-
¿Qué cómo se lo ha tomado ella? - Me preguntó sin mostrar ninguna preocupación.
Llevaba
noches sin hablar con él.
Tumbada
en la cama de mi habitación, mientras escuchaba aquellas canciones que tanto significaron
durante meses pasados, sentía como el corazón se paralizaba por momentos.
En
casa, mamá se preocupaba por mí y eran numerosas las veces que en mitad de la
cena me preguntaba:
-
¿Dónde
está Chisco? Hace tiempo que ya no viene por aquí… ¿os ha pasado algo cariño?
Intentaba
que nadie, excepto mis amigas, notara lo que estaba pasando…pero era
inevitable. Cada vez las ojeras hacían más mella en mi rostro. No me preocupaba
cómo saliera de casa para ir al instituto, si es que iba, aún servía la escusa
de taparse con la manta, calentar el termómetro con el calor del flexo y afirmar,
una y otra vez, que el dolor de cabeza era insoportable.
Mi
habitación de cuatro paredes era mi refugio. La notaba más pequeña, más fría. Los
días pasaban lentos. No había aún
señales de vida.
Una
mañana más me disponía a levantarme para ir a clase, hoy la escusa no serviría.
Eran las 7:30 de la mañana y me dispuse a mirar por la ventana. Otra mañana
gris del triste invierno. Abrí una de las cristaleras, y una bocanada de aire
helado acarició mi cara. A pesar del aire helador me apetecía que, después de
todo el fin de semana como una princesa encerrada en su castillo, me diera un
poco la brisa del viento…sentir que algo tocaba mi piel.
Bajé
las escaleras de casa despacio. El olor a
café inundaba la cocina. Era costumbre que papá fuera el primero en
levantarse y en seguida se dirigiera a poner la cafetera en marcha mientras se
adueñaba del baño durante un buen rato. Por suerte, aún no había terminado de
asearse. Cogí una magdalena del cesto de mimbre de al lado del frigorífico y
salí por la puerta de casa sigilosamente.
De
camino al instituto seguía pensando en qué le había fallado, cuál era la
maldita razón por la que Chisco dejara de hablarme y por consiguiente proclamara
que yo era historia para él a través de todas las redes sociales habidas y por
conocer. Pero ahí estaba Marga…siguiéndole el rollito. ¡Cuánto la odiaba!
Estaba claro, no podía evitar disimular… se muere por los huesos de Chisco,
como yo me muero por él.
Al
llegar al instituto, todo seguía igual, solo para mí el mundo se había detenido
después de que Chisco no me dirigiera la palabra…pero levanté la vista hacia el
frente y ahí lo vi con mis propios ojos.
En
ese instante, mi cabeza se saturaba de cosas que decirle…tenía tanto que saber,
tenía tantas ganas de saber de él…pero todo se quedó en un cálido olor que
desprendió su chaqueta de cuero negra tras el paso ligero a menos de 5
centímetros de mi. No dijo nada, ni siquiera me miró.
Las
restantes 6 horas de clase fueron eternas, aquel gesto por parte de Chisco me
había dejado aún más destrozada y dolida. Volví a casa como pude, por la
inercia de los pies que parecían caminar solos. Subí a mi habitación sin decir
palabra y encendí el ordenador.
¡Ping!
Tenía
un nuevo correo. Convencida de que una vez más sería mi amiga Daniela
preguntándome que tal andaba, no corrí demasiado para pulsar aquel mensaje de
entrada, pero mis ojos reconocieron aquellas letras que durante meses había
escrito en cualquier esquina pequeña de un papel: C-H-I-S-C-O
Era
él. Un correo de él. Escrito hace tan solo 5 minutos. Enviado hace tan solo 5
segundos.
Nerviosa
clické en el mensaje y me dispuse a leer…
***
Están
siendo los meses más felices de mi vida. Por fin he conocido a alguien especial
que se fija en mí sin tener que hacer conjuros de brujas, ni recurrir a rezar
todas las noches para que él, Chisco, diga la frase que toda niña de mi edad
quiere escuchar:
-
¿Quieres
ir conmigo al cine?
Es
dos años mayor que yo y por suerte va al mismo instituto, aunque este será su
último curso. Moreno, de un metro ochenta y cinco, lleva siempre una chaqueta
de cuero negra que levanta pasiones por los pasillos del instituto, sobre todo entre
las chicas de su edad que no paran de hacerle la pelota con tal de conseguir
que le dirija la palabra.
Pero
ahí estaba yo, junto a mis amigas al lado de las taquillas antes de entrar en
clase, cuando Chisco paso detrás de mí y dijo:
-
Tienes
un pelo precioso.
Me
giré enseguida buscando sus ojos y en ellos me perdí…
***
“Quiero
que cuando leas este correo no intentes buscar una respuesta más allá, con esto
quiero dejar cerrado el tema y lo siento si puedo causarte algún daño pero
necesito que lo entiendas. Se acabó.”
Hasta
ese momento no sabía que era sentir que el corazón terminara por dejar de
latir. Que por mis venas no corriera la sangre. Que en mis pulmones no entrara
aire.
De
mis ojos brotaron el cúmulo de emociones, que durante días, intenté ocultar.
“Se
acabó”…un pobre final para aquella historia.
Pasaron
meses hasta que Chisco consiguiera salir de mi cabeza. Durante aquellos largos
días había sido una gran ayuda que no me lo encontrara, pero sería poco
realista por mi parte pensar que se lo había tragado la Tierra.
Una
tarde de sábado que me dispuse a salir con mis amigas a dar un paseo, reconocí
una chaqueta de cuero negra a lo lejos, acompañada de otra exactamente igual un
poco más pequeña y con unas tachuelas en color dorado. Algo dentro de mí sabía
a lo que me podía enfrentar…cogí aire y a medida que me iba acercando a Chisco
y a lo que parecía su nueva chica, el corazón me latía más y más deprisa.
Notó
mi presencia y se giro mientras me miraba a los ojos.
-
Chisco,
no importa – le dije
Antes
de que pudiera articular palabra ya estaba dándome la vuelta. Sentí una especie
de liberación y paz, conmigo misma, a la vez.
Su
nueva amiguita era Marga…Estaba claro, no podía evitar disimular…se muere por
los huesos de Chisco como yo, ahora, no me muero por él.
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