Todo empezó a primera hora de la mañana de un día de verano
del año 2032.
Una bonita mañana en
la que se respiraba aire puro. La contaminación hacía tiempo que era historia.
La energía limpia se había impuesto sin remedio ya que no existía otra.
Ese día, la paz
reinante se vio repentinamente alterada. Las televisiones de todo el mundo
dieron la noticia del hallazgo de grandes agujeros en la tierra que habían
aparecido en diferentes partes del mundo. Los enormes boquetes se encontraban
principalmente en lugares como Emiratos Árabes, Estados Unidos, Brasil, Rusia,
Canadá etc.
La gente empezó a organizar excursiones en tropel para
visitar las extrañas oquedades.
Los gobiernos enviaron a sus mejores geólogos,
investigadores, científicos, etc, para estudiar el fenómeno. Todos coincidían
en lo mismo. Imposible divisar la profundidad de los cráteres. La negrura del
abismo era total. Nadie conocía el origen de aquello.
Por las noches, cuando se apagaban los focos y los
estudiosos del caso se retiraban a dormir en sus tiendas de campaña, parecía
oírse un leve murmullo que salía de los socavones. Este ruido desaparecía
en cuanto alguien encendía una luz para
comprobar qué pasaba.
La aparente calma no duró mucho tiempo. El día a día de la
gente empezó a cambiar. Poco a poco, las autovías iban perdiendo el alquitrán
del pavimento y las personas se las veían y se las deseaban para poder
trasladarse de un lugar a otro. Ahí empezó el principio del fin.
Los hechos se fueron sucediendo en progresión geométrica. Los viejos depósitos de combustible, ahora
inservibles, de todo tipo de vehículos se obstruyeron, algo había acabado con
los restos de carburante que les quedaba, ocupando su lugar. En las fábricas de
agua embotellada, el líquido elemento se desparramaba por todas partes sin
recipiente que lo sujetara. Los niños dejaron de jugar pues casi todos sus
juguetes desaparecieron. Así fueron dejando de existir multitud de elementos
que se habían convertido en indispensables para la humanidad.
Un niño dijo a su madre haber visto a una especie de pelota
de tenis negra y peluda, devorar a su camión de plástico azul. La madre no le creyó.
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