miércoles, 28 de noviembre de 2012

Argos, por María del Mar Quesada.


Argos es el guardián del bosque de Abaddón, es un ser único que vela por preservar el equilibrio natural de su tierra para que ésta perdure en el tiempo. No se conoce ciertamente su origen, ni su edad, la leyenda dice que fue fruto de la unión de un gran hombre y ser mágico del bosque, pero esa historia  se perdió en el transcurrir de  los tiempos. Argos vive en la torre vigía situada en el límite del gran bosque y la tierra de los hombres.  

Su aspecto exterior es como una ciudad fortificada, cuya muralla de piedra robusta, fuerte e infranqueable  hacer desistir a los enemigos, su gran  fuerza  y  su don para intuir a otros seres, lo hacen imbatible. De lejos, su fisonomía podría confundirse con un hombre, pero sus dimensiones  sobrepasan  los estándares humanos y su piel desnuda brilla tanto con la luz del sol como de la luna, de ahí su nombre, < el que brilla>. Su imponente físico no le resta agilidad a  sus movimientos, éstos son portadores de una ligereza y velocidad poco común. A diferencia de las murallas, su cuerpo no tiene puntos débiles por donde se le pueda atacar, su naturaleza es  mágica e inmortal. 

Como toda ciudad amurallada esconde en su interior un secreto. Su gran secreto es una inteligencia extraordinaria y una capacidad especial de percibir a los demás  seres y las intenciones de éstos, el conocimiento aumenta en su mente como la fuerza en su cuerpo. La mirada de sus grandes ojos refleja el verdor de los árboles, su mirada puede ser aterradora, pero esa sensación desaparece cuando alguien consigue entrar en su alma mágica, aunque ello ha ocurrido en muy pocas ocasiones. Su aspecto atroz es proporcional a su belleza interior, si eres afortunado y te permite adentrarte en su mundo interior, puedes descubrir detalles de su personalidad, como la delicadeza y la honestidad  en el trato con los seres del bosque, la destreza y habilidad con lo que le proporciona el bosque, pero quizás  lo más intenso, se haya en su amor incondicional por el gran coloso verde y sus moradores.


Consciente de la impresión que ejerce su aspecto, una vez que ha percibido las intenciones de quien se le acerca, deja atrás los prejuicios y su cabeza se convierte en  un lienzo blanco, donde cada individuo va dibujando fragmentos de su ser. Alguien le enseñó que toda criatura es como los frutos del bosque, no sabes si están sabrosos hasta que no los pruebas, el aspecto a veces puede confundirnos en la percepción y conocimiento del mundo que nos rodea. Una inteligencia como la de Argos no se permite ese error.

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