cuento de hadas.

Pero el tiempo pasaba…aquel verano dejó en Roma las temperaturas más altas de toda Italia, y el otoño más triste, provocando la inevitable caída de las hojas que adornaban los árboles de la ciudad.

El invierno caló, congeló el agua de las numerosas fuentes de la ciudad eterna y enfrió los sentimientos de aquel joven enamorado. Luca intento que aquella chispa que un día prendió, en aquellos dos corazones jóvenes, nunca se apagara…pero el tiempo hacia mella.

Tarde o temprano…por el paso del tiempo, o de la vida…la tinta de la pluma de Luca terminaría por dar sus últimos trazos sobre las suaves hojas de su cuaderno de piel.

1 comentario:

  1. Solo tenía que haberse esforzado un poco más para conseguirlo. Es verdad que aunque tú eres el amo de tu pluma, ésta a veces cobra vida y va por libre.

    ResponderEliminar