domingo, 18 de noviembre de 2012

Comer... comer, por Carmen Gómez Barceló.


Todo empezó a primera hora de la mañana de un día de verano del año 2032.
Una bonita  mañana en la que se respiraba aire puro. La contaminación hacía tiempo que era historia. La energía limpia se había impuesto sin remedio ya que no existía otra. 

Ese  día, la paz reinante se vio repentinamente alterada. Las televisiones de todo el mundo dieron la noticia del hallazgo de grandes agujeros en la tierra que habían aparecido en diferentes partes del mundo. Los enormes boquetes se encontraban principalmente en lugares como Emiratos Árabes, Estados Unidos, Brasil, Rusia, Canadá etc.

La gente empezó a organizar excursiones en tropel para visitar las extrañas oquedades. 

Los gobiernos enviaron a sus mejores geólogos, investigadores, científicos, etc, para estudiar el fenómeno. Todos coincidían en lo mismo. Imposible divisar la profundidad de los cráteres. La negrura del abismo era total. Nadie conocía el origen de aquello.
Por las noches, cuando se apagaban los focos y los estudiosos del caso se retiraban a dormir en sus tiendas de campaña, parecía oírse  un leve murmullo que salía de los socavones. Este ruido desaparecía en cuanto  alguien encendía una luz para comprobar qué  pasaba.

La aparente calma no duró mucho tiempo. El día a día de la gente empezó a cambiar. Poco a poco, las autovías iban perdiendo el alquitrán del pavimento y las personas se las veían y se las deseaban para poder trasladarse de un lugar a otro. Ahí empezó el principio del fin.

Los hechos se fueron sucediendo  en progresión geométrica. Los  viejos depósitos de combustible, ahora inservibles, de todo tipo de vehículos se obstruyeron, algo había acabado con los restos de carburante que les quedaba, ocupando su lugar. En las fábricas de agua embotellada, el líquido elemento se desparramaba por todas partes sin recipiente que lo sujetara. Los niños dejaron de jugar pues casi todos sus juguetes desaparecieron. Así fueron dejando de existir multitud de elementos que se habían convertido en indispensables para la humanidad.

Un niño dijo a su madre haber visto a una especie de pelota de tenis negra y peluda, devorar a su camión de plástico  azul. La madre no le creyó.

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